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Entrevistas

"En estos tiempos hay que apostar por el diseño de nuevos servicios"

-Además de diseñador, ¿es usted inventor?

-Si se refiere a un inventor rodeado de aparatos, como en los tebeos, no lo soy. Pero, como creativo, es cierto que imagino cosas nuevas. Crear es eso, imaginar cosas que no existían antes.

-¿Es el referente del diseño industrial en España?

-No. Puedo ser el primero por edad, pero no me considero así.

-¿Cómo debe ser un objeto bien diseñado?

-Ante todo, tiene que mejorar lo que ya existía. Si se crean fantasías inútiles, se puede empeorar. Por ejemplo, una silla de líneas atrevidas puede ser peor, porque la finalidad principal es la utilidad del objeto.

-¿La utilidad es compatible con la estética?

-La estética del diseño es una consecuencia de la utilidad. Para mejorar una silla, una aceitera, una vajilla o un cenicero, hay que cambiar sus formas, y eso ya genera una estética. Hay una expresividad, a través de los cambios, para mejorar su función.

-¿Hay que aportar belleza al objeto diseñado?

-Es una consecuencia, no una finalidad, de un buen diseño. Cuando un objeto es feo, es que aún no es perfecto. Hay una relación entre la belleza y el apogeo funcional. Por ejemplo, un botón tiene una forma perfecta, circular, con sus agujeritos… Es un objeto bello y funciona bien. Lo mismo se puede decir del peine, la cuchara, o el lápiz.

-La antorcha olímpica de Barcelona 92 es su diseño más popular.

-Es el que ha visto más gente. Fue importante para mí. Significaba que Barcelona me confiaba el símbolo del espíritu olímpico. La antorcha es un objeto casi sagrado, tiene su liturgia, y lo debía tratar sin frivolidad.

-¿Qué novedad aportó?

-Las antorchas anteriores eran como palos, con unas formas simétricas en todas sus caras. Al ser un objeto llevado por atletas, me parecía que debía tener una dirección, una orientación. Fue la primera que rompió la simetría. Era como un pequeño pebetero, que lleva la llama hacia el gran pebetero de los Juegos Olímpicos.

-Además de la antorcha, ¿qué objeto destacaría?

-Diseñé para la Olimpiada Cultural de Barcelona unas placas que se situaron en los edificios de valor arquitectónico y en espacios artísticos. Esas placas quedarán ahí, para la historia. También tengo dos diseños que se pueden considerar monumentales.

-¿Cuáles son?

-Uno es el pebetero que está a la entrada del Museo Olímpico de Lausana. Me lo encargó el COI, y es como una escultura. Otro es el monumento a la Lengua Occitana, situado en Vielha, frente al Consejo del Valle de Arán, que me encargaron como un homenaje a su lengua propia. Para mí, fue una alegría, porque mi madre era aranesa.

-También es autor de objetos de uso frecuente.

-Entre ellos, está el cenicero Copenhague, aunque ahora se fuma menos. Asimismo, cafeteras o vajillas de firmas muy conocidas. Soy autor de frascos de perfume de Puig, Carolina Herrera, Paco Rabanne…

-¿Y en Andalucía?

-Entre otras firmas, es muy popular el diseño del perfume Carmen, que le hice a Victorio & Lucchino. Me llevaron por Sevilla para que me inspirara. El tapón del frasco recuerda a una joya del Tesoro del Carambolo.

-¿Qué le hubiera gustado diseñar y no pudo?

-Me hubiera gustado hacer más objetos de servicio público, para hospitales por ejemplo, y más mobiliario urbano. Son bienes al alcance del disfrute de todos. Sin embargo, el 98% de los objetos que he diseñado son para empresas privadas, hay que comprarlos.

-¿Le han marginado las administraciones?

-No lo sé. Quizá las administraciones públicas compran lo que encuentran en el mercado, y no se preocupan mucho por la creatividad. En los países escandinavos no ocurre así.

-¿Las empresas españolas cuidan el diseño?

-Han mejorado, pero queda mucha solución casera. Parece que el diseño es un gasto a evitar, y eso es un error. Para explicarlo, si una botella de plástico para agua tiene diseño bueno o malo, el coste del utillaje es el mismo, y el resultado no.

-¿La crisis ha creado nuevos hábitos de consumo?

-Yo soy muy crítico con la economía de consumo. En estos tiempos, lo que necesitamos es mejorar la oferta de servicios.

-¿En qué sentido?

-El consumo está al límite. Hay más productos de los que necesitamos, tenemos de todo. Un ejemplo sería que hay demasiados modelos de sillas, y muchas no aportan nada nuevo que las haga más útiles. Sobran productos y se debería pensar más en los servicios.

-¿De qué tipo?

-Los servicios deben dar soluciones a problemas. Telepizza es útil no por el producto en sí, sino por el servicio. Ahora se habla mucho del jobbing para la gente joven. Crean pequeñas empresas que ofrecen nuevos servicios. Por eso, en estos tiempos, hay que apostar por el diseño de servicios más que de productos.

-¿Lo ve como una salida laboral para jóvenes?

-Yo estimularía a los jóvenes para trabajar en esa dirección. Necesitamos apoyo en actividades, que nos ayuden a tener una vida más cómoda. Para eso hay que detectar los problemas existentes y ofrecer servicios que los resuelvan.

-¿Aún trabaja?

-Sólo para antiguos clientes. Me han encargado el diseño del testigo olímpico que le entregó Londres 2012 a Río de Janeiro 2016. También doy conferencias. Y he publicado un nuevo libro, Casos de diseño, en el que 20 diseñadores conocidos explican sus casos. Ahí se ve que incluso los veteranos encuentran dificultades.

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