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carlos sebastián. Catedrático de economía de la universidad complutense de madrid

"Los partidos políticos han ocupado las instituciones"

-¿Qué es la España estancada?

-Es una sociedad estancada en un doble sentido. Por un lado, estancada económicamente desde el punto de vista de que divergimos del resto de Europa en cuestiones tan importantes como innovación y productividad. Pero también está estancada en el desarrollo del marco normativo y político en el que se desenvuelve la actividad económica. Mi tesis es que este segundo estancamiento es el que causa el primero.

-Usted fija el momento en el que se inicia ese estancamiento tras el ingreso de España en la CEE.

-En los ochenta se producen muchas cosas en este país. Por un lado, empieza a operar el nuevo marco de la constitución democrática. Por otro lado, se produce el ingreso en Europa, en el que todos los españoles estábamos de acuerdo. El Gobierno de Felipe González hace muchas reformas y mejora el marco en el que se desarrolla la vida económica, social y política. Pero ese impulso reformador se apaga a principios de los noventa.

-Parece que su generación tenía la idea de que la meta era llegar a Europa, y el tiempo ha demostrado que no era más que el principio del camino.

-Ésa es una buena observación que comparto totalmente. Llegar a Europa suponía entrar en el terreno de juego, pero había que jugar el partido.

-La fecha que usted propone como inicio del estancamiento es llamativa, porque se dice que el esfuerzo que hizo España para entrar en el euro también impulsó las reformas.

-Lo que se hace para el euro es una convergencia nominal, pero no real. Con el boom crediticio e inmobiliario que se produce poco después de la entrada en el euro, crecemos más que Europa y convergemos en PIB per cápita. Nuestros líderes de uno y otro color hacen declaraciones muy entusiastas como que "España va bien" o "la economía está en la Champions". Pero en productividad estábamos divergiendo. Nuestra distancia en productividad con Alemania, Francia o los países escandinavos crecía y ha seguido creciendo.

-¿Es consecuencia de la apuesta por el ladrillo como modelo de crecimiento?

-Claro. Pero no creo que fuera por una apuesta explícita, sino por una falta de reformas que pudieran dar cabida a un modelo productivo diferente. Tenemos déficits importantísimos en innovación y en calidad de gestión en el sector privado y en el público. Tenemos unas empresas pequeñas y su peso es mucho mayor en España que en los doce países más avanzados de Europa. La pregunta es por qué las empresas no acaban de crecer y su tasa de mortalidad es tan alta.

-En su libro da ejemplos de ese estancamiento. ¿De ellos, cuál es el más grave?

-Hay factores importantes. La seguridad jurídica ha disminuido a causa de la producción continua de normas sin sentido. España tiene diez veces más normas que Alemania, y además se incumplen. En el capítulo tres de mi libro doy ejemplos de incumplimientos de las administraciones públicas. La forma de practicar la política en este país, y esto es común al Estado y las autonomías, se caracteriza por la mala calidad de la gestión y el clientelismo. El emprendedor es atropellado impunemente por la administración por las malas normas y la violación de la competencia en algunos casos, o el impago de facturas. España es uno de los países donde más se tarda en cobrar una deuda. Y un complemento de ello es el corporativismo, que bloquea las reformas.

-¿Cómo se corrige esta situación?

-Es necesario aumentar la transparencia y la rendición de cuentas. Una de las características más nocivas de la forma de ejercer el poder en este país es la ocupación de las instituciones por parte de los partidos, como las Cámaras de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional. Y muchas veces, uno no sabe dónde acaba la Administración Pública y dónde empiezan los partidos. Quizás, en vez de hablar tanto de cambiar la Constitución habría que empezar por cumplirla.

-Felipe González atrajo a su equipo a una elite intelectual y académica, como Miguel Boyer, Carlos Solchaga, Javier Solana o usted. ¿Por qué la política no seduce en la actualidad a los que serían sus equivalentes en las siguientes generaciones?

-Yo creo que por dos cosas. La más importante es que los partidos cada vez son menos ilusionantes y son instituciones más cerradas, dominadas por un pequeño núcleo de personas cuyo único objetivo es conservar el poder. Y segundo, que las retribuciones son cada vez peores. Yo sé de una persona con cierta vocación política y que viene de una universidad de EEUU como profesor que no ha querido ser diputado porque no puede pagar la hipoteca.

-¿En qué piensa cuando oye hablar de una segunda transición? ¿No es lo mismo que usted defiende?

-Depende de lo que se quiera decir con eso. Si supone negar la transición que se hizo entonces y creer que la constitución es el origen de los males, no estoy de acuerdo. Insisto. Empecemos a cumplirla y veamos en qué se debe reformar.

-Al ver la situación en que se encuentra Abengoa, donde fue consejero hasta 2012, ¿qué sensación le produce?

-Abengoa es un magnífico proyecto tecnológico liderado por una persona de un mérito extraordinario que transformó una empresa sevillana con cuatro clientes en una multinacional líder mundial. Pero esa misma persona tuvo algún error estratégico y no escuchó. Sólo escuchó a quien estaba de acuerdo con él. Hubo dos consejeros que dijimos que la estrategia no era la adecuada y se nos pidió que abandonáramos. Es una lástima porque era un proyecto estupendo. Una empresa que crece mucho con deuda porque los recursos propios no son suficientes y porque no se quiere ampliar capital para diluir el grupo de control, en cuanto se equivoque un poco en la estrategia, tiene problemas porque los márgenes no dan para mantener el servicio de esa gran deuda y encima generar recursos para otras cosas.

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