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De nuevo en el mismo punto

  • Sin estar cuestionado, Emery vuelve a ser el centro de las miradas por su planteamiento en el Bernabéu y su desapego a defender. Nervión sostiene el crédito que el vasco cede en cada visita.

Resulta digno de estudio lo que pasa en torno al Sevilla. Y más curioso aún es compararlo con lo que han sido sempiternos debates en este club en los últimos años. La mayoría coincide en que tiene una de las mejores plantillas de la Liga en un año de crisis en el que da pena repasar las de algunos clubes históricos. Salvo los grandes, ninguna entidad de la Liga BBVA ha tenido acceso al gasto que ha realizado el Sevilla, ni siquiera el Atlético de Madrid, el único plantel que podría considerarse superior en calidad que el nervionense.

Y contrasta tanto lo que se mueve en el seno del sevillismo con las comidillas de las que se ha alimentado recientemente por lo que ahora demanda. El entrenador de turno es criticado por osado cuando no hace mucho -tercero en la tabla- quien ocupaba su asiento era lo que se conoce como un amarrategui obsesivo. La imagen ofrecida por el Sevilla ante el Real Madrid ha dejado muy tocada la autoestima de una afición que se siente con derecho a opinar de fútbol y de enfrentar su manera de ver las cosas con la de los que se autodenominan "hombres de fútbol". Particularmente por los siete encajados en el Bernabéu (un número de goles indigno para un club como el Sevilla) y de manera general por los 24 que acumula en once jornadas, ¿qué profesional del fútbol es el guapo que osa discutir al aficionado de a pie que no está legitimado para acusar a Emery de inconsciente por su desapego a plantear un mínimo de orden defensivo aun teniendo a los jugadores adecuados?

El Sevilla es el segundo equipo más goleado de Primera con el doble de tantos encajados de los que llevaba a estas alturas en los últimos descensos. Son razones para que otra vez la losa -que no la espada- pese sobre los hombros del entrenador de Fuenterrabía, que no está cuestionado pero que pierde peligrosamente crédito jornada a jornada con alguna tregua en los partidos de casa.

Porque ahí se está manteniendo el Sevilla. Si bien es cierto que, sin que sea con una solvencia evidente, Nervión está quedando indemne tras cada una de las visitas que han llegado después de la del Atlético, a cualquier tropiezo ante la hinchada sevillista la mecha puede encenderse y el polvorín no está en los puntos que vuelen del Sánchez-Pizjuán, sino en el año largo que acumula el equipo sin ganar fuera de casa. Emery no conoce ese premio en la Liga desde su llegada y eso, con la plantilla que tiene entre manos, entiende el sevillismo que es cosa grave.

Del Nido y Monchi no se plantean ahora mismo otra cosa que no sea arropar a su entrenador y esperar a que saque partido de lo que ambos, con esfuerzo y mucho dinero, han puesto en sus manos, pero en cuanto la afición se ponga nerviosa de verdad... esto es fútbol y los que mandan son los resultados. Los planteamientos de Emery ya los ha puesto en duda el mismísimo Rakitic -palabras mayores en este Sevilla- y el plebiscito de los treinta mil entrenadores que se sientan cada semana en el Sánchez-Pizjuán tiene mucha fuerza.

Ya no se trata de la posición del suizo-croata, si más atrás para la salida de balón como lo quiere el vasco o arriba con más llegada para que otro pivote más defensivo guarde la viña como quiere el aficionado, sino de que el ataque no es lo único sagrado en el fútbol. El Celta es un equipo que utiliza el contragolpe como una de sus armas preferidas y lo que no quiere el sevillismo es que el duelo sea, otra vez, un cara o cruz en el que es una incógnita si pesará más el potencial de ataque (hoy otra vez con Bacca y Gameiro juntos) o la falta de las suficientes piezas defensivas en el "equilibrio" que Emery prometió que buscará en su rueda de prensa posterior al 7-3.

M'Bia, uno de los responsables de ese déficit táctico ante el Madrid, estará disponible pese a su expulsión al no haberse reunido el Comité y el camerunés es el preferido del entrenador en ese puesto tan fundamental y cuyo debate, ya más que divide, une al sevillismo. Pero el que hace las alineaciones es el que acierta o se equivoca.

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