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Entrevistas

"¿Quién se traga un libreto de Puccini?, ¡menudo culebrón!"

-Ha trabajado en la dirección musical de muchas espectáculos, ¿le pone echarle teatro?

-Para mí es una gozada, dirigirlas y oírlas. Me resultan más cercanas porque se pueden teatralizar, porque evocan una historia o te están contando algo solo con música sin imágenes.

-En octubre cogerá la batuta para el estreno mundial en Argentina de la ópera Pepita Jiménez, ¿emocionado?

-Tengo una buena movida. Ademáscuando Albéniz la estrenó lo hizo en italiano, no en inglés que fue la versión original que él escribió. Se grabó hace unos años y ahora esta es una revisión nueva. Primero se estrena en el teatro de La Plata y luego en marzo o abril del año que viene ya se hace en Madrid en los teatros del Canal.

-Repite con Bieito tras la experiencia de Carmen en Colombia, ¿se entiende el mito al otro lado del charco?

-Esa producción fue un exitazo. Creo que es lo mejor que he visto en ópera. Calixto es un genio. Con cuatro cosas crea una obra de arte. La gente brama con esa puesta en escena. Allí y en cualquier sitio.

-Con Boadella ha trabajado varias veces en los Teatros del Canal, ¿por qué?

-Es distinto. Me gusta más que dirigir una orquesta a solas. No solo tienes una partitura y un guión musical, sino que además tienes que estar pendiente de los cantantes, del coro, los actores, las luces, las escenografía... Porque si hay algún problema al final el que lleva la función eres tú. Tienes que solventar el problema de alguna manera desde donde tú estás. Tiene un punto de más riesgo escénico, le da más vida y más tensión pero también es más divertido.

-La Junta ha invitado a los directores de las orquesta andaluzas a bajarse el sueldo, ¿no se pierde divismo?

-Entiendo que todo el mundo en esta época se está recortando, con esta estafa general. Y una orquesta también. Peor lo tiene un equipo de fútbol. Lo que cobran es más deshonesto. La orquesta a fin de cuentas lo único que hace es generar o apoyar la cultura y eso es básico para la educación de la gente.

-En una filarmónica o en una sinfónica no se da entonces la batalla de egos...

-Claro que no. La gente piensa, yo creo que un poco por incultura general, que no hacemos nada, que trabajamos unas horas al día y que por eso te pagan un pastón desorbitado. Ni una cosa ni otra. Para ensayar tres horas al día tienes que estar no sé cuántas preparando el ensayo, sin contar con la de horas que echas durante muchos años y la cantidad de lesiones que te llevas. Peor que un deportista de élite (risas).

-López Cobos dice que una orquesta por dentro es un buen ejemplo de trabajo en equipo por el mismo objetivo, ¿no le suena utópico?

-No. Yo trabajo mucho con orquestas de jóvenes, y es más fácil porque intentas crear un equipo desde cero, están más vírgenes en ese sentido. Nunca han hecho ese tipo de juegos. Se trata de inculcar que somos un equipo, no de once futbolistas sino de 45 músicos y que desde el primero hasta el último tienen todos la misma importancia. Si tu trabajo no está bien hecho, el de los demás se puede tambalear.

-En una orquesta profesional, ¿cuesta más convencer?

-En una orquesta profesional a veces se pierde el espíritu de hacer música o de pasarlo bien, que eso ya es una utopía... Se puede convertir en un trabajo de oficina: voy, ficho y a casa. No nos damos cuenta de que estamos haciendo algo que solamente un privilegiado puede hacer.

-Cuando un director de orquesta joven se enfrenta por primera vez a músicos de su edad, ¿logra imponerse?

-Bueno, crea situaciones de todo tipo. Esto es como el futbolista ante un entrenador nuevo. Yo no voy a inventar nada ni a decirles lo que tienen que hacer, pero sí tengo que imprimir mi carácter y forma de ver la música y crear un clima especial. Eso es lo complicado.

-Con músicos de tantos países intentando afinar, ¿no se vuelve loco?

-Además son muy diferentes. Entre latinos, por ejemplo, es todo más parecido pero el rumano o el ruso no tienen nada que ver con nosotros aunque lleven años aquí, en Bilbao o en Oviedo. Se nota una barbaridad a la hora de tocar y en la manera de trabajar.

-¿En tiempos de crisis los directores invitados salvan el pellejo?

-Una de las declaraciones de Mortier cuando llegó al Teatro Real fue que iba a prescindir de un director titular para ahorrar y darle calidad a la orquesta, porque vendrían muchos directores y eso iba a aportar mucho. Y lleva razón.

-No debe ser lo mismo una ópera de Strauss por un alemán que por un español...

-El alemán la va a hacer de una manera y el español le dará la vuelta. Y al revés con una zarzuela o una ópera española, la hará cada uno según su carácter, ni mejor ni peor.

-Se confiesa apasionado de la zarzuela, ¿para usted es un género grande?

-Caemos en el error de pensar que es un género menor al de la ópera. Aquí está popularizada, pero vete tú a cualquier sitio del mundo y la gente se vuelve loca, como no lo hace con La Traviata que la tienen más oída. La zarzuela es fresca, es música española y fácil de llegar al público. Entiendo que algunos libretos son horribles pero como en la ópera.

-¿Por ejemplo?

-Tú coges el libreto de Norma y dices " paso porque esto no hay quien se lo trague". A mí me encanta Puccini, pero lees un libreto suyo y dices ¡menudo culebrón venezolano! Y cuando oyes una ópera como en principio no te enteras de lo que dicen y la música te lleva a un nivel de éxtasis pues crees que es interesante. Pues dicen las mismas tonterías que en la zarzuela pero como aquí te enteras...

-De nuevo falla la educación musical...

-En los chavales con los que he trabajado veo una pasión por hacer esto que yo no la tenía cuando estudiaba hace 20 años. Antes no había el nivel de ahora y el profesorado era lamentable. Hoy vienen con un nivelón que ya quisieran algunas orquestas profesionales...

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