Atlético-Betis · la crónica

Lo malo es que se le ha ido el fútbol (1-0)

  • Beñat, Rubén Castro e incluso Cañas, otrora pilares del juego bético, son hoy un lastre para el equipo. Mel apostó ante un Atlético racial por un 4-3-3 que se le desconectó por el medio y se le abrió en ataque.

La empresa era complicada. Pero, en este caso, quizá menos que en otras ocasiones. El Betis, se supone que más despejado y mínimamente reforzado, se emparejaba nuevamente con un Atlético que, en teoría, debería acusar durante el pleito el gas perdido en su envite copero del jueves frente al Sevilla. A la hora de la verdad, fue el Betis el que despidió el partido preso de la impotencia y casi más cerca de encajar un segundo gol en un contraataque que de empatar un encuentro que perdió en una acción mal defendida a balón parado. 

Era el día señalado para la machada. La resurrección tras las fatigas de enero debía producirse en un escenario difícil de asaltar desde que Simeone asume las decisiones en el banquillo local. Y se esperaba más del Betis, bastante más. Tras siete días, por fin, sin partido, Mel debía tener claro cómo irle sacando el aire al Atlético. Porque si es cierto que al Betis pudo vérselo algo más entero que en las citas anteriores, no lo es menos que a un rival de la entidad de los rojiblancos hay que apretarlo para que acuse los esfuerzos. Así por las buenas no va a lanzar la toalla este Atlético de Madrid con Falcao y todos sus avíos. 

Mel lo vio claro en la pizarra, pero, con matices, quizá sus piezas no se ordenaron sobre el césped del modo más idóneo. La idea del madrileño quedó expuesta sólo con su once inicial. Tres mediocampistas para frenar el caudal atlético e iniciar las contras y tres puñales como Campbell, Rubén Castro y el debutante Pabón para reventar a los rojiblancos con una contra, de poder elegirla, más temprana que tardía. 

Pero el equipo acusó un par de ajustes tácticos. Rubén Pérez y Cañas no funcionan cuando actúan juntos. O, al menos, cuando se sitúan en paralelo. Y a Beñat le cuesta un mundo cuando recibe ya en campo ajeno, sin ver el fútbol más de cara, con perspectiva. Quizá con el astigitano en el cierre y el roteño más cerca del vasco, es decir, un medio de cierre y dos interiores, la presión la hubiese coordinado Cañas más arriba y, encima, abrigado a Beñat, quien jamás halló un socio a menos de quince metros. No era más que invertir ese triángulo. 

El otrora líder del equipo, por lo demás, no está para nada. Desfondado y fallón, no sólo no fue capaz de armar un pase medio decisivo sino que culminó una hora de juego estéril con pases errados, de los fáciles para él. Cañas también duda mucho junto a Rubén y no va siempre y, cuando están en línea ambos, una sola acción del rival sirve para superarlos a los dos. Mal asunto. 

Se desconectó el Betis por ahí. Nunca halló su fútbol. Sí contuvo bien las esporádicas embestidas de un Atlético menos intenso que en sus días insobornables, pero con un juego prosaico que en nada se parece al que practicaba antes de doblar el año su producción en ataque fue nula. 

Y no sólo hay que radicar los motivos en el mediocampo. Pabón y Campbell, excesivamente abiertos, nunca vieron de cerca a Rubén Castro. Son tres delanteros, sí, pero cada uno haciendo la guerra por su cuenta, en su latifundio, con el aliento de un zaguero en el cogote y otro esperando su primera maniobra. 

Además, cada hispanoamericano se ubicó en el perfil que no suele, el de su pierna buena: el costarricense, en la izquierda; el colombiano, en la derecha. Es lo normal con extremos, pero no con delanteros reconvertidos que saben trazar diagonales en la dirección del ariete y que encima poseen un buen disparo, sobre todo Pabón en la carrera que traza desde el carril del diez. Mel, raro en él, no los alternó además durante la hora larga de juego que estuvo el colombiano sobre el terreno de juego. 

Así se fue difuminando el Betis. Un equipo, además, que ni quiso ni supo buscar el momento para meterle al partido la marcha de más que necesitaba para dinamitar al rival. Ni en los estertores del primer periodo, ni en los albores del segundo... Nunca. 

Al contrario, cayó en la trampa atlética de dejar pasar los minutos como si el 0-0 le valiese. Porque el Betis no llegaba nunca, pero su rival sí se asomaba a ratos por las cercanías de Adrián. Sin dejarse notar, sin ser la apisonadora de otros días, entre otras razones porque a cada minuto que pasaba perdía fuelle. El gol llegó en un error tras un saque de esquina como pudo haber asomado en cualquier otra acción aislada. 

Daba igual, y más viendo luego la inexistente respuesta. Ni los cambios de Mel sirvieron para dinamizar el equipo. Pozuelo sigue igual de enredado que antes de lesionarse y Jorge Molina no halló jamás los espacios que necesita su fútbol. 

El Betis continúa pagando las lesiones y las exigencias físicas de enero. Pero éstas se recuperan y, de hecho, ayer ya se vio a un equipo menos fatigado. El problema real es que en ese camino se ha dejado su fútbol.

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