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juan lópez-herrera. Diplomático y escritor

"Aún no ha sido revocada la 'fatwa' de los capillitas radicales contra mí"

Juan López-Herrera. / JOSÉ RAMÓN LADRA

Juan López-Herrera. / JOSÉ RAMÓN LADRA / josé ramón ladra

-¿Qué le lleva a escribir La ínsula inefable?

-La novela se nutre de experiencias diversas -algunas bastante pintorescas- en varios de los sitios en los que he vivido, desde Brasil a Perú, pasando por Cuba y la propia España. La trama central se inspira en una historia de cuyo inicio fui testigo en La Habana. Tiempo después, viviendo ya en Lima, me reencontré por azar con el protagonista de la historia y me di cuenta de que él no era consciente de lo que le había pasado, lo que me impactó profundamente. Pero no cuento más porque desvelo el misterio.

-La sinopsis indica que es un "caleidoscopio ibérico-tropical de días vividos en un vértigo de ron" con menciones a Ella, Julio Iglesias, seguidores del Dépor, Nino Bravo y un reputado polígrafo de Mondoñedo. ¿No es algo bizarro, como dirían los franceses?

-Dicho así, efectivamente puede parecer excesivo, pero creo que al final las piezas encajan sorprendentemente bien, aunque lo tendrán que juzgar los lectores. Los andaluces tendemos al barroquismo y nos movemos con naturalidad en el exceso. Y el sentido del humor andaluz es siempre un ejercicio de surrealismo.

-¿Es el Caribe su ínsula Barataria?

-No, cómo se dice al inicio de la novela, es más bien mi San Borondón, aquella isla mítica que creían avistar algunos navegantes pero que nadie consiguió jamás encontrar.

"Nos miramos tanto al ombligo que nos olvidamos de levantar la vista. Hay vida más allá de Despeñaperros"

-Su anterior novela, La cream coneshion, pisó algunos callos en Sevilla. ¿Se lo han perdonado?

-Me temo que la fatwa de algunos capillitas radicales (los ayatolás de las Marismas, como decía un periodista sevillano) no ha sido revocada y algunos andalucistas contumaces y junteros de adhesión inquebrantable siguen ofendidos, pero en contrapartida muchos lectores todavía se acuerdan de la novela con mucho cariño y reclaman incluso una segunda parte. Quién sabe. Material no falta. Un buen amigo lleva años mandándome al extranjero noticias de Sevilla y Andalucía con la frase: "¡Te quedaste corto!".

-Ha tardado casi veinte años en volver a publicar. ¿Tan mala fue la experiencia anterior?

-La verdad es que no ha sido por falta de ganas ni de ideas, sino de tiempo material para escribir, porque he tenido destinos apasionantes pero muy absorbentes. Aunque resulte difícil de creer, los diplomáticos podemos llegar a trabajar mucho.

-Dicen que las personas no cambian, sino que empeoran con el tiempo. ¿También se puede aplicar a Sevilla?

-Yo no diría que Sevilla empeora, pero sí que es claramente gatopardiana: todo cambia en apariencia, pero nada muda en el fondo.

-¿Somos lo que refleja el canal internacional de TVE?

-No, pero tampoco Andalucía es lo que refleja Canal Sur. Nos miramos tanto el ombligo que al final nos olvidamos de levantar la vista. Hay vida más allá de Despeñaperros.

-¿Qué lleva a un joven licenciado en Derecho a la Escuela Diplomática? ¿El afán de aventura o el poder?

-El poder desde luego que no. Los funcionarios mandamos bastante poco, por no decir nada. Como mucho podemos intentar influir en las decisiones que se toman. Yo creo que en mi caso el factor principal fue la curiosidad, la sensación de que el mundo es demasiado grande e interesante para quedarte toda la vida en el mismo sitio, opción por otra parte igualmente respetable.

-El dicho reza que un diplomático que dice "no", no es diplomático. ¿Ha dicho alguna vez que no?

-Muchas veces. Ése es otro de los muchos mitos que rodean a la carrera diplomática. Un famoso embajador belga decía que la diferencia entre políticos y diplomáticos era que los primeros se pelean en público y se entienden en privado, mientras que los diplomáticos nos llevamos bien en público y nos peleamos entre bambalinas.

-Más de una decena de destinos en tres continentes a lo largo de casi treinta años. ¿La vida de un diplomático es una maleta por hacer?

-Sí, y muchas despedidas. Cada comienzo en un nuevo puesto es el inicio de una cuenta atrás.

-¿Qué concibe por hogar?

-Cualquier sitio donde estemos juntos mi mujer, mis hijas y yo.

-¿En alguno de sus destinos le habría gustado haber nacido?

-He sido muy feliz en todos ellos, pero, pese a todo, no se me ocurre mejor lugar para nacer que Sevilla. Aunque imagino que los de Cádiz, Bilbao o Mondoñedo pensarán lo mismo.

-¿Regresará algún día a Sevilla?

-Me gustaría, pero siempre con "pase de pernocta", como se decía en la mili, para salir de vez en cuando. Me temo que cuando oiga por enésima vez eso de "el arte que hay aquí no se puede aguantar" o "la culpa es de Madrid" me entrarán unas ganas irrefrenables de airearme un poco.

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