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Lo que mal empieza, mal acaba

  • El Betis desciende por segunda temporada consecutiva y deberá reinventarse en LEB

  • Tres entrenadores y 17 jugadores no fueron suficientes para encauzar el peor curso de la historia

Los jugadores del Betis, con Golubovic corriendo a la desesperada, miran cómo penetra Dani Pérez, del Gipuzkoa, fiel reflejo de toda la temporada.

Los jugadores del Betis, con Golubovic corriendo a la desesperada, miran cómo penetra Dani Pérez, del Gipuzkoa, fiel reflejo de toda la temporada. / f. ruso / acb photo

El Betis Energía Plus, por segunda temporada consecutiva, descendió y esta vez no parece que haya juez que lo libre de ello. Es lo justo, ya que demostró ser el peor de la competición de largo (desde la segunda jornada estuvo siempre entre los dos últimos) tras 34 partidos, y la caída al infierno debería servir a sus dirigentes para reflexionar sobre el futuro. Porque, tras 29 años seguidos en la ACB, Sevilla se queda sin club en la élite. La entidad heliopolitana rescató el baloncesto de la desaparición, pero lo ha llevado sin remisión a la LEB Oro y ahora deberá redoblar su apuesta para ascender la próxima campaña para demostrar que la apuesta hace dos veranos fue sincera y de verdad y no por otro tipo de prebendas.

inicio mal parido

Cuando en verano se confeccionaba un conjunto para subir, el 31 de julio la resolución de un juzgado colocó de nuevo al conjunto hispalense en la ACB y tuvo que reinventarse (mal) a la carrera.

Había jugadores que siendo útiles para la LEB Oro se estrenaban en una ACB que les quedaba grande, y para colmo los desplantes de Samardo Samuels comenzaron a intoxicar el vestuario, a pesar de su corte. No fue el único que no empezó el curso. Taylor Brown no pasó el reconocimiento médico y Swing, que no era válido para Alejandro Martínez, recaló en el Gipuzkoa firmando una buena campaña.

arranque negativo

Con todas esas premisas y jugadores llegando a última hora y sin pretemporada como Schilb y Golubovic, la Liga, que no espera a nadie, empezó a poner pronto al Betis en su sitio. Seis derrotas consecutivas encendieron las alarmas, no sólo por los resultados, con marcadores insultantes como los encajados en San Sebastián (94-60) o Málaga (99-71), sino por las sensaciones. El equipo ni defendía ni sabía atacar con cabeza, con un Boungou-Colo, a la postre cortado, que necesitaba un balón para él solo, un base, McGrath, incapaz de dirigir y un pívot como Anosike que cogía la pelota en la línea de triple y entraba a canasta aunque hubiese un muro enfrente.

Alejandro Martínez se la jugó en Badalona tras cinco tropiezos seguidos y una nueva derrota ante el Joventut acabó con él. En Sevilla, entre el final del curso anterior y éste jugó 12 partidos y ganó sólo uno.

un soplo de aire

Su relevo fue Óscar Quintana, al que le costó ganar. No hizo bueno eso de "a entrenador nuevo victoria segura" y tras cuatro derrotas más el Betis se estrenó en la undécima jornada. Entonces enlazó cuatro victorias seguidas, con Schilb y Kelly tirando del carro, pero resbaló en el momento clave. Ganaba en Burgos por 11 puntos al inicio del último cuarto y acabó perdiendo. El equipo entró en barrena y enlazó seis resultados negativos con los mismos males del inicio del curso: una feble defensa a la que todos los rivales castigaban desde el triple y ganando siempre la partida en el rebote. Dos males que han acompañado al equipo de principio a fin.

Pero el cuadro verdiblanco aún tenía vida. Booker trajo consigo una nueva ilusión, pero no dio la cara en los momentos clave y el técnico tampoco encontró soluciones durante los encuentros. Cayó en Bilbao antes de ganar a Unicaja y Fuenlabrada, pero de nuevo pinchó. Ridículo histórico en Barcelona (121-56) y en el duelo clave, en casa ante el Burgos, dejó escapar 18 puntos de renta (96-101).

sin el efecto carrasco

Javi Carrasco, hombre de la casa, fue la última esperanza, pero el giro de timón no tuvo el efecto deseado. Bien pudo hacerlo si hubiese sacado adelante sus dos primeros partidos, ante el Gran Canaria y el decisivo ante e Zaragoza, pero salió cruz y la derrota en la capital aragonesa supuso el descenso moral. Los jugadores bajaron los brazos y llegó una primera derrota histórica ante el Baskonia (62-106) en casa, el descenso virtual ante el Real Madrid, el matemático en Santiago y un final acorde a la temporada, con una paliza aún mayor que la recibida frente a los vitorianos: 62-109 ante el Iberostar Tenerife.

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