Celta de vigo-betis · la crónica

¡Con qué poquito gana! (0-1)

  • Jorge Molina aprovecha un buen centro de Nacho para dar el triunfo a un mal Betis y ponerlo en órbita. Adrián y su palo derecho evitaron en los estertores un empate que el Celta mereció.

La temporada del Betis es casi inmaculada. Se juzga en su globalidad, mirando la puntuación y la quinta plaza clasificatoria, y hasta se olvida uno de la vergonzosa goleada del derbi. Apenas se le pueden poner peros al gran trabajo de Pepe Mel y los suyos, así es, pero el partido de este lunes no tiene prácticamente por donde cogerlo. Peor y con más lentitud no se puede jugar al fútbol. Y, sin embargo, ganó. 

¿Fortuna? ¿Pegada? ¿Calidad en los metros finales? De todo hay un poco, porque los verdiblancos, por fútbol, no se hicieron acreedores a la victoria. Pero también es cierto que cuando se asoma al área rival el peligro es latente. Y no menos verdad que el gol de Jorge Molina no es ningún churro y sí la consecuencia de una de las dos o tres jugadas elaboradas que los de Mel fueron capaces de hilvanar sobre el pesado y desigual césped de Balaídos. Un balón que le llega a Nacho en segundas en posición de extremo, un centro preciso abajo del malagueño y un control, un reverso ante Cabral y un disparo ajustado del alcoyano como demandaba la jugada. 

Eso, una jugada bien trenzadamuy poquito en noventa minutos, le basta a este Betis para ganar los partidos. Y se escribe en plural porque no es la primera vez que le ocurre y tiene pinta de que tampoco va a ser la última. 

Fue el gol un pequeño brindis al fútbol en un partido paupérrimo. Pero no sólo del Betis, sino de un Celta que echó la hiel por la boca ante el Real Madrid y que este lunes duró poco más de un cuarto de hora, si se obvia el desesperado arreón final tras encajar el gol cuando el partido se encaminaba al 0-0. 

Paco Herrera se equivocó no refrescando a su equipo, aunque viendo la plantilla tan corta de la que dispone y el papelito de Bellvís y Toni, los dos primeros cambios, igual tampoco es que se equivocara el barcelonés. Lo cierto es que su equipo se fundió enseguida. 

Su fortuna estribó en que el Betis dio la impresión de acusar también una semana movida, con un viaje largo, partido el jueves... Sí, Mel cambió casi por completo el once inicial, pero su gente está entre algodones y buscando como tablas de salvación las vacaciones de Navidad. El técnico quizá pecó de osado con su línea de ataque y a punto estuvo de pagarlo, de no ser porque acierta en los cambios como nadie y dispone de mucha dinamita siempre sentada junto a él. 

Rubén Castro apenas se entrenó durante la semana, al igual que Campbell, y Juan Carlos nuevamente acusó la precipitación de saltar a un campo de fútbol sin estar a tope. Al menos, esta vez parece que no se lesionó. Pero de este trío de arriba se exceptúa el enorme sacrificio defensivo del costarricense y apenas hay que anotar un ridículo intento de vaselina del gran goleador bético sobre Javi Varas en los minutos iniciales. 

Para más inri, pese a que pudo verse a futbolistas de los dos equipos andando con el balón sobre el campo sin que nadie los molestara, las pérdidas fueron innumerables. Los estadistas pueden volverse locos buscando en los anales un partido con más entregas absurdas al contrario o lejos de los márgenes del terreno de juego. 

El partido, en suma, era de empate a cero, pero, a ser posible, de castigo sin puntos para los dos equipos por sus despropósitos y su desgana, ésta en parte motivada por la fatiga resacosa de la Copa. 

Pero Mel olió la sangre. Vio a su equipo mal, pero también detectó que la defensa viguesa era un flan pese a no tener apenas motivos. Hugo Mallo parecía borracho de gloria madridista; Cabral daba la impresión de haberse puesto las botas al revés; Oubiña, a cada instante más solo, no estaba ya para frenar acometida alguna... Y el madrileño, nuevamente, lo bordó. No ya por dar entrada a Jorge Molina, cambio que veía hasta el más profano de los aficionados, sino por el pasito adelante al que obligó a Beñat cuando Nosa saltó al césped y que permitió al Betis abrir una oportuna zubia en pos de los vigueses. 

Por ahí se fue cosiendo un gol que el Betis, luego, no supo ni guardar pese a la entrada al campo de Rubén Pérez. Pero Augusto lanzó alto, Túñez se topó con Adrián y Mario Bermejo, con el palo. El ángel de la guarda sí supo defender el gol de un Betis que es una máquina de ganar.

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