Fatima Pemán | Pintora

"Si no distingues un alcornoque de una encina, el campo te parece uniforme"

La pintora Fátima Pemán, ante uno de sus cuadros.

La pintora Fátima Pemán, ante uno de sus cuadros. / Juan Carlos Muñoz

Estremecida por la belleza sosegada que ha encontrado en Valdelarco, en la Sierra de Aracena, la pintora jerezana Fátima Pemán cambia de registro, deja atrás la obra abstracta y se sumerge –porque un bosque, sostiene la artista, es otro mar en el que adentrarse– en el temblor secreto de la naturaleza. En la exposición que acoge hasta el 14 de noviembre la Sala David Puentes de la sede de la Fundación Cultura Andaluza, en la calle Salmedina de Sevilla, Pemán despliega una paleta tan contundente como austera para explorar los colores ocultos de árboles y caminos que invitan a la introspección.

–Henry David Thoreau, reivindicado en los últimos años como el apóstol de las virtudes de la naturaleza, dejó escrito, tal como recoge Fran L. González-Camaño en el catálogo de la exposición: "Mientras disfrute de la amistad de las estaciones sé que nada podrá convertir la vida en una carga para mí".

–Yo podría decir lo mismo. Allí, en Valdelarco, cada estación es una fiesta. Primero viene la época de las setas y las castañas, después otra época en la que a lo mejor nieva... Emociona ver a la gente hablando de las huertas, a los niños cogiendo flores... Yo también suelo hacerme con ramos para mi casa. Sí, realmente allí celebras las estaciones mucho más que en la ciudad. Entras en otra concepción del tiempo: lo mides por estaciones y no por jornadas laborales.

–En su última novela, Los besos, Manuel Vilas se quejaba de que no nos enseñan los nombres de los árboles. ¿Usted los sabe?

–¡Sí! Yo paseo mucho, y la verdad es que cuando llevo a alguien me gano fama de pesada [sonríe], porque le nombro cada arbusto, le digo cómo se llama cada árbol, incluso el más raro. Intento que no se quede ninguno por conocer. Eso es más difícil con las hierbas, pero ya vamos sabiendo de especies curativas, y las cogemos también. Si no distingues un alcornoque de una encina, el campo te parece uniforme. Si te paras y te fijas en lo bonito que está el madroño, si en un lado crece el lentisco y en otro la jara... disfrutas de la variedad, es como una inmersión.

–Usted cuenta en Instagram que antes navegaba a vela y que, un día, paseando por el bosque tuvo una sensación parecida, de sumergirse en el mar...

–Sí. Yo había andado mucho por el bosque antes, pero al hacerlo día a día tuve la misma sensación que albergaba cuando me arrojaba al mar. Fue una revelación.

–Le cuesta decantarse por un solo referente. Dice que hay muchos maestros, de épocas diferentes además, que le han influido.

–Me es imposible definir mi estilo. Estos paisajes no son lo habitual. Se me conoce más por mis cuadros abstractos, pero no seguí esa línea por decisión propia. Una no sabe muy bien por qué hace lo que hace, te sale así. No es que yo me dijera: Bueno, voy a aprender de los expresionistas abstractos y voy a pintar como ellos. Aunque estuve en la escuela que ellos fundaron en EEUU, la New York Studio School. Mi estilo figurativo, del natural, no es más que una transcripción de lo que veo. A mis alumnos les recomiendo que no se dejen llevar por el color más evidente, que usen mucho los colores ocultos. En Valdelarco, por ejemplo, la tierra tiene mucho hierro, y, cuando se moja en algunos sitios es roja, muy roja, como los troncos de los alcornoques y las vacas, todo es rojo allí. Pero también cuando está seca es un gris rosáceo, y puedes elegir esa tonalidad. Cuando le pinto la piel a alguien, por ejemplo, y tiene un reflejo azul, le doy un brochazo con ese matiz. Nosotros, los pintores, tenemos que enseñarles a la gente los colores que se reflejan en las cosas, una cierta poesía que va más allá de lo obvio.

–Si tuviese que hacer una campaña de turismo de Valdelarco, ¿qué diría? No es el rincón más conocido de la Sierra de Aracena.

–No, no es el pueblo más popular de la zona, elegimos el pueblo más escondido. Antes de instalarnos ya formaba parte de mi historia, en cierto modo: un amigo nuestro tiene una finca cerca y era frecuente ir andando hasta el pueblo. La primera vez que lo vi me dije: Yo quiero venirme a vivir aquí. Y al final nos decidimos. El pueblo está en un monte y es precioso. Puede que no sea muy señorial, no tiene grandes casas, pero es divino. Cuando vienen amigos a verme, les obligo, les insisto en que hay que andar al campo, aunque sea media horita, porque allí te encuentras una maravilla. A mí me gusta perderme, si estoy en el fondo del bosque me da la impresión de que por allí no va a pasar nunca nadie, que estás protegida.

–Ha hablado antes de su formación en Nueva York. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?

–Yo estaba entusiasmada todo el tiempo. Estudié Bellas Artes en Sevilla, y me decepcionó en el sentido de que yo tenía un concepto de la pintura que allí no me enseñaban. Había muchas cosas que aprendía yo sola y que no encontraba en las clases. Que conste que había algunos profesores muy buenos, pero la forma en que funcionan los departamentos y se conciben las clases no les permitía mucho juego. Y en Nueva York, de repente, tenía al alcance de la mano aquello que me estimulaba tanto.

–Usted, de todos modos, no cree tanto en la teoría como en la práctica. Asegura que los conceptos fundamentales de la pintura los ha aprendido pintando.

–Es así. La teoría de la pintura, los conceptos fundamentales, nadie me los ha explicado, los he aprendido pintando. Yo luego se los he contado a mis alumnos y he leído que otra gente también los enseña, pero eso ha sido a posteriori. Es pintando como se aprende. Supongo que eso pasa con todas las artes. A mí me gusta escribir, también. Cada vez que voy al campo me inspiro y a la vuelta a casa escribo piezas de prosa poética. Mi padre se ofreció a ayudarme a ordenarlos e hizo una selección de 120 textos.

–Expuso en la Galería García de Diego, en Los Llanos de Aridane, en La Palma. Estará muy impresionada estos días con las imágenes del volcán...

–Sí que lo estoy. No paro de ver las noticias, de ponerme en contacto con ellos, de preguntarles. Es muy impresionante, qué dolor.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios