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Elecciones

La 'Italia' que nos espera

  • La inestabilidad marca la república italiana desde su fundación en 1946. Un total de 41 primeros ministros han formado 65 gobiernos en 70 años.

La democracia española está abocada a la un gobierno de coalición por primera vez bajo el actual marco constitucional. El sistema electoral, proporcional y basado en la Ley D'Hondt, fue diseñado para formar mayorías fuertes y la sobrerrepresentación de partidos cuya fortaleza se concentra en pocas circunscripciones, como es el caso de los nacionalistas. Estos esquemas se han quebrado con la irrupción del cuadrilátero político que dibujó el 20-D y que presumiblemente se confirmará tras el 26-J. Con cuatro partidos de ámbito nacional incapaces de alcanzar mayorías claras en las Cortes, los gobiernos bi, tri o incluso tetrapartitos cada vez serán más habituales. La cuestión que se cierne sobre la política española es si su italianización irá más allá de la importación de expresiones como sorpasso o casta, tras una legislatura de apenas seis meses.

Y es que si hay un país con experiencia en coaliciones y gobiernos breves es el transalpino. Desde la instauración de la república en 1946, sus presidentes han encargado a un total de 41 primeros ministros la formación de 65 gobiernos, algunos de escasas semanas de duración, como el de Amintore Fanfani, de Democracia Cristiana, investido el 18 de enero de 1954 y cesado el 8 de febrero de ese mismo año. El récord de longevidad política está en manos de Silvio Berlusconi, cuyo primer Gobierno de la XIV legislatura logró aguantar entre junio de 2001 y abril de 2005.

Hasta la caída del Muro de Berlín, la política italiana se caracterizó por el liderazgo de la Democracia Cristiana (DC) y el bloqueo al Partido Comunista Italiano (PCI), que fue mantenido al margen del poder de forma sistemática pese a ser la segunda formación más votada desde 1946. El margen se estrechó especialmente en la década de los 70, bajo el liderazgo de Enrico Berlinguer, cuando surgió el término sorpasso para designar el momento en el que el PCI lograra superar a Democracia Cristiana. El sorpasso no se produjo finalmente, aunque en las elecciones de 1976 la brecha se redujo a poco más de cuatro puntos. La marginación del PCI se enmarca en el contexto de la guerra fría, y fue posible por el temor -tanto interno como externo- a la influencia soviética en una de las principales economías occidentales. Para lograrlo, la Democracia Cristiana, con figuras clave como Giulio Andreotti, cuatro veces primer ministro y senador vitalicio, fue articulando sucesivos pactos con el resto del arco parlamentario, poniendo a prueba la llamada finezza de la política italiana. Hasta 1981, los democristianos coparon el cargo del primer ministro, cediendo el liderazgo entre 1983 y 1987 a los socialistas de Bettino Craxi, tercera fuerza a gran distancia del PCI y DC. Este sistema se vino abajo con el escándalo Tangentópolis y el proceso Manos Limpias, surgiendo nuevos actores como Forza Italia de Silvio Berlusconi, la Liga Norte y un conglomerado de fuerzas de izquierdas.

Una de las causas de la inestabilidad estriba en el sistema electoral. Hasta la reforma de 1993, se empleó un reparto de escaños de una proporcionalidad casi perfecta entre los porcentajes de votos y el número de representantes. Tras el escándalo Tangentópolis, el Parlamento votó la Ley Mattarella, que introdujo un sistema mixto tanto para el Senado como para la Cámara de los Diputados: tres cuartos de los 630 diputados y 315 senadores se eligen por un sistema mayoritario, similar al británico, designando al candidato más votado de cada distrito. El 25% restante de los escaños se asignan mediante un sistema proporcional. En 2005, Berlusconi introdujo una nueva reforma, anulada posteriormente por el Tribunal Constitucional, que otorga automáticamente el 55% de los escaños al partido más votado para garantizar la gobernabilidad. Este premio se ha mantenido en la Ley Itallicum, que logró sacar adelante el primer ministro Matteo Renzi en mayo de 2015. Está por ver si contribuye a la gobernabilidad, ya que pese a las reformas, la fragmentación sigue caracterizando la escena política italiana, con más de diez partidos con representación parlamentaria en todas las legislaturas.

El Senado también ha tenido un rol crucial en la inestabilidad. A diferencia del español, la Cámara Alta italiana ha disfrutado de importantes competencias, hasta el punto de que se tildaba al sistema transalpino de bicameralismo perfecto, puesto que prácticamente tenía las mismas atribuciones que el Parlamento. Esto se pudo comprobar con el esperpento del relevo de Giorgio Napolitano al frente de la Presidencia de la República, quien se convirtió a regañadientes con casi 90 años de edad en el primer presidente reelegido ante la falta de acuerdo entre los partidos. Precisamente, uno de los últimos logros de Renzi ha sido limitar los poderes del Senado, medida que debe ser ratificada aún por referéndum.

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