Susana Gaytán | Neurofisióloga y divulgadora científica

"Una felicidad constante saturaría el sistema"

La neurofisióloga Susana Gaytán.

La neurofisióloga Susana Gaytán. / M. G.

Dos son las tareas que mantienen ocupadas las vigilias de Susana Gaytán (Valencia, 1966), la mente –el estudio del sistema neuronal– y la mentira –el combate contra los bulos y la pseudociencia desde la divulgación–. Al camino de la investigación desembocó Gaytán a bordo de su curiosidad innata y por el estímulo recibido de los profesores del instituto, a quienes atribuye un papel esencial en su puesto como profesora en la Universidad de Sevilla. Como estudiosa del funcionamiento del cerebro, advierte de que la percepción de la felicidad depende, como casi todo, de la química.

–Trabaja usted con neuronas, que son unas células muy particulares.

–Están detrás de cada sensación, cada conducta y cada pensamiento.

–Eso debe de ser agotador...

–Para funcionar, las neuronas necesitan un aporte constante de glucosa, de la que prácticamente dependen. Si escasea, aparecen señales de alarma como problemas de visión, ansiedad, mareo, somnolencia, confusión o, simplemente, el hambre.

–¿Sigue siendo un jeroglífico el funcionamiento del cerebro?

–Sigue siendo un reto comprender cómo se produce la actividad mental a partir de las redes neuronales. No hay todavía respuestas concluyentes.

–¿Algo que pueda conocerse no tan largo de fiar?

–Debería ponerse el foco en que el cerebro aprende gracias a su capacidad de modificación con la experiencia. Mejorar las habilidades cognitivas será una línea de investigación importante, especialmente si se asocia a los procesos de envejecimiento.

–¿Por qué fue importante Santiago Ramón y Cajal en el campo de las neuronas?

–Descubrió que el cerebro era un aglomerado de unidades independientes, las neuronas, que se interconectan a través de unas uniones, a las que llamó sinapsis. Sólo la llegada del microscopio electrónico permitió después la demostración de su hipótesis. Ése fue el nivel de su genialidad visionaria.

–Un portento que recibió el nobel.

–Un titán del conocimiento con un prodigioso legado que cambió las ideas de su época y de la humanidad. Junto a Galileo, Newton, Darwin, Pasteur y Einstein, es uno de los seis científicos más determinantes de la historia. Es el autor del segundo libro traducido a más lenguas.

–¿Cuánto de química hay en la percepción de la felicidad y de la tristeza?

–Fisiológicamente hablando, la aproximación a la felicidad se relaciona con los circuitos de recompensa, mecanismos que permiten la asociación de ciertas situaciones a una sensación placentera.

–Siga, por favor.

–A lo largo de la evolución, hemos aprendido a intentar que se produzcan esas situaciones que generan placer, ligadas principalmente a las necesidades básicas.

–¿Por ejemplo?

–Los circuitos de recompensa se activan de forma natural con los alimentos, el sexo y el afecto, aunque también pueden estimularse con sustancias que interfieren en el sistema de neurotransmisión, como el alcohol, la nicotina o los cannabinoides. La sensación placentera que generan es la base de las adicciones.

–Hay quien aspira a una felicidad constante.

–Una activación permanente de los circuitos de recompensa saturaría el sistema. El cerebro no admite niveles altos y sostenidos en el tiempo de dopamina, sustancia central en la euforia producida por la activación de esos circuitos.

–En algunos foros se premia un estado de felicidad casi catatónico.

–Sentir tristeza, ira o miedo es algo perfectamente adaptativo. Ser eterna y constantemente feliz, no.

–Comprar, adquirir objetos, también procura la felicidad.

–Ciertas campañas publicitarias son eficaces por haber conseguido activar los circuitos de recompensa. Lo que activa la recompensa engancha y nuestro cerebro se ve abocado a comprar cosas que prometen emocionar o alcanzar un bienestar permanente futuro, algo que no es posible, evidentemente.

–Los hay que creen que la especie humana, en general, es buena gente.

–Los primates somos animales sociales y, por eso, el grupo es identitario. No decimos "pago la cuota de tal equipo de fútbol", sino "soy de tal equipo"; o "nací en el pueblo tal" sino "soy del pueblo tal". El reconocimiento voluntario de pertenecer al grupo explica mucho de la tendencia humana a cuidar de sus semejantes, ser buena gente.

–¿Y eso?

–La especie humana es sociable y protectora. Hay muchas evidencias de que la conducta de procurar el bien ajeno, incluso a costa del propio bien, es innata y empieza a manifestarse alrededor de los 18 meses de edad. Es algo común entre los primates.

–Perdone, pero es inevitable preguntarle por el coronavirus.

–Pero vaya por delante que no soy viróloga ni epidemióloga.

–Como fisióloga, ¿qué es un virus?

–Un agente infeccioso acelular hecho básicamente de moléculas con un material genético que sólo puede multiplicarse dentro de células, a las que obliga a producirle copias.

–Sin ser los virus un ser vivo en sentido estricto, ¿puede definirse como una catásfrofe natural?

–No. Aunque una enfermedad de origen vírico puede ocasionar daños catastróficos, la higiene y una respuesta sanitaria apropiada pueden prevenir y limitar el impacto. Eso no pasa con un terremoto.

–¿En qué se diferencia este coronavirus de 2019 de su pariente, el SARS de 2002?

–En la capacidad de contagio. En sólo tres meses, éste se ha extendido por el mundo y ha obligado a millones de personas a confinarse.

–¿Este nuevo, entonces, es el virus listo de la familia?

–Su carga viral es mil veces superior al de 2002 y su mortífera expansión está vinculada a la potente y rápida excreción en personas con síntomas muy leves. Éstas y las personas casi asintomáticas actúan como sistemas de diseminación muy eficaces.

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