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El triunfo de un "niño grande"

  • Diego Costa, que lleva tres goles en el Mundial, parece haber encajado por fin en el equipo español

  • Su corazón y noble carácter lo convierten en una pieza fundamental en el vestuario

Diego Costa, en un entrenamiento.

Diego Costa, en un entrenamiento. / EFE

"Es un niño grande", dicen de Diego Costa los futbolistas y dirigentes de la federación española. Siempre con connotaciones positivas. No sólo es uno de los jugadores más queridos del vestuario, sino también ya su indiscutible delantero.

Aunque fuera con innegable fortuna, el hispano-brasileño protagonizó con su nuevo gol el triunfo español del miércoles por 1-0 ante Irán para aumentar sus estadísticas en el Mundial a unos muy estimables tres tantos en dos partidos.

Hay que darle el mérito que merece a este futbolista de 29 años que siempre tuvo un amplio sector de la crítica en su contra. De sangre brasileña, se nacionalizó español en 2013 para jugar el Mundial de Brasil el siguiente año y desde entonces arrastró acusaciones tópicas: no tiene compromiso, no sabe jugar el fútbol combinativo de la selección, no mezcla bien, tiene un carácter imposible...

Pero nunca arrojó lo toalla. Tampoco los diferentes seleccionadores perdieron la fe en él. Primero, Vicente del Bosque. Luego, Julen Lopetegui. Y en estos momentos, Fernando Hierro. Y ahora resulta que Costa puede jugar con los pequeñitos españoles, que combina bien y que añade registros que le vienen bien al combinado.

Renunció a jugar hasta enero de 2018 al fichar por el Atlético, que hasta comienzos de año no pudo inscribir jugadores por una sanción de FIFA. Una apuesta de carácter. En la federación se inquietaron y algunos medios hablaron de un futbolista descuidado físicamente.

Pero el Costa que se vio a partir de febrero fue el mejor posible: un jugador decisivo para el Atlético, plenamente enchufado con la selección española y en la mejor condición física, como está demostrando en el Mundial.

"Todos lo quieren, es muy amable y siempre tiene una sonrisa para todos", describe un miembro de la federación. "Siempre ha sido así", añade.

En el vestuario también tiene indiscutibles aliados. Además de sus compañeros del Atlético, se lleva especialmente bien con el jefe, Sergio Ramos, quien desde su llegada al equipo nacional lo arropó para que se sintiera bien por más que librara durísimas batallas en el campo con el madridista.

Lo quieren por su buen corazón y nobleza de carácter. Es uno de los principales destinatarios de las bromas porque siempre las encaja bien. Siempre es el que más se ríe.

Todos sus seleccionadores, y especialmente Lopetegui, acudieron al afecto para sacar sus mejores cualidades. Como niño grande que es, se temen una de sus explosiones de ira -muy controladas en los últimos meses- que pudieran desembocar en graves problemas, fatales en un torneo como el Mundial. De momento, su comportamiento está siendo impecable.

Sus tres goles con la selección española en el Mundial explican qué tipo de futbolista es. El primero llegó en una colosal jugada individual contra toda la defensa portuguesa, el segundo fue de puro delantero centro al completar una jugada de estrategia y el tercero, el de Irán, lo consiguió tras pelear una pelota que parecía imposible.

De todas formas, su nervio sigue intacto y así se vio tras el encuentro del miércoles cuando atendió a un periódico iraní. Le hablaron de la "provocación" que, según dijo, acompaña su forma de jugar y Costa le pidió al periodista que se quitará la camiseta de su selección y que no le hiciese más "preguntas tontas".

Lo indiscutible es que Costa pasó a otra dimensión durante este Mundial en apenas dos partidos. Pero fueron ese tipo de actuaciones que acaban fulminantemente con cualquier debate. Seguramente, Costa también puso mucho de su parte.

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