El Fiscal

Todo pasa

  • Hoy comienza una Semana Santa idónea para la reflexión personal, para honrar a quienes durante muchos años la vivieron con nosotros

La reflexión de un sevillano tras pasar el Cristo de la Salud La reflexión de un sevillano tras pasar el Cristo de la Salud

La reflexión de un sevillano tras pasar el Cristo de la Salud / Javier Navarro

SE irá esta Semana Santa que hoy empieza a acabarse como se fue el Cristo de la Salud aquel día que los zancos del ánimo estaban clavados en los adoquines del alma. Quedó la amargura de aquellas horas como de esta semana quedará el vacío que es expresión de una nostalgia desgarradora. Echaremos de menos lo que no vivimos, que eso solo ocurre con algo tan auténtico como la Semana Santa.

Dicen que no se quiere lo que no se conoce. Nosotros queremos la Semana Santa aunque no la veamos, como se quiere a una madre que se murió un Domingo de Ramos. Ay, quién te iba a decir que el día de mayor gozo de los católicos sevillanos se te iba a parar justo delante el paso en el que todos calzaremos para abandonar este valle de lágrimas. Y ahora, otro Domingo de Ramos con esa amargura a cuestas que se escribe en minúscula pero que se sufre como los chorreones de cera que abrasan las manos del niño que siempre somos.

Se marcha el Señor con los claveles rojos y los lirios salpicados, con esos candelabros altos como cipreses y la escolta de gala de Artillería, y tú te quedas en reflexión, como después de cada misa. Ni miras los penitentes. ¡Cómo los va a mirar! Si tú eres uno de ellos desde aquella Semana Santa. Claro que ellos no saben que tú abrazas tu cruz y que adornas de flores cada recuerdo. La abrazas porque así te lo enseñaron. La cruz nunca se rechaza, se acepta. Ese abrazo es uno de los símbolos de los primitivos nazarenos de Sevilla. Y tú, sin ganas algunas, abrazaste aquella Semana Santa sin duda mucho más difícil que la que hoy comienza.

Reflexionaste ajeno a todo cuanto ocurría. Avanzaba la cofradía y estaba pasando media vida ante tus ojos. Cruces, cirios. Viejos y jóvenes. Niños con sus madres, adolescentes con sus novias. Globos al aire, manos cuarteadas, cera blanca. Tu reloj marcaba las horas de aquel día. Eran las cuatro y media de la tarde y el Señor se había ido. Ni siquiera contemplaste la caída de sus brazos cuando ya había pasado.

Quiso el destino que todo ocurriera en Semana Santa, aquel Domingo de Ramos en que salieron todas las cofradías. Las cosas importantes ocurren en Semana Santa. Cuanto ocurre en Semana Santa se recuerda para toda la vida. Y como este año nos obligan a revivir no hay nada mejor que la fotografía que expresa la verdad de la Semana Santa, la imagen que aúna la tristeza recién estrenada con la cofradía que pasa, que es la vida que transcurre, que avanza, que se marcha con lentitud, pero se marcha al fin. Las manos entrelazadas como el Señor que reza sentado. El de las Penas tenía que ser.

Hoy se nos comenzará a ir la Semana Santa del recuerdo, la que cada uno reconstruye a falta de cofradías en la calle. Tú recordarás esa Semana Santa de 2015, otros evocarán las suyas, quizás algunos lo hagan hasta en blanco y negro. Un día de lluvia, una tarde de júbilo, una bulla interminable, una parada en una taberna, una mañana luminosa, la misteriosa mirada de aquel nazareno, la chicotá interminable, el tío del bombo que casi nos da con el mazo, el guiño del amigo capataz, el cabezazo del fiscal de cruz... Estos días de recuerdo sabemos cuál será el tuyo, como el de tantos sevillanos que aman la Semana Santa, que la tienen como el reloj de sus vidas, que siempre la esperan como a un paso de palio, que la vinculan a los hitos de su existencia. Nacer, vivir, abrazar la cruz y honrar a los difuntos. La de 2020 es una buena Semana Santa para colocar flores en el altar de los recuerdos.

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