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Un Rocío sin romería

El Rocío del coronavirus: barcazas sin romeros en Coria del Río

  • Al embarcadero de esta localidad no llegarán este año las hermandades de Andalucía oriental

  • Cola de devotos para venerar al Simpecado del Rocío en el día de su salida

Una madre acaricia a su hijo ante el Simpecado de Coria.

Una madre acaricia a su hijo ante el Simpecado de Coria. / Juan Carlos Vázquez

Bajo una frondosa parra un grupo de tertulianos comentan las novedades del recién estrenado día. Algunos de ellos tienen la mascarilla colgada de la oreja mientras dan el último sorbo al café. Uno de los integrantes ha comenzado ya con la cerveza, pese a que el reloj no marca ni las 11:00. Se encuentran en la terraza de un bar que mira de frente y por derecho al Guadalquivir, río que cambia de talla al pasar por Coria. Por estos lares se vuelve inconmensurable. XXL. Ancho y de lejano horizonte. Anticipo de la marisma que trae una suave brisa mañanera a este pueblo con hechuras de ciudad. 

Los veladores guardan su debida distancia. En el mostrador, un cartel avisa a "los señores clientes" de que no se sirve en la barra. Limitaciones de la fase 2 en un mayo que sigue escalando grados en el termómetro. Por ahora este martes se mantiene soportable. "Ya verás cuando el viento pare", avisa uno de los tertulianos, ensimismado con el vaivén de las hojas de los altos eucaliptos. 

Hasta allí llegan Los Cancelos. Padre e hijo forman esta pyme familiar que lleva "toda la vida" dedicada a la pesca y venta de albures, el peculiar sushi coriano, tierra por cuyas venas corre sangre antigua de samuráis. Ya han vendido toda la mercancía que capturan antes de la seis de la mañana. "Depende siempre de las mareas", refiere el patriarca de esta saga mientras deposita en un cubo las vísceras del manjar. "No saques eso, hombre, que vaya vista le vas a dar al pescado", espeta al fotógrafo mientras limpia la carretilla de hierro que hace las veces de puesto ambulante. 

'Los Cancelos' limpian su puesto ambulante tras vender todos los albures. 'Los Cancelos' limpian su puesto ambulante tras vender todos los albures.

'Los Cancelos' limpian su puesto ambulante tras vender todos los albures. / Juan Carlos Vázquez

A la orilla del pueblo llega la barcaza donde otras primaveras arribaban rocieros lejanos. A estas horas, ya habría pasado Fuengirola, con sus redes de pescar y conchas en la carreta del Simpecado. Hoy lo hacen turismos que, poco a poco, van recuperando la normalidad perdida en dos meses. "A primeros de junio retomaremos el horario habitual, hubo semanas en que no venía nadie", refiere el barquero. Uno de los ocupantes de la embarcación, conductor de un camión de hierros, se dispone a desayunar. Saca un bollo y lo desmigaja con las manos tras limpiárselas con gel hidroalcohólico. "Llevo desde las siete de la mañana sin probar bocado. Las tripas están dando un concierto", detalla este robusto trabajador mientras lanza al río las migajas, para alegría de unos pescados que al instante las atrapan. 

Los conductores y pasajeros vienen con mascarillas a este tránsito fluvial donde cada año se mezclan los pañuelos al cuello con sombreros y volantes. El Guadalquivir ejerce en Coria de frontera natural entre las dos Andalucías, la que defendió como una sola patria Blas Infante, vecino y notario de la localidad ribereña. El abrazo rociero entre el Oriente y el Occidente del sur, hilvanados en la espina dorsal que culmina en la marisma, intuida, que no palpada, en estos tiempos de pandemia

Los balcones de Coria recuerdan un Pentecostés sin romería. Los balcones de Coria recuerdan un Pentecostés sin romería.

Los balcones de Coria recuerdan un Pentecostés sin romería. / Juan Carlos Vázquez

El centro de Coria refleja la vida a la que obliga la desescalada. Largas colas ante los cajeros automáticos. Alguna que otra riña entre los que esperan, a quienes se les agota la paciencia. Virtud que empieza a acabarse cuando el calor aprieta. La escena la ameniza una ambulancia con sintonías romeras. Suena la Salve del Ole. La gente se olvida ya de las obligaciones cotidianas y se dan un respiro. Aplauden y recuerdan que a estas horas la comitiva rociera tendría que llenar las calles del pueblo, uno de los más antiguos en este peregrinar. 

Los balcones pregonan el Pentecostés de la ausencia. Reposteros y fotos cuelgan de las barandas en memoria de lo que este año no habrá "por culpa del bicho". "¿Vais a la capilla? Coged la segunda calle a la izquierda y veréis lo que hay allí", alerta una vecina al fotógrafo y cronista cuando se percata del interés que les han suscitado los anuncios de una romería que sólo se vivirá en el recuerdo. "De corazón, Coria se va al Rocío", proclaman los carteles. 

Cola de devotos para venerar el Simpecado el día en que tendría que haber salido la hermandad. Cola de devotos para venerar el Simpecado el día en que tendría que haber salido la hermandad.

Cola de devotos para venerar el Simpecado el día en que tendría que haber salido la hermandad. / Juan Carlos Vázquez

La coriana llevaba razón. En la plaza que lleva el nombre de la Patrona almonteña este martes de salida también hay colas. Aunque aquí no se pierden los nervios, ni se mira el reloj. La distancia de seguridad se mide por cada letanía que advierte en el suelo de la separación que ha de guardarse entre los devotos. La recoleta capilla es hoy un vergel de flores blancas que enmarcan al antíquisimo Simpecado de una hermandad que cuenta su historia por siglos. Cordones granas al cuello, bajo las mascarillas. Gel desinfectante en la entrada. Atributos de los nuevos tiempos.

Isaac González toca la gaita y el tamboril en la coriana Plaza de la Virgen del Rocío. Isaac González toca la gaita y el tamboril en la coriana Plaza de la Virgen del Rocío.

Isaac González toca la gaita y el tamboril en la coriana Plaza de la Virgen del Rocío. / Juan Carlos Vázquez

Suena el tamboril y la gaita. Es Isaac González, quien no podrá sumar su cuarto Rocío despertando al alba a los peregrinos. "Lo más duro será tocar y, cuando mire atrás, no encontrarme con el cajón del Simpecado", admite el joven. Durante esta semana su dulce melodía despertará el ánimo de un pueblo que se echará a andar por el camino del recuerdo, el río de la memoria donde se abrazan las dos orillas: la realidad y el deseo. 

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