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El Rocío 2018

El caminar de la Reina de las Marismas

  • Un cinturón de almonteños protege a la Señora durante la procesión

  • La rotura de un varal motiva modificaciones en el salto a la reja y el recorrido

Un mar de personas acompañan a la Virgen del Rocío en su procesionar por la aldea almonteña.

Un mar de personas acompañan a la Virgen del Rocío en su procesionar por la aldea almonteña. / reportaje gráfico: alberto domínguez

Lo dice la sevillana rociera: "No hay quien te lleve como los almonteños, Paloma, no hay quien te lleve". La procesión de la Virgen del Rocío levanta pasiones y por eso no hacen falta normas escritas, recomendaciones o sugerencias para que los almonteños lleven en volandas a su Patrona el Lunes de Pentescostés. Todo es un desorden organizado, tanto el salto a reja como el caminar de la Reina de las Marismas por la aldea, una desorganización ordenada que conmueve a los miles de rocieros, romeros, peregrinos y curiosos que acuden al encuentro de la Señora. La inmensa alegría de poder llevar sobre sus hombros a su Patrona con la máxima lucidez es la única consigna que tienen y tratan de hacerlo desde la calma y el respeto. Pero los sentimientos mandan y el salto a la reja y la procesión siempre son una incógnita que se difumina cuando la Virgen regresa a su santuario.

Por más que se quieran establecer unos cánones, unos patrones, año tras año el ritual no acordado se repite y la Blanca Paloma camina entre mares de personas. Lo hace algunas veces de forma criticada, pero casi siempre muy valorada por el esfuerzo que derrocha el pueblo almonteño.

Para permitir la llegada del Simpecado al presbiterio se forma un pasillo

El salto a la reja ha experimentado modificaciones desde sus inicios, pero otros cambios son más recientes y se han introducido a raíz de la rotura de uno de los varales, que une la base con el techo del paso, durante la procesión de 2011. La romería ese año marcó un hito en su historia, ya que la procesión se suspendió por primera vez y la Virgen regresó a la ermita antes de lo habitual. La rotura se produjo cuando la Blanca Paloma llegaba a El Real y, ante la posibilidad de que el varal pudiera romperse del todo, causando con ello una incidencia mayor, los miembros de la Hermandad Matriz decidieron llevar la imagen a su templo. La sorpresa y la incertidumbre se adivinaba en los rostros de todos los congregados en las inmediaciones de la calle Carretas, cuando observaron cómo los almonteños ponían rumbo a la ermita y dejaban a la Virgen del Rocío de nuevo en su santuario antes de lo esperado.

Desde entonces bastantes cosas han cambiado, aunque lo esencial se mantiene. Atrás han quedado los saltos a la reja incluso antes de las dos de la madrugada, cuando el Simpecado ni siquiera había llegado al presbiterio. Aquel júbilo con los claveles del paso volando a raudales por la nave principal de la basílica cuando los primeros almonteños alcanzaban el paso y eran los primeros en coger las andas. Aquellos almonteños ataviados con la camisa caqui que se abrían paso entre la multitud para llegar a la reja y esperar la llamada de la Patrona.

Introducir modificaciones en el paso de la Virgen para reforzar su estructura no fue la única novedad de la romería del Rocío de 2012. Ese año supuso también un antes y un después, con un salto a la reja inusual y una procesión más calmada y serena. La Hermandad Matriz de Almonte había planificado una estrategia para evitar nuevos percances. Pocos detalles habían trascendido debido, al parecer, a un pacto de silencio.

El salto y la procesión pasaron a convertirse en una muestra de fervor controlado en los que predominó el orden, con estampas jamás vistas en varias décadas. Así, para sacar a la Blanca Paloma de la ermita se creó en la nave central un pasillo, formado por un cordón de almonteños (ataviados con camisa blanca, aunque no uniformados), para que el Simpecado llegara hasta el altar sin ninguna dificultad y poder situarse frente a la Madre de Dios. Hasta ese momento no se produjo el salto y al mismo tiempo la apertura de la cancela de la reja. Después, como es habitual, bajaron el paso del presbiterio hasta la planta central, que se encontraba bastante despejada. En escasos instantes la Virgen cruzaba el dintel del santuario y accedía a la explanada, donde miles de personas la esperaban.

Todo lo contrario había sucedido hasta entonces con los almonteños agarrados a la reja durante horas y horas y el templo abarrotado de gente empapada de sudor por la condensación que se producía en el interior, mientras corría la brisa de la marisma fuera.

Ese año también se retrasó la salida de la Señora, cuarenta minutos respecto al anterior cuando se rompió el varal. A lo largo del tiempo la hora del salto a la reja ha ido cambiando. Desde finales de los 80 hasta la década de los 90 y la actualidad se produce entre las 2 y 3 de la madrugada. Las nuevas prácticas continuaron en 2013, pero al año siguiente volvió a registrarse ese bullicio que siempre ha caracterizado el salto, ese tumulto, ese alboroto que hace a este acto de la romería tan especial. En 2015 el orden del pasillo se impuso de nuevo y desde entonces se ha mantenido y la procesión, la tradición dice que debe ser al despuntar el alba, ha comenzado después de que el Simpecado de Almonte entre en el santuario marismeño. El rosario de las antorchas también tiene su función a la hora de controlar el salto, lo que ha motivado que en los últimos años se haya retrasado, pero sólo unos minutos.

Una vez que la Virgen sale del altar, comienzan a posicionarse en la andas de la Señora los almonteños para iniciar la procesión y la visita a todas las hermandades filiales.

En la explanada, el paso es ya intocable, rodeado por un cinturón de hombres de distintas edades que tienen el honor de llevar el trono. Tampoco hay nada escrito ni acordado a la hora de saber quién y cómo llevarán a la Virgen sus hijos. Es cierto que días antes se reúnen grupos de hermanos, pero sólo para determinar aspectos genéricos para mejorar el caminar de la Pastora Divina.

Todo radica en que para un almonteño su Patrona es lo más importante en su día a día y a lo largo de su vida. A la hora de llevar a la Señora, el trabajo se reparte habitualmente en dos tipos de hombres, unos de mayor envergadura y otros más bajos. La función de cada uno se divide en dos. Una vez que el paso está alzado, el trabajo lo llevan los de mediana y baja altura.

Los más altos son los que direccionan el paso y los que ponen orden en la procesión. Su función consiste en agarrar con los brazos tanto los varales como los bancos y a la vez facilitan el trabajo a los que van llevándola, se ponen de acuerdo para que el paso tome una dirección u otra.

La presión que experimenta el paso y quienes lo portan es constante desde el inicio de la procesión por aquéllos que intentan coger las andas. El cinturón formado por decenas de almonteños se lo impide. En esos forcejeos se producen las inclinaciones del paso, criticadas por algunos porque restan vistosidad. Las inclinaciones están ocasionadas por la dificultad a la que se enfrentan los almonteños a la hora de portar a la Virgen debido a la creciente presión de la multitud sobre el paso, ya que en el momento de la procesión, cada vez más numerosa, los fieles llegan prácticamente hasta las andas, con lo que no se deja el espacio suficiente para el caminar de la Virgen.

Este año se ha pensado mejorar el andar de la Reina de las Marismas y evitar esos vaivenes que terminan con el paso en el suelo, pero que provocan también los vítores de los peregrinos cuando lo levantan entre balanceos y oscilaciones y lo vuelven a poner en pie los almonteños. Para ello, se ha ampliado la base de las andas y se han colocado un quinto banco tanto por delante como por detrás.

Las modificaciones introducidas han sido objeto debate, como todas las decisiones que tienen que ver con la devoción rociera o la imagen de la Virgen del Rocío, pero finalmente la reforma ha sido acometida por la Hermandad Matriz.

El cambio supone una mejora para quienes trabajan bajo las andas de la Blanca Paloma y permitirá que haya más personas cargando el paso. Los varales sólo podrán ser alcanzados por aquellas personas de mayor envergadura y que puedan sujetarlos para impulsar el paso hacia arriba.

En cualquier caso, el fervor y el deseo por hacerse con las andas del paso de la Señora se mantiene inalterado, porque como dice otra sevillana, "almonteño déjame que yo contigo la lleve".

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