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Entrevistas

"El perfeccionismo es intentar decir lo que quieres"

-Escribe y edita. ¿Con qué se queda primero?

-Soy una escritora muy lenta. El libro que acabo de terminar consta de 15 poemas y me ha supuesto siete años de trabajo. Para mí es una cantidad razonable pero mucha gente lo verá bastante escasito. A la escritura no hay que meterle prisa. Para mí un poema tiene muchas lecturas y reflexiones. Al ser tan obsesiva, termino sustituyendo en muchos casos esa actividad por la edición. En La Bella Varsovia publicamos unos diez títulos al año, así que está mucho más presente en mi día a día la lectura de los poemas de los otros que la escritura de mis propios poemas.

-Alma de caracol significa perfeccionismo.

-El perfeccionismo es la intención de decir lo que quiero decir. Y luego persigo que nada sobre. Me gustaría pensar que mis poemas están escritos en la tradición de la poesía hispánica, que es exuberante, incluso quizás barroca, retorcida, un torrente de imágenes y de palabras, intentando que todo cumpla una función y que no haya nada al azar.

-Kerouac hacía lo contrario. Concebía la literatura como una extensión del jazz. Improvisaba. Engendraba folios como un poseso. ¿No echa de menos dar más rienda suelta a la espontaneidad?

-Tengo 28 años, pero publiqué mi primer libro hace 11. Pienso en aquel proceso de escritura, que fue mucho más natural. Era sentarme a escribir del tirón versos y versos y dejarme llevar por la imaginación. Con el tiempo he tenido menos necesidad de escribir así. He ido tomando conciencia de que estaba escribiendo, y eso no sé si es bueno o malo. Muchas veces echo de menos esa naturalidad que en realidad vinculo a la edad.

-Descríbame su mesilla de noche. O su maleta de autores.

-Siempre vuelvo a García Lorca y a Pablo García Baena, a Góngora y a Cernuda. Últimamente me encierro algún fin de semana a corregir poemas o a pensar lo que quiero escribir. Esto suena muy místico pero no lo es. Por escribir no me diferencio demasiado de un electricista o una cocinera. No creo que tenga nada de mágico, pero en esos encierros cada vez llevo más libros de mujeres: Sylvia Plath, Elizabeth Bishop, Anne Sexton, Marianne Moore.

-Todos nombres más o menos consagrados y conocidos. La edición le permite sin embargo dar un paso más y no ser sólo lectora sino exploradora.

-Al final la labor de un editor es descubrir a gente de la que nadie sabe nada. Hace un par de años nos llegó un manuscrito de una autora catalana, Anna Roig. Enviaba un archivo de Word con un poemario. No aparecía ni su nombre. El libro nos fascinó. Teníamos que publicarlo como fuera. Era muy distinto a lo que suele editarse en España, más latinoamericano, de amor al lenguaje, muy libre. Decidimos apostar sin saber nada de ella. Supimos su edad y que era inédita cuando le pedimos una nota biográfica a finales de 2012. Editar es que un libro te entusiasme.

-¿Es difícil quebrar el muro que separa a los consagrados de los nuevos autores? De la marginalidad al crítico oficial media una eternidad.

-Cada vez hay más publicaciones tanto en papel como sobre todo en digital con la misma repercusión que los suplementos más leídos. Babelia o El Cultural tendrán seguramente muchos más lectores que una revista digital, pero, ¿de qué tipo de lectores hablamos? Quienes buscan autores nuevos, buscan en otras plataformas. Mi experiencia dice que resulta más fácil llegar a una revista o periódico con un autor muy joven, nacido a finales de los 80 o principios de los 90 y un primer o segundo libro bajo el brazo, que impactar lo mismo con un autor nacido a principios de los 70. Quizás tiene mucho que ver la mercadotecnia, que es un ámbito que no termino de entender.

-Amazon pone en peligro las librerías americanas porque no paga IVA y despliega una agresiva política de precios. ¿Se va a morir el librero?

-Amazon no te puede descubrir libros. Pienso en las librerías a las que voy habitualmente: Birlibirloque, en Sevilla, o la Alberti de Madrid. Cuando me pierdo entre novedades y libros de fondo de los que nunca he oído hablar, tener a un librero de confianza que te conozca es insustituible, aunque la web sea una opción para quien no tiene acceso a la tienda. También me parece interesante que las librerías se abran y cada vez organicen más actividades, que no sean sólo sitios para comprar libros.

-Imparte talleres literarios. ¿No cree que hay una materia prima que se tiene o no se tiene?

-Por ir a un taller no sales mejor o peor escritor. Pero puedes aprender e inspirarte. La clave es el encuentro, que te permite salir de la burbuja de esta labor solitaria.

-Córdoba tiene un microclima propicio para la poesía.

-A finales de 80 en la Posada del Potro, a mediados de los 90 en la Facultad de Filosofía y unos años después en la Casa del Ciprés se fundaron tres talleres distintos a los que asistieron tres generaciones distintas, y creo que eso permitió que hubiera muchos nombres que a lo mejor hubieran salido de todas maneras. No era nada oficial sino vivo y cercano y no se ha reproducido en los últimos años. Fue fruto del trabajo de gente muy concreta: Pedro Roso, Pedro Ruiz y Pablo García Casado.

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