Celta-Betis

Una victoria en el armario (1-1)

  • El Betis sostuvo al Celta y gozó de mejores ocasiones Merino, con los cambios, estropeó su gran plan inicial.

Con miedo no se va a ninguna parte. El Betis obtuvo un punto en Balaídos que, pese a poderse considerar un rédito valioso, debieron ser tres por el desarrollo del partido, ya que pese a que el Celta dominó más el balón, los verdiblancos disfrutaron de las mejores ocasiones, fruto de un orden y una competitividad que emanaron del mismo hombre que los disolvió: Juan Merino. Así, la victoria se quedó en el armario.

Debió el Betis firmar su salvación en la húmeda noche viguesa pese a que en los albores del pleito daba la impresión de todo lo contrario. El Celta apretaba y Petros, la novedad del linense en el once inicial, andaba por el césped sin norte alguno. Fue un espejismo, pese a un disparo al palo de Guidetti que de ir adentro quizá se hubiera topado con la mano de Adán.

Y fue pura ilusión porque más trascendencia que la entrada de Petros por el lesionado Jorge Molina tuvieron los cambios de posición de dos hombres que iban a resultar clave en el partido. Merino adelantó a Dani Ceballos a la línea de mediapuntas, pero no lo puso por el medio. Por ahí goza de más velocidad y visión de juego Joaquín y así los ubicó, con el utrerano en la izquierda y el portuense justo por detrás de Rubén Castro.

Por ahí ganó el Betis el pulso al Celta, justo cuando el utrerano se fue a los medios para organizar el juego y le dejó la banda a un Montoya pletórico. Las subidas del lateral fueron acoquinando al Celta y en una de ellas llegó el gol de N'Diaye, tras un despeje fallido vigués y un posterior rebote dentro del área que favoreció al jugador de Viladecans.

Así, muy asentado tras el gol, fue creciendo el Betis, a cada minuto más competitivo y ordenado, con coberturas y ayudas constantes de N'Diaye, del propio Montoya, hasta de Musonda y un inquietísimo Rubén Castro... Sólo Dani Ceballos y Joaquín campaban a su antojo. El primero, de la izquierda al medio; el segundo desde el centro cayendo a los dos interiores, como en la jugada en la que desde el izquierdo se fabricó un eslalon en lateral que concluyó con un disparo al palo.

Un buen Betis. Quizá el mejor forastero de Merino, pese a la exhibición en Cornellà, por la entidad del adversario, un Celta al que llegó a empequeñecer y desesperar y al que debió sentenciar Rubén Castro nada más salir de casetas al enviar picado sobre el portero y desviado un gran centro de Dani Ceballos. Lo excusa su extensa carrera, desde campo propio.

Pero no dejó de ser el primer error del Betis. Los siguientes llegarían de la mano del hombre que había dado con el planteamiento ideal, al punto de que hasta Petros ya medio funcionaba e incluso Pezzella era capaz de cruzarse o lanzarse al suelo a rebañar balones a pies de los delanteros celestes. Tanta era la intensidad defensiva del Betis que el plan de Berizzo, lastrado por dos sustituciones tempranas por lesión, se redujo a colgar un balón tras otro para regocijo de Adán.

El Celta mandaba en el balón, el Betis, en el juego y en el partido. Y lo hacía, básicamente, gracias a un gran Dani Ceballos, aglutinador y lanzador de un Betis que con su salida amilanaba y desesperaba al rival.

Pero a Merino le entraron los miedos. Primero sacó al utrerano quizá debido a una tarjeta amarilla que vio. Dio entrada a Cejudo, con demasiado partido por delante, casi media hora. El Betis se deshilachó y hasta se desordenó. Diez minutos después sacó del campo al otro punto de conexión con Rubén Castro, Joaquín. Quizá el portuense, que debió haber marcado de córner directo justo tras el cambio de Dani Ceballos, andaba a esas alturas fatigado. Pero dar entrada a Xavi Torres...

Ahí se acabó el Betis, máxime cuando, poco después, otro de sus mejores hombres, el que había escupido cuanto intentó el rival, falló en un disparo raso del Tucu Hernández al primer palo. La esperaba al segundo y se la comió. Un fallo letal, como otro posterior de Rubén Castro, ya con todo a favor del Celta. El canario volvió a picar el balón, esta vez sin sentido porque tenía disparo, y Cabral sacó su blando globo sobre la línea. Les faltó acierto a los que nunca yerran, pero sobre todo faltó valentía en el entrenador, que debió haberse cubierto de gloria por sus acertadas variantes tácticas si al fútbol jugaran once y no catorce.

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