Xerez-betis

A trabajarse la fecha (2-3)

  • El Betis regresa al liderato y se sitúa siete puntos por encima de un objetivo que pocos dudan que rubricará. El equipo recuperó un fútbol que debió llevarlo a un triunfo más fácil.

La temporada que antecedió a la del ominoso descenso que tiene hoy al Betis donde lo tiene, el equipo, gracias a los quehaceres de un entrenador como Paco Chaparro, logró dos meses antes de salvarse una victoria en el Vicente Calderón que lo dejó casi con los dos pies en Primera. Luego, el equipo se atolondró y dejó los deberes para última hora, hasta que el objetivo matemático llegó tras un inocuo empate en en casa ante el Valladolid.

El triunfo de ayer en Jerez desprende un aroma similar. Sólo hay que cambiar al veterano técnico trianero por Pepe Mel, al funcional Chapín por el añejo y sabroso estadio del Atleti y a un grupo de futbolistas comprometidos por otro que al sol del mediodía jerezano evidenció que ya estaba bien de dejar pasar trenes en pos de un objetivo obligado, aunque necesitase para rebelarse el aguijón que el xerecista Leandro le clavase a la hora de partido cuando la modorra lo tenía al albur de cualquier contingencia.

Hoy, sólo los béticos dudan del ascenso de su equipo. Los motivos vienen dados por el lógico recelo de quien se juega tantísimo en la cosa y por el fatalismo histórico que sólo ellos tienen presente y que se escapa en otras latitudes e incluso en las que nos engloban si se tuerce por una causa distinta. El resto del mundo del fútbol no apuesta hoy un duro por un Betis de Primera, pero no porque no lo crea, sino porque los dividendos que generaría tal aventura serían mínimos y todo el que juega lo hace con el riesgo disfrazado de morbo, aunque sea mínimo, como compañero.

Pero la victoria del Betis, ésa que lo devuelve a lo más alto para que el Rayo se vea menos Rayo y al Celta como un mal sueño, ya a siete puntos y los que se vislumbran, llegó con sufrimiento. Hasta en eso el equipo quiso ser fiel a sus designios y lo que se presentaba como un mediodía plácido en vistas de su puesta en escena, tornó a victoria no agónica pero sí algo comprometida y absurda.

La clave hay que hallarla en su falta de puntería y en el calor que fue adormeciendo su fútbol, que lo fue desplazando hacia un fútbol cómodo y confiado del que sólo salió por ese gol del Xerez que obró como espoleta y porque en el banquillo visitante Mel volvió a las andadas, es decir, a leer el partido como nadie y mejorar a su gente hasta el infinito.

Ya lo había logrado el técnico madrileño con la inclusión en el once inicial, tras varios partidos imposibilitado por las sanciones, de su trío de centrocampistas. Iriney, Beñat y Salva Sevilla se iban a erigir en dueños del balón y del partido a poco de que su rival sacase de centro y se apoderasen de la primera pelota. El amazonense se ubicó más cerca que nunca de los centrales, el vasco se erigió en mandón y conquistador y el virgitano leyó el fútbol mejor de lo que fue capaz de interpretar.

Salva Sevilla, desde la derecha, se fue a los medios, tal y como hiciese Emana en el otro costado, y habilitó una autopista que no pudo leer un Miguel Lopes pelín desubicado en su reentré pero que sí obró como el espacio desde el que Rubén Castro, muy cerquita del vértice del área, debió perder los miedos a su zurda para romper el partido. Por ahí sí se escapó el gran centrocampista bético, pero que alguien como él desprecie dos pases de gol en el interior del área en pos de disparos ridículos...

Entre eso y que Emana lo veía tan fácil que lo hacía complicado, al Betis se le fue media hora y ya daba la impresión de que se le iba a escapar el partido. Eso frente a un Xerez que no es nada y que malvivió de dos pérdidas de Iriney, más impreciso que nunca como si el bote del balón jugase sólo en contra de él.

Los mercurios no ayudaron ayer en Jerez y al Betis le entró sueño. El ritmo de los últimos minutos de la primera parte y los inicios de la reanudación era otro. Los verdiblancos, que fueron un mundo, algo como de Primera inabordable para el Xerez, se pusieron a su altura y hasta lo superaron con un gol a balón parado a la hora de juego.

Por suerte llegó pronto y el Betis y Mel lo vieron claro. El Xerez supo que era lo máximo, Emana metió una marcha más, Jonathan Pereira se rebeló contra su ninguneo y los goles cayeron, ahora sí, donde debieron haber caído mucho antes. Sólo Casto, como si fuese por aquello de que lo sufrido se saborea más, dio emoción a un pleito liquidado. Con él va aparejado un ascenso casi redactado pero al que hay que ponerle fecha. Sólo queda trabajar para esa rúbrica.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios