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Entrevistas

"Me ha dolido que se culpe a los optimistas de la crisis"

-¿Se estudia para lo que usted hace?

-Bueno, dice el tópico que esto se debe estudiar en la universidad de la vida, pero la verdad es que lo que yo hago se está empezando a dar en las universidades. En algunos sitios, incluso como asignatura.

-Risoterapia es un nombre sugerente.

-Sí, y tiene otros, pero da igual, lo importante es lograr un encuentro en el que aflore la felicidad, un instrumento para conseguir estar bien con uno mismo.

-Eso puede ser difícil en según qué país o ambiente.

-Bueno, la risa es internacional. Yo creo que es el primer medio de comunicación, no la palabra sino la sonrisa. Y ese gesto contamina al otro, aparecen por ahí las llamadas células espejo, esas que hacen que se propague por ejemplo el bostezo. En la calle una risa se propaga.

-Pero reconozcámoslo, hay gente que es triste por naturaleza.

-Bueno... pero ¿qué podemos hacer con ellos? En mis talleres he encontrado gente así, pero realmente no son tristes, hay algo que les afecta. Pero si tú buscas alguna habilidad para que esa tristeza se vaya... ¿tú has visto alguna vez un niño triste, triste, triste?

-Pues sí.

-Ah ¿Pero no ves también qué fácil es sacarle una sonrisita?

-Pues a veces no lo es.

-Bueeno. Hay que ponerse. La verdad es que hay muchos problemas a nuestro alrededor. Pero hay que sonreír, aunque se lo provoque uno mismo. Ese gesto, aunque sea buscado conscientemente, lo nota el resto del cuerpo. El sonreír, mis talleres de risa, no soluciona los problemas, pero nos hace afrontarlos de otra manera. La sonrisa significa no que no tenga problemas, sino que sé como gestionarlos.

-¿Quién va a esos talleres de risa?

-Todo el mundo, mira, este mes ha sido muy completito. He hecho un curso de gestión de estrés laboral, he estado en la asociación de personas con problemas de anorexia y bulimia...

-Incluso en cárceles.

-En la prisión de Botafuegos, en Algeciras, para internos. Fueron dos horas, y lo que más me sorprendió es que en sus conclusiones la mayoría dijeron que se habían sentido libres. Y luego se iban otra vez a su celda ¿eh?

-¿Y siempre ha tenido éxito en sus talleres, es decir, ha habido veces que la gente no se ha reído?

-No, y mira que ya he hecho cientos de talleres. Se van muy satisfechos, y muy agradecidos. El agradecimiento es uno de los resultados más comunes de estos talleres.

-¿Usted no es un humorista?

-No lo soy. Bueno, de chico me llamaban payaso, y me mosqueaba. Pero al cabo del tiempo he descubierto que no era un insulto, sino una visualización de futuro.

-Estamos en un taller, llega usted y cuenta un chiste, o hace cosquillas...

-¡Nooo! Todo vale, hasta las cosquillas, pero lo que procuro es hacer un espacio atractivo, telas, colores... Yo lo que único que hago es dar un pellizquito para que la energía positiva aflore.

-Independientemente de las edades.

-Independientemente, en el mismo grupo puede haber desde mayores hasta niños, porque lo que sucede en los talleres de risa es que los mayores recuperan ese niño interior que tenemos. Entonces, es muy fácil.

-Pero puede ser falso, eso de ponerse a reír sin un motivo.

-No, no, sucede en seguida. El primer taller me costó trabajo, pero luego ves que la gente es consciente de que va a eso. Los niños, los niños siempre ríen, pero vamos creciendo y las preocupaciones, las presiones, nos van cubriendo de capas...

-Y de esas capas ¿cuál es la más difícil de romper?

-Es la presión social, las noticias tan negativas. No quiere decir que no seas realista, que no asumas los problemas pero si cada uno hiciera en su parcelita jueguecitos de risas, ratitos de charla sin rencor, sin malicia... todo eso sería más fácil. En el momento en que aparece el niño interior, la felicidad aflora.

-Usted es un poco cobista.

-No, pero al cerebro se le puede dar coba. Dicen que es un órgano perfecto, pero se le puede dar coba. Si uno fuerza una sonrisa, parece ser que hay una glándula en el cerebro que recoge el mensaje de ese gesto y empieza a generar hormonas de la felicidad.

-O sea, que aquí es el músculo el que ordena al cerebro y no al revés.

-Efectivamente, le damos coba. Todo el mundo lo puede probar: estás serio y sueltas una pequeña sonrisa, la glándula lo recoge y va regando, regando...

-La risa tendrá algún enemigo invencible.

-Yo no lo he encontrado. El mayor enemigo es uno mismo, igual que el mayor amigo es uno mismo. Que en medio de un gran batacazo emocional, puedes decirte "esto no puede seguir así, tira palante", y funciona.

-Pero a veces es bueno que la risa se retire.

-Claro, no es incompatible. Si a ti te hacen una trastada, te duele. No se puede evitar, pero sí el sufrimiento que viene después. Aceptar sí, pero estar lamentándome...

-Yo creo que hay gente que trabaja por que no riamos.

-Claro que sí. Hace poco, un economista o un político, no recuerdo, responsabilizó al optimismo de la crisis. Hombre, por favor, decir que los optimistas tenemos la culpa... Ha sido uno de los ataques a mi oficio que más me han dolido.

-Parece que hay una campaña contra el optimismo, empeñados en no dejarnos sonreír siquiera.

-Absolutamente. Mira, a mí me dicen "José Luis, es imposible que tú estés todo el día así de contento". Pero estoy seguro de que si a ese mismo amigo le contara que me encuentro muy mal y soy un desgraciado me creería a pies juntillas.

-Usted es de Cádiz y no sé si apoya esa idea de que aquí siempre se sonríe.

-Yo he conocido la risa en el País Vasco, donde está la escuela a la que pertenezco, la Escuela de la Risa Inteligente. Y hay gente de todos lados. Lo de Cádiz es un tópico.

-En la sesión fotográfica he pensado "qué tío más loco".

-Bueno, ahí hay otra frase: la felicidad siempre tiene algo de demencia.

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