Economía

Los Cárpatos no saben de 'burbuja'

  • Rumanía intenta atraer a los constructores andaluces con el atractivo de su pujante economía y una población que, paradojas, desconoce aún la deuda hipotecaria

Difícilmente podían imaginar los constructores andaluces, cuando arrancaba la década, que el estallido de la burbuja inmobiliaria iba a acortar tanto el trecho que les separaba de los lejanos Cárpatos. Abrazado el capitalismo y luciendo su condición de recién llegada al club de la UE, Rumanía ha echado el anzuelo en la comunidad, como en el resto de España, con una consigna adaptada al escenario actual: si es usted empresario y la desaceleración engulle buena parte de sus posibilidades, invierta en mi país.

Intuida la oportunidad que abre de par en par el mercado del Este, la Cámara de Comercio de Sevilla reunió ayer a más de cien responsables de empresas interesadas en asentarse al otro lado del viejo Telón de Acero. Una jornada informativa encabezada por la embajadora de Rumanía en España, María Ligor, y su encargado de Asuntos Europeos, Andrei Luca, que colocó al país en un halagüeño escaparate en el que el PIB crece a un ritmo del 5,7% (más del doble que en España), la inflación mengua hasta el 6,5% (superaba el 40% en 2000) y el paro, en una envidiable tasa del 4,1%, se torna pleno empleo en Bucarest. Y lo más atractivo: una incipiente clase media que, al más puro estilo de la que floreció en España al calor de los 80, ha descubierto los placeres del consumismo.

No todos los presentes ayer en la sede de la Cámara de Sevilla eran constructores -la nómina la completaban firmas de energía renovables, químicas o componentes de automoción-, pero el pragmatismo impone su ley por la inercia de las cifras: el 49% de la inversión española en Rumanía en el periodo 2004-2006 procedía del ladrillo, y ese sector fue el blanco de casi todos los mensajes. A ellos les detalló Jorge de Dios Molina, director de la recién inaugurada primera oficina de La Caixa en Bucarest, el potencial de un país en el que, a diferencia de lo que ocurre en España, sus habitantes no tienen cargas hipotecarias porque compraron las viviendas estatales a muy bajo precio cuando se derrumbó el comunismo.

Empresas como Tercialia, Gea Prasa o Grupo Lar constatan la pujanza de un incipiente nuevo foco de negocio que, según datos oficiales, demanda un millón de nuevas viviendas. La sevillana HL1, que desembarcó en Bucarest en 2006 y cuenta con seis grandes proyectos en la capital, subrayaba, por boca de su country manager, Alberto Escribano, el atractivo de un país en el que la construcción crece un 17% cada año, el 80% de los edificios acumula más de 20 años de antigüedad y el suelo ha pasado, por fin, de la especulación a profesionales del sector. El mensaje caló: tras la sesión los empresarios interesados en invertir habían concertado 27 entrevistas con los ponentes.

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