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El síndrome de la Liga

  • Como en Villarreal y en Almería, el Sevilla cayó en la trampa de las tarjetas y Fazio emuló a Daniel · En lo positivo, el aprendizaje de saber sumar contracorriente

Un sexta parte de lo que pidió José María del Nido el viernes, eso fue lo que sacó el Sevilla de ese tour de force de aquí a las vacaciones. El presidente sevillista le solicitó un esfuerzo a su equipo para que sumara los seis puntos en los dos partidos antes de Navidad y al final sólo sumó uno que casi se pudo considerar como un regalo anticipado de los Reyes Magos porque a la expulsión de Fazio se sumó la de Luis Fabiano. Todo pudo cambiar si el propio brasileño hubiese marcado al cuarto de hora, cuando envió de un zurdazo el balón al lateral de la red con todo a favor. O si su excelente golpeo en la falta más allá de la hora, y ya con diez, se hubiese vencido del palo hacia dentro. Pero no, el Sevilla está desconectado en la Liga y si no es una expulsión son dos o los postes.

De la desconexión al síndrome. Así se puede resumir lo acontecido en el estadio José Zorrilla. Porque, antes de que Fazio emulara a Daniel y fuera expulsado en el minuto 52 por doble amarilla, el conjunto de Jiménez, con toda su artillería en el campo, no fue capaz de cogerle el pulso al encuentro. Y luego llegó ese maldito síndrome de las tarjetas que el técnico arahalense y los propios jugadores están intentando quitarse de lo alto.

Cierto es que el gallego González Vázquez puso el listón demasiado alto con la primera tarjeta a Marcos en el minuto 23, que tuvo una sucesión muy rápida en las de Víctor y Keita antes de que Fazio viera la primera amarilla en el minuto 40. Pero no es menos cierto que sólo estuvo 12 minutos en el campo con una amarilla antes de ver la segunda en el 52. Y también es cierto que esa amonestación llegó por un error evitable y por otra falta también evitable.

Lo curioso del caso es que el Sevilla sólo vio dos tarjetas más, la de Keita y la de Navas, y ahí sí se puede achacar a la falta de oficio del jugador o a la mala suerte. ¿Cómo se podría haber evitado esa tarjeta? El grupo necesita terapia particular sobre este mal que está lastrando a un equipo que sigue desconectado de la Liga fuera de casa.

El carrerón inicial de Crespo fue un espejismo de lo que acontecería en la primera mitad. Sirvió, no obstante, para que, tras el golpe que recibió de Pedro López no se recuperara y le diera paso a Escudé, que no jugaba desde el pasado 7 de octubre. La línea defensiva, con Fazio, ya se parecía mucho más a la del año pasado. Pero la primera mitad recordó demasiado a la de Praga.

Curiosamente, el Valladolid de José Luis Mendilíbar es el segundo equipo más goleado de la Liga (27 tantos), sólo superado por el Levante, y eso que una de las claves de su fútbol es la presión coordinada de sus jugadores, que empieza con Víctor y Llorente. En ella cayó preso el Sevilla, por mucho que Jiménez pusiera sobre el campo una alineación de Liga de Campeones.

Pero no, Poulsen y Keita se quedaron igual de aislados que ante el Slavia Martí y Renato y la desconexión total impidió poner verdaderamente a prueba a la zaga rival. Cabía esperar la reacción durante el descanso, como acaeció en Praga. Pero sucedió lo de Villarreal y Almería. El Valladolid estuvo dadivoso, Maresca salió para poner de manifiesto que cuando no se puede ganar es mejor intentar empatar y tras la rigurosa expulsión de Luis Fabiano el punto supo a alivio. Por lo menos, parece que la mano de Jiménez se nota en lo de saber defender no con uno, sino con dos menos.

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