El Fiscal

Francisco Vélez, la tragedia gregoriana de un presidente valiente

Francisco Vélez, presidente del Consejo de Cofradías.

Francisco Vélez, presidente del Consejo de Cofradías. / Antonio Pizarro (Sevilla)

Ahora no se quejarán quienes despotrican del Consejo y lo reducen a un organismo limitado a elegir recitadores de ripios y a la venta de sillas. Hay que reconocer que el equipo de Francisco Vélez está empleando muy bien la mayoría absolutísima con la que le premiaron los hermanos mayores en las pasadas elecciones. Distinto será el tino que se tenga, los criterios que se apliquen y el resultado que se coseche. El Consejo afronta con toda determinación la muy necesaria reducción de sillas en Sierpes. Antes, mucho antes se tendría que haber asumido este recorte. El presidente anuncia “dramas”, pero hay que apoyarle en este asunto y recordarle que mejor pequeños dramas con solución (sillas en otros sitios) que tragedias irreversibles. Vélez no se equivoca en el espinoso asunto de Sierpes, como no lo hicieron otros presidentes al vallar la Avenida o informatizar la carrera oficial. Sierpes es heredera del desorden de sillas que provocaba el descontrol absoluto en tiempos pretéritos, cuando los silleros hacían y deshacían a su antojo. El presidente sufrirá pero Sierpes le va a quedar de dulce. Sin miedo, presidente.

Otra cosa es la gran reforma de los días de Semana Santa, que genera ya una ristra de comunicados de protesta, rechazo o disconformidad de determinadas hermandades. Nos gustó de nuevo la valentía en asumir la empresa, pero no que naciera limitada de origen (que sean implanteables, por ejemplo, los cambios de día de algunas cofradías) y con unos criterios tasadores entre irrisorios y absurdos propios de ingenieros consultores cuando aterrizan en una empresa y vuelven locos a los directivos. No se garantiza el regreso de las cofradías a una hora adecuada, probablemente porque esta Semana Santa es hija de aquellos tiempos en que se aprobó alegremente el ingreso de nuevas cofradías. No se proyectaron las cosas a medio plazo. Y ahora son otros los que tienen que coger este toro por los cuernos... con riesgo de revolcón.

Las negociaciones para la reforma provocan heridos. Y eso siempre es un riesgo. Aun así, un presidente que se mete en jaleos y no se limita a lucir el chaqué merece todos los respetos. La clave de todo, como siempre, será la buena voluntad. Y eso no se puede garantizar, ni tasar, ni calcular con algoritmos ni baremos. Al final acabaremos diciendo aquello de monseñor Asenjo: “Dejadnos en paz”. Nos estamos pasando (otra vez) con el mal necesario de la logística cofradiera.