La Crónica

¡Qué vivito que estaba! (0-2)

  • El Betis no había perdido el libreto en su mala racha y lo demostró en una plaza fuerte en la que reforzó el triunfo frente al Valencia · Mel y sus hombres apabullan tácticamente a Manzano y los suyos.

 

Cuando la parte más cercana del orbe balompédico se echaba las manos a la cabeza por la continuidad de un entrenador que había osado llevar a su equipo a la ridícula suma de un punto de treinta, más allá de haber sido el muñidor de un estilo propio o de haberlo devuelto a la élite, el fútbol se empeñó en ser justo con una persona que había provocado la ruptura de esa máxima que es la destitución de quien trabaja, sufre y muere, deportivamente, en un banquillo. 

Quizá, el fútbol le habrá dado mucho a Pepe Mel y, seguramente, bastante más de lo que él podrá devolverle durante su andar por él, pero hace unos días, en Pamplona, y fechas más atrás estuvo a punto de dejarlo sin la oportunidad de decirle a aquéllos que no creen en él o que dejaron de hacerlo que su equipo era capaz de vencer al Valencia y que, con esa fe y esas ganas, iba a perpretar la machada de ganar donde ningún otro equipo lo había logrado a la fecha, en el Vicente Calderón, ante un Atlético que se entretenía en golear a casi todo el que osaba incordiar por la ribera del Manzanares, para demostrar que nada fue casualidad. 

Pero a Mel lo dejaron con lengua y su equipo habló claro y en voz alta. Y lo hizo porque nunca se había ido, porque siempre estuvo ahí, porque su encefalograma tiene picos y valles y en absoluto se parece al del grupo de futbolistas mal adiestrados que tuvo ayer enfrente. 

Y fue por ahí por donde el Betis iba a comenzar el dibujo de victoria tan catártica como la conseguida ayer ante los rojiblancos. Mel, seguramente, se ha hecho más entrenador en estos tiempos de negaciones y, entre otros asuntos, ha debido colegir que a la hora de los planteamientos hay que contar algo más con el rival. Bien porque el Betis no es que ande como un tiro, bien porque siempre fue la asignatura más flojita del técnico, pero, sea como fuere, su planteamiento se reveló soberbio. 

Cuando más de uno andaba en el sofá de su casa maldiciendo la alineación conjunta de Cañas e Iriney, éstos demostraron que nunca un futbolista excluye por principio a otro. El roteño se situó como cierre, como eje de un 4-1-2-3 que sirvió para meter gente en el medio y anular, hasta el punto en el que se puede, la genialidad de Diego, un futbolista superlativo que malvive en un equipo sin ideas y en el que todos la quieren cortita y al pie. ¡Vaya mentira lo de este Manzano al que tan bien conocen por Nervión! 

Con un dibujo similar, un 4-1-3-2 con Assuncao en el cierre y Gabi y Turan a los costados del genio brasileño trató de vivir el Atlético. Pero el turco sólo va a las claritas y al repatriado le falta una marcha para moverse en un equipo con aspiraciones. 

Así, con Cañas en plan mandón y con la raza de Iriney a punto, sí sorprendió la prestancia de la zaga y, fundamentalmente, de los centrales en los escasos balones servidos desde los costados que sembraron alguna inquietud en las cercanías de Casto, quien se maneja con una agilidad capaz de rebotar en un cristal sin partirlo. 

Siempre fue la razón de ser del Betis: el centro de su defensa. De ahí manan su seguridad y su inseguridad. Ayer, en unos terrenos prudentes y con el auxilio de Cañas, atiborró de confianza al resto del equipo, al punto de que sólo la conexión de Beñat con los delanteros impidió meterle los miedos bien adentro al rival para que hubiese caído incluso antes. 

Sin ese penúltimo pase para llevar el fútbol al balcón del área, puede bastar, en todo caso, algo de arrojo y saber aprovechar el error ajeno, justo lo que hizo Pozuelo antes de batir a Courtois a poco de iniciada la segunda parte. El gol era justo lo que faltaba para lo que se veía venir: un Atleti hecho un flan, una grada crispada contra Manzano y Gil Marín y un entrenador, el rival, que empeoró a su equipo con los cambios como si lo hiciese queriendo para acabar con su calvario. 

Al Betis no le importó ni quedarse injustamente con diez. Sufrió, eso sí, porque hubo de pertrecharse atrás. Pero eso le sirvió para afianzar su idea solidaria. Porque en el libreto de Mel, en el de este Betis, es la base del equipo. Y como no la había perdido porque estaba muy vivito...

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