Olimpismo l Vancouver 2010

Un pirata sobre cuchillas

  • Javier Fernández, de sólo 18 años, se clasificó para la final de patinaje artístico, donde encarnará el jueves a Jack Sparrow

"Como un torero en Copenhague": así se sentía en los años 50 en su país Darío Villalba, el único español al que se le ocurrió algo tan raro en su país como es competir en el patinaje sobre hielo. Seis décadas más tarde las cosas cambiaron, porque España tiene razones para soñar con el éxito de Javier Fernández, todo un pirata montado en cuchillas. Ayer se clasificó con maestría para la final de patinaje artístico de los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 al firmar la decimosexta plaza en el programa corto, que dominó el defensor del título Evgeni Plushenko.

El madrileño cumplió con honores los pronósticos ya que debía clasificarse entre los 24 mejores para acceder a la rutina libre y fue el decimosexto, mejorando en cuatro posiciones su actuación en el pasado Mundial de Los Ángeles, donde no estuvo Plushenko.

El joven patinador, de tan sólo 18 años, estrenó un nuevo ejercicio con los acordes de James Bond en Licencia para matar que sorprendió a los jueces y le permitió sumar un total de 68,69 puntos.

El jueves, adoptará otro papel en la final. "Tengo dos series de pasos. En una me hago que estoy bebiendo ron y estoy borracho, y en otra hago que estoy metido en una pelea, de las típicas de la película", explica Fernández con la frescura y la inocencia de sus 19 años tras admitir que vio "más de 20 veces" a Johnny Depp en Piratas del Caribe. Ya encarnó a Jack Sparrow, el personaje de Depp, en el reciente campeonato europeo, donde los especialistas se pusieron de acuerdo: España tiene algo muy serio entre manos.

Podría pensarse que hacer de Johnny Depp y dar unos saltos sobre patines no es ni muy serio ni un deporte, pero basta con acercarse al Pacific Coliseum de Vancouver para comprobar dos cosas.

La primera es que los giros, la perfecta coordinación, los deslizamientos hacia atrás, los cambios de ritmo y los explosivos saltos sólo son posibles si se está en una forma física extremadamente buena.

La segunda, que hay miles de personas dispuestas a pagar por ver a los ases del hielo. Y que disfrutan como niños haciéndolo.

Fernández también disfruta, aunque lo hace con una frialdad impropia de un teenager. El estadounidense Evan Lysacek, por ejemplo, se fue llorando de la emoción el martes tras quedar segundo para la final de mañana.

El español, no: está feliz, pero parece ser capaz de controlar cualquier emoción perjudicial. "Dentro de la pista nada cambia, me siento igual que si estuviera en un Mundial o un Europeo. Aunque sé que no lo es. Creo que eso está en tu cabeza, te puede ir bien o ir a mal, pero yo prefiero pensar que estoy en un campeonato normal y que intervenga más mi cuerpo que mi mente". Eso sí, la villa olímpica lo conmueve: "Estar con todos los patinadores allí es una experiencia inolvidable, es único".

Patinador por imitar hace 12 años a su hermana en una pista de Madrid, Fernández tiene buena relación con el "divo" Plushenko, con cuyo entrenador se estuvo puliendo el último verano (boreal).

"En el Europeo estuvimos hablando, me reconoce. Sé que a veces puede parecer... no sé si arrogante, pero como que pasa de la gente. Creo que hay un momento que a cualquier famoso le estresa tanta gente", justificó Fernández, que ve al ruso favorito pero no campeón de antemano.

"Está muy reñido. Stephane Lambiel es muy buen patinador también, los japoneses, que si tienen un buen día... Este año pueden ser campeones olímpicos 10 ó 15 patinadores". ¿También él? No, sólo disfruta y agradece cuatro becas que le permiten dedicarse sin problemas al deporte con exclusividad. No piensa en eso... aún.

"Habiendo hecho el programa que he hecho me siento orgulloso, veníamos a pasar la clasificatoria, yo ya me puedo ir contento a casa". Pero eso es sólo esta vez, en sus primeros Juegos Olímpicos. Para el futuro, Fernández sabe que todos, empezando por él mismo, le exigirán más. También a su pareja en el hielo, Sonia Lafuente.

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