En El dominio mundial y Así se domina el mundo, ensayos editados por Ariel, Pedro Baños (León, 1960), desentraña los instrumentos de los poderosos y las grandes potencias para marcar el paso del planeta. No hay certezas de que el SARS-COV-2 haya sido creado por el hombre pero sí hay ya certidumbres sobre las consecuencias que esta pandemia tendrá en la geopolítica, la seguridad, el terrorismo y las relaciones internacionales, temas en los que es especialista este coronel del Ejército de Tierra en la reserva, hoy conferenciante y reputado analista.

–Con lo que se conoce, ¿el Covid-19 ha surgido en un laboratorio nivel 4 o fruto de exóticas tradiciones culinarias?

–No he encontrado un documento en el que esté toda la comunidad científica de acuerdo. Todavía nadie nos ha explicado cuál es el animal reservorio que ha generado esta zoonosis. Debemos ser muy prudentes a la hora de aceptar cualquier información.

–¿Qué fiabilidad le da a los datos de China y Rusia?

–Lo extendería a todo el mundo. Cada país tiene un método diferente e incluso va cambiando. En el caso de Wuhan, reconocieron al menos seis cambios de criterio. Probablemente todos los datos están desvirtuados, no digo que sean falsos. Con un país que no se ha caracterizado por su transparencia, debemos ser aún más prudentes.

–Más que hacia el bioterrorismo, las teorías conspirativas apuntan a un movimiento económico de China. ¿Está de acuerdo?

–Es difícil saberlo, lo que sí es verdad es que China estaba desbancando económica y tecnológicamente a EEUU, que ahora está sufriendo la crisis del coronavirus y sus facultades están más mermadas para evitar ese sorpasso, pero todavía tiene muchos ases guardados bajo la manga.

–¿Qué bloque geopolítico sale fortalecido?

–Claramente China. Proyecta la imagen de un país sólido, unido, que ha sabido recuperarse con celeridad o eso intenta transmitir. Está haciendo una excelente diplomacia en todo el mundo, incluida España, con todos esos mensajes subliminales como la de los chinos repartiendo mascarillas. Pero no podemos dar por abatido a EEUU. Con la dolarización del mundo –por el que somos en gran medida dependientes del dólar– tiene todos los instrumentos a su disposición: FMI, Banco Mundial... Pero, sin duda, China está aprovechando para penetrar no sólo en Europa, sino también en África, Centroamérica y Sudámerica.

–La crisis socioeconómica tras la pandemia golpeará a los sectores más desfavorecidos. ¿Incidirá el avance de la marginalidad en una nueva ola de radicalizaciones?

–Las crisis siempre han sido aprovechadas por los oportunistas, que salen beneficiados económicamente, y los perjudicados son las clases bajas e incluso la clase media, que ve reducida su capacidad económica. En una situación de miseria prenden los extremismos, que aprovecha el terrorismo yihadista salafista. Esto puede pasar no sólo en los países más desarrollados, sino en África, donde es muy fácil que esos extremismos se potencien.

"Ojalá una vez pasada la crisis, recuperáramos la soberanía, no sólo la física, sino también la digital"

–Las armas químicas, los virus, ¿serán la principal forma de terrorismo del siglo XXI?

–La situación actual es muy preocupante porque se puede tomar de ejemplo para cómo paralizar una sociedad en su totalidad, aunque fuera de manera ficticia, sólo por los efectos psicológicos que provoca. Desde los años 70, existe una legislación internacional que prohíbe la fabricación de agentes biológicos, pero ninguna organización internacional lo supervisa, y por tanto, los países pueden ser libres de fabricar estos agentes patógenos. En cualquier laboratorio de alta tecnología es fácilmente traspasable el trabajar por el bien de la sociedad en la búsqueda de tratamientos y vacunas a llevar a cabo experimentos de guerra biológica.

–La geolocalización de contagiados ha sido muy criticada. ¿Saldrá la libertad individual mermada para garantizar la seguridad?

–Sin seguridad no hay libertad, aunque poco a poco vamos cediendo parte de nuestra libertad en beneficio de la seguridad. No digo que no sea necesario, pero el riesgo es que estas medidas se consoliden, con todo lo que significa. Las medidas tras el 11-S aún siguen vigentes. Por ejemplo, en EEUU con la hipervigilancia masiva electrónica. No es verdad que los datos sean anónimos porque todos se pueden personalizar con algoritmos. Valen muchísimo dinero y ya han sido utilizados de forma política, ya ha habido partidos que mandaron mensajes personalizados para condicionar el voto en las últimas elecciones. Es un riesgo que corremos y por más que nos digan esos datos van a ser borrados, en el ciberespacio la información nunca desaparece del todo. Aunque las compañías telefónicas tuvieran toda la buena voluntad respecto al manejo de esos datos, suelen subcontratar servicios y eso significa que cualquier persona puede ser tentada por un databroker que mueve decenas de miles de millones de euros. Estamos en la sociedad del hipercontrol, la hipervigilancia. Esto es un paso más, en principio legal, pero ojalá fuera cierto que una vez pasada la crisis, esos datos desaparecieran y los ciudadanos recuperáramos la soberanía, no sólo la física, también la digital.

–Tras esta crisis, ¿cuáles deben ser las prioridades en España en materia de seguridad?

–Lo primero, no olvidar esta crisis y tomar medidas no sólo sobre el papel. Esto se preveía en las estrategias de seguridad nacional de España y de otros países, las medidas no se han tomado en la práctica o, al menos, no las suficientes. Además, estábamos en una emergencia climática y de repente no nos importa, entre otras cosas, porque el petróleo está tan bajo que nos hemos olvidado de las energías alternativas. Debemos seguir pendientes de cualquier extremismo y de los procesos de radicalización. Y de los enfrentamientos de las grandes potencias porque, como vemos, todo lo que ocurre en una parte del mundo termina por afectar al resto del planeta.