Manuel López. Pianista
"Llegué a poner tierra de por medio, pero nunca dejé de pensar en el piano"
Alexis Lefèvre. Violinista flamenco
-¿Cómo llega un francoitaliano al flamenco?
-Todo empezó con una cinta de Paco de Lucía que me regalaron cuando tenía unos 12 años. Me apasioné con la manera en que sonaba esa guitarra, sin saber que eso era flamenco. Después de vivir cuatro años en Sudamérica, vine a Sevilla de viaje con mi madre porque quería saber qué pasaba con eso del flamenco. Un día aparecí por La Carbonería. Un gitano que estaba tocando el piano se acercó a mí para darme una guitarra porque decía que yo tenía cara de músico. Yo le respondí que lo que tocaba era el violín y me dijo que fuera a buscarlo. Volví, empezamos a tocar y fue increíble. Yo no sabía ni lo que estaba haciendo. Improvisaba y la gente se volvió loca. Paco Lira, el dueño de La Carbonería, bajó y me invitó a todo. Ahí supe que iba a volver. Me vine a Sevilla en 1999, y empecé poco a poco a descubrir el flamenco.
-El violín apenas se escuchaba entonces en los espectáculos.
-Sólo estaba Bernardo Parrilla, pero yo no lo sabía. Con la emoción que tenía, yo me metía a tocar donde me decían. Mi primer maestro fue el guitarrista Carlos Heredia. Estuve tocando con él todas las noches durante un año y medio por instinto. Lo seguía sin saber absolutamente nada del compás, intuyendo sólo lo que venía. Y poco a poco, empezaron a surgir cosas.
-El cajón no existía en el flamenco hasta que lo trajo Paco de Lucía. ¿El violín está ya integrado?
-Es verdad que el cajón vino de Perú y ahora es casi fundamental. El violín está muy presente y cada vez hay más gente que se está metiendo y lo está desarrollando muy bien. Aunque todavía falta camino por recorrer.
-¿Qué significa el flamenco para usted?
-Una expresión que libera a lo máximo todas las emociones, la fuerza, la alegría, la tristeza... Yo siento que caigo bien en esa intensidad. Eso es lo que me llama.
-También tiene formación clásica, ¿no?
-Yo hice dos años de conservatorio en Nápoles. Cuando me fui a Sudamérica, mi madre, que es pintora y conoce el mundo del arte, me decía que me fuera a tocar a la calle y yo respondía que no porque me daba vergüenza. Y en verdad eso fue clave para que empezara mi camino porque me permitió desarrollar cómo tocar para conectar con la gente. Iba a bares donde se improvisaba, toqué en un grupo de rock y al final caí en el folclore argentino, en la chacarera, donde tuve experiencias muy guapas, como actuar en Cosquín, un festival muy importante. La chacarera es una música muy rítmica y me ayudó para llegar preparado al flamenco.
-¿Cómo casa la visceralidad del flamenco con la delicadeza del violín?
-Yo toco el violín de una forma intuitiva. Nunca me he cerrado en el estudio o la técnica porque siempre he tenido la cabeza en el sentimiento. Y los músicos lo entienden, aunque yo no sea flamenco.
-Ha actuado con Raimundo Amador, Vicente Amigo, Tomatito, El Lebrijano... ¿Quién le imponía más?
-Al principio todo me daba miedo. Cuando salí de La Carbonería, todo llegó de golpe. Recuerdo un día que estaba en el Maestranza viendo a Vicente Amigo y pensaba, madre mía, nunca tocaré con alguien así. Y al final me encontré en el Maestranza tocando con él. Miraba donde estuve sentado en el público y me parecía un sueño estar en el escenario.
-Como buen músico, tendrá una relación muy especial con su violín.
-Claro. Ahora tengo uno de Giuseppe Desiderio, que fue quien me regaló esa famosa cinta de Paco de Lucía cuando era pequeño. Éste es el último que ha hecho y suena muy bien. Tiene forma de guitarra, que es mi instrumento favorito para componer. Además, yo toco muchas veces el violín como una guitarra y este instrumento lo une.
-Forma parte desde hace diez años de Ultra High Flamenco. ¿Qué proyectos tienen?
-Estamos grabando el tercer disco y en marzo iremos a tocar a dos conciertos en Madrid y a Jaca.
-En breve se marcha a Estados Unidos.
-Voy con el bailaor Jesús Carmona a Boston, Nueva York y Portland.
-También tiene un disco en solitario, ¿no?
-Se llama Desvíos y encuentros y refleja mi trayectoria, por Argentina, Italia... Lo he compuesto basándome en todos los recuerdos y sensaciones que tengo con la música. Es como la vida misma.
-Después de tantas vueltas, en Andalucía ha encontrado su lugar en el mundo.
-Me encanta la forma de ser de la gente, el amanecer... Es un sitio donde he notado la calma. Hay un buen aire aquí.
Alexis Lefèvre nació en París en 1972, creció en Positano (Italia) y se reveló como artista en Argentina. En 1998, una visita al mítico bar La Carbonería de Sevilla le cambió la vida. Ha viajado por el mundo tocando con Vicente Amigo, Tomatito, Raimundo Amador, Javier Barón, Joaquín Grilo o Tomasito. Forma parte de Ultra High Flamenco, que ya prepara su tercer disco. Junto a Michele Iaccarino compuso y grabó Déjà vu, un disco muy personal de guitarra y violín. También cuenta con un trabajo en solitario, Desvios y encuentros, fruto de las influencias musicales que le han acompañado a lo largo de los años.
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