La obsesión por reducir costes es una constante en Ikea: se tiende, por ejemplo, a crear almacenes junto a las tiendas, a investigar en materias primas, a apostar por las renovables para ahorrar en energía. Ikea también incluye en los contratos con sus proveedores códigos de conducta que tienen como finalidad el ahorro de un 40% en los costes de producción, para repercutirlo directamente en el precio final del producto.

La consecuencia es que, según asegura Ikea, los precios de sus productos se han rebajado más de un 30% desde 1996, fecha en la que la multinacional sueca llego a España. La famosa mesa Lack, costaba 29,9 euros hace 13 años y hoy vale 4,99. Ello ha sido posible gracias, ente otras cosas, a que antes era todo de madera y ahora su interior está formado por pliegues de cartón. Las pruebas de calidad han demostrado que este cambio no ha afectado a la resistencia del producto y ha reducido su peso.

El ahorro incluye la energía. Así, las tiendas cuentan con placas solares térmicas, y en el caso de Jerez se instalará una planta geotérmica, que aprovecha el calor del vapor de agua proveniente del subsuelo para producir electricidad. También se está estudiando la posibilidad de instalar allí una planta fotovoltaica. Otro concepto medioambiental vinculado con el ahorro es el de los residuos: Ikea separa hasta 18 residuos en sus establecimientos y ya logra reciclar un 80% de los desechos. El objetivo es llegar al 90%.

Y, como no, Ikea traslada ese concepto de eficiencia energética a sus propios productos. En las cocinas ya hay grifos adaptados para consumir menos agua, y los electrodomésticos son de eficiencia A. "El objetivo es que en el año 2015 el impacto ambiental en el hogar del cliente se reduzca a la mitad", dice Mercedes Gutiérrez, responsable de Responsabilidad Social Corporativa de Ikea Ibérica.