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Cualquiera menos Esperanza

  • Casi nadie en el PP apuesta por que Rajoy resista hasta las próximas elecciones y sea candidato, pero muchos sí ven factible que bloquee las aspiraciones de Aguirre

Cuando el presidente del PP, Mariano Rajoy, apareció la noche del pasado 9 de marzo en el balcón de la calle Génova acompañado por Elvira Fernández, su mujer, estaba decidido a dimitir. La angustia de ella, nada acostumbrada a disimulos de actores y políticos, lo decía todo. La dulce derrota era, al fin y al cabo, otra derrota. Y, en esta ocasión, no había excusa por mucho que ETA hubiera querido emular siniestramente a Al Qaeda con el asesinato del ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco en vísperas de la jornada de reflexión.

Un análisis más detallado de los resultados, en compañía de su asesor personal, Pedro Arriola, le llevó a constatar que la derrota del PP se debió a los pésimos resultados electorales cosechados, sobre todo, en Cataluña y el País Vasco. Tras ella estaba, sin duda, la estrategia de la crispación, basada en las campañas contra el Estatut y contra el proceso de paz. El remedio al problema estuvo claro desde el principio: si el PP logra moderarse en estos territorios y deja de ser "un partido antipático", la victoria electoral en 2012 sí es factible.

Sin embargo, Rajoy pudo comprobar cómo desde los sectores que más le habían empujado a una oposición frentista contra el Gobierno, mantenían ahora, a través de sus medios afines -especialmente El Mundo y la COPE-, que la estrategia de la crispación había sido todo un éxito al superar el PP los 10 millones de votos, pero había fallado el líder del PP. Curiosamente, los medios que apostaban por su renuncia eran los mismos que comenzaban a prepararle el terreno de la sucesión a Esperanza Aguirre. Por cierto, diputados afines a Rajoy califican ahora este apoyo mediático de "más mercantil que político".

Todo ello, junto a las llamadas de apoyo que recibió de los barones regionales del PP -Camps, Arenas y Núñez Feijoo entre los más destacados- para impedir el aterrizaje de Aguirre, provocaron que Rajoy decidiera quedarse al frente del PP e iniciara el proceso de renovación que ha abierto la caja de los truenos en una organización muy poco dada a verbenas democráticas y a cuestionar a su presidente.

La primera víctima de la renovación fue el portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Eduardo Zaplana, que se marchó a un cargo muy bien remunerado en Telefónica antes de que dejaran de contar con él públicamente. Juan Costa, un hombre de Rato rescatado por Rajoy de la empresa privada para coordinar el programa electoral, y Manuel Pizarro, un aznarista que fichó como estrella económica para la lista de Madrid, cayeron en el mismo momento en que el líder de los populares encargó a Soraya Sáenz de Santamaría, una persona de su más absoluta confianza pero con escaso pedigrí político, que llevara la voz cantante del Grupo Popular en la Cámara Baja.

En plena renovación, la presidenta de la Comunidad de Madrid movió ficha con intención de sondear los apoyos para presentarse como alternativa. Al ver que no podía alcanzar los 600 avales necesarios, optó por mantener la incertidumbre sobre su candidatura al objeto de impedir que Rajoy incluyera al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, en su candidatura como secretario general, y para forzar una lista de consenso.

La renuncia de Ángel Acebes a continuar como secretario general y el anuncio de Rajoy de que Esteban González Pons, un hombre del presidente de Camps, ocuparía un lugar destacado de su candidatura -posiblemente sea el portavoz del PP, el hombre de los lunes- avivaron la llama de la división interna, apareciendo ante la opinión pública un partido fragmentado en dos: por un lado, los renovadores, que apoyan a Rajoy y que persiguen una asunción de la España de las autonomías que favorezca el entendimiento con el nacionalismo moderado. Por otro, los conservadores, que buscan la renuncia del gallego y que, bajo un manto liberal, están por defender una España más monolítica. En la trinchera renovadora se apostan los barones regionales más destacados, y en la conservadora, la vieja guardia del PP, con Jaime Mayor Oreja como elemento más beligerante.

La presidenta de los populares vascos, María San Gil, una mujer con gran ascendente sobre la militancia pero muy vinculada a Mayor Oreja, agudizó la crisis al dar un portazo a la ponencia política para el congreso de junio que redactaba junto a José Manuel Soria y Alicia Sánchez Camacho.

Cuando se hace público el contenido -no da crédito democrático alguno al PNV en la lucha contra ETA-, pocos entienden la airada reacción de la política vasca. Mucha menos comprensión halla -diez de los quince parlamentarios vascos no están con ella- cuando eligió el miércoles pasado, el mismo día en que ETA asesina a un guardia civil, para comparecer y explicar que el problema es que Rajoy no le inspira confianza. Y amenazó con renunciar a ser la candidata en los comicios vascos si el presidente del PP no la recuperaba.

En verdad, San Gil chocó en la elaboración de la ponencia con José María Lassalle, hombre de confianza de Rajoy y encargado por éste de supervisar el documento político para que estuviera en línea con la etapa de moderación y acercamiento a los nacionalistas moderados que se persigue ahora.

Con la crisis abierta, el presidente del PP optó el pasado viernes por empezar a cerrar grietas y se reunió con Gustavo de Arístegui, portavoz de Exteriores del Grupo Popular en el Congreso y uno de los diputados más críticos con Rajoy en las últimas semanas. Arístegui no está con los conservadores, pero ha logrado aunar a una veintena de diputados, casi todos del clan de Becerril de la Sierra, a los que no han sentado nada bien algunos nombramientos de Rajoy.

Al diplomático guipuzcoano le llevan los diablos desde que Jorge Moragas, diputado barcelonés y viejo enemigo, forma parte de la guardia pretoriana del presidente del PP (junto a Rajoy, Lasalle y González Pons componen el Grupo de los Cuatro). Pero también ha caído como un jarro de agua fría entre otros diputados críticos la rápida promoción de los diputados José Luis Ayllón y Cayetana Álvarez de Toledo, incluidos en la dirección del Grupo tras prestar servicios a Acebes y a Zaplana con argumentarios nada moderados.

Asimismo, el presidente del PP departió el jueves durante tres horas con el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, el preferido por los barones regionales para el puesto de secretario general por ser el más rupturista. El primer edil madrileño tiene a su favor experiencia en el cargo -ya lo fue en los años ochenta con Manuel Fraga en la presidencia- y respaldo popular: sigue siendo el político del PP mejor valorado por los ciudadanos españoles, por delante del propio Mariano Rajoy y de Esperanza Aguirre. En contra, tiene esa imagen de socialdemócrata que tanto irrita a la vieja guardia popular.

Si Rajoy opta finalmente por él, la crisis puede derivar en la presentación de una segunda candidatura en el congreso, o en una larga e inestable etapa poscongresual promovida por los conservadores, que intentarían, con la excusa de que el congreso se cerró en falso, forzar su renuncia para enfrentar a la presidenta de Madrid con Ruiz-Gallardón en un congreso extraordinario que determinaría el candidato para 2012.

Si, por el contrario, apuesta por un secretario general de consenso -Arenas daría el perfil, pero no estaría dispuesto a renunciar a una posible victoria electoral en Andalucía-, los conservadores podrían conceder una tregua sin renunciar a la celebración, claro está, de un congreso extraordinario en 2011 para elegir al candidato popular a la Presidencia del Gobierno en los comicios de 2012.

En cualquiera de los dos casos, con Ruiz-Gallardón o sin él, Rajoy no lo va a tener fácil. Aunque su resistencia política está contrastada en otras situaciones críticas, pocos son los que creen que será el candidato popular en los próximos comicios. Como mucho, le otorgan la posibilidad de pactar con los barones a su sucesor -Ruiz-Gallardón o Camps- e impedir, eso sí, el advenimiento de Esperanza Aguirre como nueva lideresa.

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