La crónica · Sevilla-Athletic

Un salto cualitativo (2-0)

  • El Sevilla gana un eléctrico y vibrante pulso al fuerte Athletic y se mete de lleno en la lucha europea. La verdad del fútbol de Cristóforo minó la presión de un rival que no se rindió nunca.

El Sevilla cerró la primera vuelta abriendo de par en par una ventana a la esperanza. El triunfo ante un directo rival por la lucha europea como el Athletic supuso un importantísimo salto cualitativo por varios factores. En primer lugar, en lo referente a lo clasificatorio, los blanquirrojos adelantaron al conjunto de Ernesto Valverde metiendo los codos de lleno en esa apretada lucha. Y en segundo lugar, el logro llegó gracias al aire nuevo que Cristóforo le ha dado a un equipo que cada vez cree más en lo que hace. La verdad del fútbol del uruguayo, crecido en un partido de altísimo voltaje, minó la presión adelantada que planteó desde el inicio el Athletic, lo que posibilitó la apuesta de Emery por un once de poca estatura que desbrozó los caminos por abajo. Así llegó el gol que encauzó el triunfo. Cristóforo reventó las adelantadas líneas vizcaínas con un pase raso por el centro hacia Gameiro, quien se apoyó en Vitolo y trazó un desmarque que el canario leyó a la perfección. El francés coló la primera que tuvo con velocidad y sutileza y cambió la cara de un partido que empezó feo.

El inicio del vibrante y eléctrico pulso que mantuvieron Sevilla y Athletic amenazó con tumbar la fortaleza de Nervión. Valverde mandó a los suyos a presionar muy arriba y casi consigue la meta en unos minutos en los que el Sevilla no lograba sacudirse el empuje y, además, veía cómo la pelota se paseaba con peligrosísima asiduidad por su área. Un centro pasado de De Marcos con la defensa aún encontrando su sitio fue la antesala del primer sobresalto en los aficionados sevillistas. En pleno zafarrancho vizcaíno, Sergio Rico realizó el paradón de la noche sacando junto al larguero un cabezazo de San José, tras un despeje corto con el puño. Casi inmediatamente, Lekue envió un venesoso disparo al larguero desde la frontal.

El Sevilla intentaba sacudirse el dominio y no sabía cómo. La pelota siempre caía en los pies de algún jugador del Athletic, con sus reales muy bien plantados en terreno sevillista y Raúl García barriendo en la mediapunta y obstaculizando la adecuada salida desde atrás. El equipo de Emery, en esa fase inicial, tuvo que recurrir a numerosas faltas, a las que dotaba de peligro Beñat. Cualquier atisbo de desahogo moría en el mejor posicionamiento del Athletic. Ora un mal control de Vitolo, ora la buena marca de Gurpegui o San José sobre Gameiro y Banega... Era imposible romper ese férreo frontón que había impuesto el Athletic en la medular. Sin embargo, el Sevilla siguió creyendo en que acabaría encontrando el resquicio.

Un primer sprint al espacio de Gameiro anunció lo que estaba por venir. La apuesta sevillista no iba a temblar por mucho que el Athletic se hubiese hecho dueño de la zona ancha. Con Vitolo, Banega, Krohn-Dehli y Gameiro, buscar el balón aéreo era absurdo, pero la ansiada conexión por abajo no llegaba. La solución vino desde las botas de Cristóforo. Tras una limpia salida de Krychowiak, el uruguayo vio a su delantero con espacio alrededor por fin, se saltó el mar de piernas con un medido y vertical pase y el francés se apoyó en Vitolo para derrumbar el entramado del Athletic. El sutil toque con su zurda, en su primer remate, fue la firma a un jugadón letal, pleno de veneno y verticalidad.

Pero el Athletic no estaba dispuesto a rendirse y continuó percutiendo con entereza, sobre todo por el flanco izquierdo de la zaga sevillista. Ahí, Kolodziejczak y Tremoulinas sufrieron algún arreón de Williams y Aduriz. El pulso se mantenía tensísimo.

El Sevilla, lógicamente, se acomodó a su estudiada táctica con el marcador a favor. La confianza del 1-0 hizo respirar a una zaga que tensó el nervio y la concentración. Por la derecha Vitolo continuaba ofreciendo un incisiva vía de salida, apoyado en Coke, buscando a Banega o al dinámico Krohn-Dehli. En medio de los chispazos de un choque de mucha fricción y electricidad en el aire, Krychowiak aprovechó la blandura del flanco izquierdo del Athletic. El polaco hendió ese perfil con fuerza y agradeció la candidez de Laporte, quien lo rozó lo justo por detrás para derribarlo. Gameiro engañó a Iraizoz desde el punto de penalti y todo parecía sentenciado. Pero aún había partido.

El Athletic, cada vez más perdido en protestas, se crispó, pero en ningún momento dio su brazo a torcer. Aguantó el pulso y aún daría algún zamarreón a una zaga que agradeció el regreso de Carriço, duro en la pelea con Aduriz y concentradísimo en los cruces. En esa ida y vuelta, Muniain reclamó un penalti y el Sevilla no terminó de concluir ningún contragolpe. Lo tuvo Coke, Konoplyanka no entró de verdad a un pleito que seguía abierto... Pero la defensa blanca fue pétrea y el Sevilla amarró tres puntos de oro puro.

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