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Una grieta en el muro bipartidista Rosa Díez brilla, a pesar de los pesares, como dirigente político mejor valorado

Viaje de la anécdota a la categoría

  • UPyD surfea sobre la ola de desencanto que anega a PP y PSOE y empieza a ser tenida en cuenta en la aritmética preelectoral

Descastada, que con el PSOE es más que implacable; flirtea con el estrambote, que echa de menos en España centros de acogida para hombres maltratados; su perfil tiene destellos del de una paciente burócrata, que se tiró ocho años en el lejano Parlamento Europeo; no fue precisamente cola de león ni es ahora cabeza de ratón, es todo, que su actual partido parece sólo ella; contradictoria, aplaudió el acercamiento de presos de ETA de Aznar durante el penúltimo alto el fuego de ETA y deleznó la negociación de Zapatero durante la última; vehemente hasta lo tronante, con un carácter de corte menos conciliador que atrabiliario; al posar delante de una cámara roza el gozo y la profesionalidad, encantada y encantadora; un gran coro le afea un desmedido populismo, como que sigue estelas legendarias al respecto como las de José María Ruiz-Mateos o Jesús Gil; le acusan, en fin, de tal y cual, pero Rosa Díez (Sodupe, 1952) está pasando de anécdota a categoría y ya reluce como dirigente político mejor valorado por los españoles mientras se apaga la estrella de Zapatero, que su neonata Unión, Progreso y Democracia (UPyD) es de las pocas formaciones -con Izquierda Unida- que sigue creciendo en intención de voto desde las elecciones generales de 2008 (obtuvo entonces 306.000 papeletas, que se convirtieron en 450.000 en las europeas del año siguiente), consolidándose como toda una llave o bisagra llamada a abrir o cerrar grandes puertas en futuros repartos del poder, así que a esta mujer hay que tenerla muy en cuenta por muy testimonial que resulte peleando en el Congreso en solitario con molinos de viento sin importarle ganarse enemigos a diestra y siniestra, que es la única diputada capaz -al menos públicamente- de proclamar que es menester poner coto a los privilegios económicos de los que gozan sus compañeros de escaño.

Ésa, su habilidad para mostrarse cercana al pueblo, es una de las bazas de su ascenso en la consideración de la calle -sobre todo, del sector más alérgico al nacionalismo, uno de sus casus belli, como la defensa del castellano o la devolución de competencias autonómicas al Estado (educación y fiscalidad)-, como su ilimitada capacidad de trabajo, su mente ágil, su discurso de fábula, su imagen dinámica, un verso suelto, un ser sin complejos que sólo sabe emplear el verbo rendir en términos de productividad, no de abatimiento, que rinde y rinde y nunca se rinde.

La crisis ha traído las vacas flacas y las sagradas hace algún tiempo que empezaron a tomarse en serio la irrupción de UPyD en el panorama político, ya mucho más que una amenaza fantasma, que bebe de los vientos del desencanto que generan los dos grandes partidos y que ya es la tercera fuerza política en 32 capitales de provincia a tenor de los resultados de las elecciones europeas, en los que logró un escaño. Las municipales y autonómicas del año próximo darán la verdadera dimensión de la razón de ser de la ilusión que se genera alrededor de UPyD, que una cosa son las encuestas y las simpatías que reflejan, y otra, la inercia de las urnas, donde la seguridad del voto útil cierra las compuertas a grandes trasvases de electores. Y, aunque muchos le tachen de oportunista, ella también padece a esa especie tan ajena al peligro de extinción, pues asegura que cargos del PP, del PSOE y de partidos locales independientes con problemas en sus partidos llaman de vez en cuando a la puerta de UPyD. "Les exigimos que renuncien al cargo público como requisito indispensable para afiliarse. Ninguno lo hizo", cuenta.

Con su aura de mujer íntegra de izquierdas -su padre, obrero metalúrgico socialista, estuvo condenado a muerte-, también agrada en la acera de enfrente (el rechazo de la reformas del aborto y apasionada defensa de la unidad de la nación ayudan) y puede resultar la gran beneficiada de la desafección a los dos gigantes, aunque tanto los bancos, que le niegan el pan y la sal de los créditos, como la ley electoral, que castiga a los pequeños partidos, le cortan las alas.

A veces catastrofista, "vaya desgracia que tenemos, el peor Gobierno y la peor oposición"; otras, visionaria, "puede ser que llegue un día en que en España ya no haga falta un partido laico y progresista, que defienda la separación de poderes o la unidad de la nación española, la igualdad de todos ante la ley, pero ese día no es hoy y por eso estamos aquí"; alguna, desbocada, "Zapatero es gallego en el sentido más peyorativo del término"; siempre arrolladora y clara, nunca deja a nadie indiferente y sabe conjugar su aire de alma libre y procaz con una dilatada trayectoria en la que ha sabido reponerse de sonoros batacazos al intentar llegar a algún puente de mando -disputó a Redondo Terreros el liderazgo del PSE-EE (1998) y a Zapatero el del PSOE (2000)- y que ahora se cuela "como una piragua entre dos portaaviones", como dice ella, que tratará de ganarse la llave del Gobierno de Madrid, su granero de votos -que son más que nada urbanos-, donde todo apunta a que UPyD va a crecer a costa del retroceso de PSOE -más acentuado- y del PP, así que hay partido y éste, UPyD, aspira -como reza su decálogo- a ser decisivo y quiere superar el "bipartidismo imperfecto", impulsar la regeneración del sistema, porque "en una democracia, todos somos políticos", y, de momento, no se casa con nadie.

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