España

Pedro Sánchez: cien días con más sombras que luces

  • Declive. El entusiasmo que provocó su elección como secretario general del PSOE se ha ido apagando entre errores estratégicos y desaciertos impropios del líder de un partido de gobierno

NO está cuajado", comentaba un diputado socialista de larga trayectoria poco después de que Pedro Sánchez mantuviera un ácido rifirrafe con Rajoy en el debate parlamentario sobre el último Consejo Europeo, que se convirtió en un debate sobre la corrupción.

Sánchez cumple este fin de semana sus primeros cien días como secretario general del PSOE, y el entusiasmo que provocó en aquel congreso extraordinario se ha ido apagando a medida que ha tenido que tomar decisiones de partido y batirse el cobre con el presidente del Gobierno. Se le nota su escasa experiencia política, y en estos meses han aparecido más sombras que luces en su trayectoria. Pero quienes le defienden, que son muchos, están convencidos de que no pasará mucho tiempo antes de que se le vea seguro, con un proyecto creíble y con mayor capacidad de demostrar que conoce bien el terreno que pisa.

Mañana recibirá una pésima noticia que a muchos socialistas hará dudar de su elección en reñida disputa con Eduardo Madina. Quien, por cierto, no disimula su escasa o más bien nula relación con el secretario general. No quiso formar parte de su ejecutiva cuando Sánchez se lo ofreció -se entiende- y mantiene una actitud distante cuando coincide con él. Por ejemplo, pocas veces se ha visto a Madina aplaudir las intervenciones parlamentarias de su jefe de filas.

Pero la pésima noticia de mañana no tiene que ver con Madina, sino con el barómetro del CIS: indica que en estos momentos Podemos tiene mayor aceptación que el PSOE y se convertiría en la segunda fuerza, y que además el voto directo al partido de Pablo Iglesias es superior incluso al voto directo al PP. Eso no significa que Podemos ganaría las elecciones si se celebrasen ahora mismo, porque el voto que importa es la suma del directo más de los que todavía no se han decantado por ningún partido o no quieren adelantar a quién piensan votar. Pero sí indica una tendencia, y la del PSOE de Pedro Sánchez, como la de Mariano Rajoy, es que pierden fuerza. Se comprende en el caso del PP, por el desgaste que sufre siempre un partido en el Gobierno en tiempos de crisis y medidas de ajuste, pero no se comprende en cambio en el caso del principal partido de la oposición, que debería beneficiarse del desgaste. Y no es el caso.

Sánchez partía de muy atrás. El mal Gobierno de Zapatero y la decepción que provocó Rubalcaba al frente del partido llevó a los socialistas al punto más bajo de su historia desde que Felipe González ganó las elecciones del 82. Rubalcaba había tomado mucho tiempo antes la decisión de no presentarse a primarias en el congreso que debería celebrarse este mes de noviembre, pero el mal resultado en las europeas, más la abdicación del rey Juan Carlos -que conoció a principios de año- le hicieron convocar un congreso extraordinario para el mes de julio.

Siempre se ha dicho que Rubalcaba apoyaba a Madina, pero desde su entorno se asegura que tenía "fichado" a Sánchez desde tiempo atrás: lo incluyó en la lista de Madrid al Congreso en un puesto de salida contra el criterio de Tomás Gómez y, cuando se lograron menos diputados de los previstos y Sánchez se quedó a un escaño de ser elegido, Rubalcaba ofreció a Cristina Narbona un cargo en el Consejo de Seguridad Nuclear que permitió a Sánchez convertirse en diputado.

Entre los errores cometidos por Sánchez en estos tres meses, errores que provocan comentarios como que no está suficientemente "cuajado", se encuentran algunos que él sin embargo defiende contra viento y marea. Por ejemplo, votar en contra de Juncker como presidente de la Comisión Europea a pesar del acuerdo previo entre los grupos socialista, popular y liberal; y votar en contra de Miguel Arias Cañete como comisario español.

También se ha considerado error que no introdujera excesivas caras nuevas en su Ejecutiva, cuando se avecinaban momentos difíciles que aconsejaban que el PSOE contara con algunas personas de experiencia; y se ha considerado error su excesiva presencia en los medios de comunicación, sobre todo la llamada telefónica al programa Sálvame.

Sánchez no comparte ese criterio, pero ha reconocido que se equivocó en dos ocasiones: cuando propuso "funerales de Estado" para las víctimas de violencia de género y cuando propuso que se suprimiera el Ministerio de Defensa, aunque en este último caso advirtió que lo dijo en el contexto de una entrevista de tono informal y llena de dobles sentidos.

Sin embargo, ese tipo de declaraciones, producto de su sobreexposición, ha dañado una imagen que, al principio de hacerse cargo de la secretaría general, era la de un profesional de la economía que se convertía en líder de la oposición sin excesiva experiencia política pero con una actitud abierta a formarse y adquirir peso. Y ha provocado desencanto que haya caído en despropósitos impropios del secretario general de un partido de gobierno y que debe medir muy bien sus pasos y sus iniciativas.

La prueba de que las cosas no han transcurrido como esperaban la mayoría de los socialistas es que se ha visualizado con nitidez que Susana Díaz, que fue básica para que Sánchez lograra la secretaría general, ya no muestra el mismo entusiasmo hacia él. Sin duda le dedicará toda clase de elogios en el acto con el que se van a celebrar estos primeros cien días como secretario general, pero a pesar de que los dos dirigentes aseguran que su relación es la misma de siempre y hablan todos los días, hay un punto que da paso a la especulación: Susana Díaz no acaba de decir si se presentará o no candidata a las primarias. Quizá espere a hacerlo durante ese acto que se espera sea multitudinario y que el PSOE aparezca unido, firme, y dispuesto a recuperar el terreno perdido.

Una cosa es evidente: Pedro Sánchez es el secretario general, pero en este tiempo no ha sido capaz de convertirse en el principal referente del PSOE. Lo es Susana Díaz, como ocurría en los últimos meses de gestión de Rubalcaba. Lo es por ser presidenta de la región más poblada, por ser Andalucía un símbolo para el PSOE … y lo es por su forma directa de hablar y sobre todo porque mantiene un sentido institucional que gusta al votante de centro izquierda, que es el votante que hace que el PSOE gane las elecciones. Que es lo que falta a Pedro Sánchez, un sentido de Estado que cada vez se agudiza más en la presidenta andaluza, que pide pactos constitucionales cuando Sánchez se resiste a negociar con Rajoy, y que planta cara al PSC por su ambigüedad mientras Sánchez se apunta a los paños calientes.

La razón hay que buscarla no solo en que Sánchez se considera intrínseca y sinceramente un hombre de izquierdas, sino que además le preocupa el avance de Podemos. Con el tiempo, cuando cuaje, probablemente comprenderá que el campo en el que tiene que moverse, y en el que siempre le ha ido bien al PSOE, es en la izquierda sensata, alejada de tópicos, que puede atraer incluso a los que nunca se han sentido socialistas.

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