DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Educación

El arte diabólica

  • La educación española ha sido envenenada por intereses ajenos a ella y se ha sacrificado el futuro del país en beneficio de irresponsables de diversa orientación ideológica.

LUIS REY GOÑI

Director del Colegio

de San Francisco de Paula de Sevilla

Cualquier idea de que los españoles somos particularmente incapaces para las lenguas se da de bruces con los hechos: a ojo de buen cubero, un tercio de la población es bilingüe –español y lenguas cooficiales. A eso hay que sumar el número creciente de los que se van manejando en lenguas extranjeras, así como la evidencia científica de que no hay diferencias genéticas entre los pueblos para hablar con corrección. No obstante, saliendo al exterior se percibe mayor dominio de idiomas.

Los planes educativos de la Unión Europea son bastante similares en cuanto a horario docente de la primera lengua extranjera; la única diferencia reseñable es que, en algunos países, es más fácil estudiar dos o tres idiomas además del propio.

Por otro lado, la cantidad relativa de escuelas de idiomas muestra que los españoles tienen, en apariencia, más interés por ellas que muchos europeos (gráfica 1).

Sin embargo y por desgracia, la percepción referida coincide con los resultados de una de las principales pruebas lingüísticas, la del Proficiency: estamos en el furgón de cola, tanto en aprobados como en notas altas (gráfica 2).

Esta situación contrasta con varios factores: a) el citado número de academias; b) el impulso educativo que el sector público –mayoría absoluta en la enseñanza– intenta dar a las lenguas extranjeras: centros bilingües, asignaturas en otros idiomas; c) la temprana introducción del inglés en muchas guarderías y escuelas infantiles, gracias a la buena voluntad de su personal; d) los medios técnicos actuales, como televisión e Internet; e) el evidente interés de muchos padres por que sus hijos aprendan idiomas.

Las causas son múltiples. He aquí algunas:

Los mayores de cuarenta años (50 por ciento de la población) recibieron una formación en idiomas, en general, muy pobre: era la dictadura, una sociedad aislada del mundo y con un sistema educativo tremendamente pobre y atrasado, cuyas consecuencias aún está pagando el país –a fin de cuentas, los que dirigen ahora se formaron entonces. En tantos aspectos, la educación española va penando desde que la guerra civil diera al traste con el fantástico esfuerzo del primer tercio del siglo XX (Institución Libre de Enseñanza, Institutos-Escuela, Junta de Ampliación de Estudios, tantos brillantes exiliados…)

La otra mitad se ha formado en un ambiente educativo progresivamente convulso. Desde 1984, y mucho más desde 1990, la educación española ha sido maltratada, vapuleada, envenenada por intereses ajenos a ella. Cuando la economía empezaba a levantar cabeza, la inversión educativa se ha entorpecido o malogrado por un exceso de polémica, sacrificando el futuro de todo el país en beneficio personal de un puñado de irresponsables de diversa orientación ideológica. Esas convulsiones han sido perversas porque no sólo han restado eficacia, sino que han desacreditado la labor educativa –y por ende el aprendizaje.

Una causa adicional ha sido el enfoque económico nacional, y singularmente la burbuja inmobiliaria. El mucho dinero rápido ha escondido la necesidad de profundizar en formación e investigación. Significativamente, cuando la burbuja estalló se registró un repunte en la FP. España ha invertido en educación mucho más que antes, pero mucho menos que los países vecinos y con mucho menor énfasis tanto en formación del profesorado como en lo fundamental que ella resulta para los alumnos (la sociedad del futuro).

Es por otra parte esencial recordar que, pasados los primeros años de vida, un buen aprendizaje de idiomas sólo es posible sobre una sólida base de la lengua materna. Y lamentablemente el dominio del español ha ido empeorando: basta oír el paupérrimo lenguaje cotidiano. Además, mientras que en otros países la televisión es un poderoso instrumento educativo –con ciertos programas de calidad y la emisión de películas y series en versión original–, la memez de lo nacional y el doblaje de lo importado han hecho de muchas cadenas españolas un instrumento de idiotización general; singular e inconcebiblemente, las de titularidad pública.

El impulso de los centros bilingües se ve a su vez obstaculizado por tres factores: falta de profesores nativos o de nivel muy alto, insuficiente número de horas en lengua extranjera y excesiva edad inicial de los alumnos. Todo esto se combina con las convulsiones antedichas en un ejemplo grotesco: las clases de Ciudadanía en inglés que se imparten en Valencia; parafraseando a Churchill, nunca tantos hicieron tanto tan mal.

Los padres deben así esforzarse muchísimo para estimular a sus hijos, incluso con academias y viajes al extranjero (los que pueden pagarlo: los que no, a aguantarse, que los fallos de los dirigentes los pagan siempre los más pobres). Pese a ello, un alto ejecutivo multinacional se quejaba recientemente de lo que cuesta intentar enseñar inglés a los adultos y de lo que se pierde porque no lo dominan.

Lástima: la receta es bien simple. Si todos aprendemos más o menos correctamente la lengua materna, por algo será: basta sumar estímulo (el niño quiere comunicarse si le ve un sentido), buenos profesores (los hablantes nativos) y edad adecuada (cuanto antes). Algo que Moratín, padre, plasmó genialmente en un epigrama tan citado como, en la práctica, desoído:

"Admiróse un portugués de ver que en su tierna infancia todos los niños en Francia supiesen hablar francés. Arte diabólica es, dijo, torciendo el mostacho, que para hablar en gabacho un fidalgo en Portugal llega a viejo y lo habla mal; y aquí lo parla un muchacho".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios