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Victoriano Muñoz Cava. fundador y presidente de honor de Acerinox

"Sólo soy separatista cuando hablo del Madrid"

-¿El ingeniero nace o se hace?

-Mi padre era ingeniero de Caminos; un hombre imaginativo que se adelantó a su época. Hizo saltos de agua, carreteras, autopistas. Pero a mí me dio por el acero inoxidable.

-¿Cómo le dio por ahí?

-Cuando acabé la carrera, el acero inoxidable estaba en sus inicios. El año 1961 fue clave en mi vida. Acabé la carrera, empecé a trabajar, me casé, me fui a Italia. Fui a hacer prácticas en la siderurgia de la Fiat en Turín. Tenían su propia siderurgia para hacer la carrocería de los coches.

-Y el salto a España...

-Para mi mujer sobre todo fue muy duro cambiar Turín por Ponferrada. Llegué con 25 años y lo pasé muy mal. Muy joven, asumí la responsabilidad de Roldán S.A. Detrás, había tres ingenieros de Caminos: mi padre, José María Aguirre Gonzalo, la persona que más me ha influido, y Eduardo Torroja.

-¿Cómo llega al Campo de Gibraltar?

-En 1969, el Gobierno español convocó un concurso para abrir una industria en el Campo de Gibraltar porque se había cerrado la verja y había que dar empleo. Los japoneses querían hacer allí una fábrica de acero inoxidable. La siderurgia no olía bien con las crisis de Altos Hornos y Ensidesa. Aguirre Gonzalo puso dos condiciones: que el capital mayoritario fuera español, si no los japoneses nos iban a merendar; y que yo sería director gerente.

-¿Lo aceptaron los japoneses?

-Las negociaciones eran de reuniones de diez horas diarias durante tres meses. Los conocía bien. En 1964 había estado en Japón. Los productos de Ponferrada los importábamos de Japón. Abrí el comercio bilateral con Japón que estaba en manos de la empresa Tabacos de Filipinas.

-¿Y los ingleses?

-No teníamos ningún trato. Lo del Campo de Gibraltar parecía una locura. Estaba bastante alejado de los centros de consumo. Lo lógico habría sido abrirlo cerca de Barcelona, en Tarragona o Castellón. Con el hándicap de que nuestros trabajadores no habían cogido una llave inglesa. Tengo que decir que aprendieron muy rápido y muy bien. Cogimos promociones enteras de las escuelas de Maestría Industrial y Formación Profesional de Algeciras y La Línea. Muchos se formaron en Japón.

-¿Convencieron a los japoneses?

-Tuvimos unas trifulcas enormes con ellos. Parte de la maquinaria era española y parte japonesa. Llegaba la inauguración, pero falló un eje que había que mecanizar y dependía de los japoneses, ellos que lo tenían todo previsto. Necesitaban tres meses para mecanizarlo, forjarlo y traerlo de Japón. El ministro que venía a inaugurarlo no podía cambiar la fecha y en una semana lo hicieron en la Naval de Reinosa. Los japoneses decían que no entendían a los españoles porque lo fácil lo hacen difícil y lo que parece imposible lo hacen fácil.

-¿Hace falta mente de acero?

-Yo con tres números soy feliz. Empezamos con veinte mil toneladas de acero inoxidable al año y ahora son más de un millón. Es para sentirse orgulloso como presidente de honor de Acerinox, como español y andaluz adoptivo. Al principio apenas generaba beneficios. En 37 años al frente de Acerinox sólo tuvimos unas pérdidas de cien mil pesetas en 1977 por la huelga de 95 días.

-Aquello sí que es la alianza de civilizaciones...

-Gibraltar está lleno de judíos y paquistaníes. Venían los aviones llenos cuando volaba desde Londres.

-¿Le costó dejarlo?

-Creía que hace siete años y medio era un buen momento para retirarme.

-Y tan bueno. Empezó la crisis...

-Creo que tengo visión, pero no tanta. Yo veía un cambio, porque se cambiaba el centro de gravedad de Europa al Sudeste Asiático. Eso lo veía, lo que no veía era la rapidez con la que se ha producido este cambio. China producía a principios del siglo XX el tres por ciento del acero inoxidable mundial; cuando me retiré, ya iba por el 15%; ahora está en un 50% del total.

-¿Qué han sido más espectaculares, los cambios políticos o los sociales?

-La economía va por delante y siempre lleva cambios sociales. Empezó en la época de Franco con la Ley de Estabilización de los cincuenta y pico. El turismo ha contribuido mucho, la televisión también. La democracia fue la consolidación de todo eso, que es anterior a la bomba de Carrero. El pobre Arias Navarro lo intentó parar, pero era imparable.

-La fábrica estaba entre dos mares, como dice Pérez Villalta...

-Hicimos en Kentucky la mayor fábrica de acero inoxidable del mundo, que inauguró el rey Felipe VI cuando era Príncipe. Tiene el treinta por ciento de todo el mercado americano. ¿Cuántas empresas españolas lo pueden decir? La hicieron ingenieros, maestros industriales y contramaestres casi todos andaluces. Aquí teníamos puerto de mar y allí al río Ohio. Al principio exportábamos los productos de Algeciras a Nueva Orleans y subía por el río Mississippi.

-¿Ve la recuperación económica?

-En lo simple, sí. Han vuelto los problemas de tráfico, los parkings y los restaurantes están llenos. Hace falta que se consolide. Es una pena que la industrialización de Andalucía en vez de ir para arriba vaya para abajo. Significa menos del diez por ciento del PIB y el objetivo comunitario es el veinte en 2020. No es tema de subvenciones, en absoluto. Es cuestión de trato de igualdad en las tarifas eléctricas, las tarifas portuarias. Y por encima de todo educación, educación, educación. La industria es la que puede mitigar el paro, sobre todo el paro juvenil. Es lo que crea riqueza. El turismo ya la ha creado y marcha solo.

-¿Y Cataluña?

-Yo soy español porque soy catalán. Es un disparate lo del independentismo. Sólo soy separatista cuando hablo del Real Madrid. Los principios son irrenunciables.

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