el Descreído

¿Cuándo empieza el debate?

  • El encuentro entre los candidatos fue tan gris y frío como el escenario

LUNES 13 de junio. Fecha marcada en rojo por todos los partidos casi como la más importante de toda la campaña electoral. Toca debate. Rajoy, Rivera, Sánchez e Iglesias se ven las caras para confrontar sus visiones de España. Es el momento de ver para qué han servido las horas de preparación que no dejan escapar ni el más mínimo detalle. De calibrar el alcance de los sesudos análisis sobre la conveniencia o no de llevar corbata y sobre el color de la misma en caso de optar por ella. De ver cómo de buenos han sido los sparring que han hecho de rivales para poner contra las cuerdas al aspirante y preparar todas las salidas posibles. Todas las televisiones serias y las radios nacionales abandonan durante un par de horas sus parrillas de realities y fútbol para poner la mirada sobre la política. El escenario vuelve a ser serio y contenido, casi tanto como Campo Vidal, quien comienza a rivalizar con Matías Prats padre en longevidad profesional. España se paraliza para asistir a un encuentro más importante aún que el de la selección al mediodía. Diez millones de espectadores ponen en tela de juicio a quienes dicen que estos comicios no interesan a nadie.

Dan las diez y comienza el debate. Como si de una final de Champions se tratara, la cosa arranca con tanteos entre los contendientes y un juego bastante limpio. Nada de balonazos ni entradas a media altura para lesionar al contrincante. Pasada media hora se acaba la analogía con el deporte rey porque se confirman los peores presagios y la cosa no avanza. Lo que debía ser un duelo de altura se convierte en una plomiza tarde de toros. Corrida de expectación, corrida de decepción. Ninguno de los primeros espadas despunta, ninguno hace una faena ligada y ni siquiera los toricantanos hacen gala de la ambición propia de quien quiere despuntar en el complicado mundo de la lidia. Se ve que el ganado tampoco da juego. Así anda la fiesta, que ya no la cuidan ni quienes viven de ella.

Dan las doce y media de la noche y con los ojos cargados de sueño los últimos valientes que han asistido al debate se van a la cama rumiando el resultado. El encuentro, planteado a la americana con tres presentadores para darle la viveza que no tuvo el cara a cara de diciembre, concluye con la sensación de que allí ha pasado muy poco. Rajoy se ve ganador porque sale vivo; Iglesias avanza porque sigue puliendo esa imagen de socialdemócrata amable que le han dicho que tiene que mantener estos quince días; Rivera coge algo de fuelle en busca de territorios propios tras unos meses en los que ha sembrado no pocas dudas, y Sánchez, ay, Sánchez, hasta se da con una rama camino de casa cuando graba un vídeo en el móvil para dirigirse a los suyos. El televidente/votante debe conformarse con preguntarle a la almohada cuál es el país que unos y otros quieren, qué propuestas han hecho y qué objetivos se han marcado. Igual Morfeo aclara lo que no han querido hacer los aspirantes. Gris e inexpresivo, como el escenario elegido, acaba el encuentro. ¿No decían que era el momento para ver otra cosa? Parece que habrá que seguir esperando a que arranque el debate.

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