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El tren de la bruja

Feria eterna

Sin que fuera uno de esos adelantos de vísperas con que se anuncia, y se disfruta, la Feria antes de la Feria, mi queridísima y añorada bruja, el domingo pasado por la noche me despabiló del duermevela una película que debes haber visto: El último cazador de brujas.

–Vaya una manera de manifestar ese cariño que dices tenerme, con el apaño que te doy para que compongas este tren de palabras cada día, sin tener que vértelas, como yo por mis malos conjuros, repartiendo escobazos entre el ensordecedor ajetreo de la Calle del Infierno.

–Pero si ese es tu medio natural, hecha como has de estar a los contubernios diabólicos.

–Te la estás buscando, que me he quitado de la magia negra pero todavía tengo adicción de sobra sin que, como para el tabaco, me valgan los remedios engañosos. Y no sólo te la aplique con malaje, sino que también te lleves el estropicio de no atinar en qué ser inmundo convertirte.

–Miedo me das, como esa todopoderosa bruja que maldijo al último cazador nada menos que con la inmortalidad.

–¿Y no te has preguntado por qué será una maldición no morir en el final de los días?

–Ya que no tengo a Satanás, sino a Saramago, como escritor de cabecera, de este último recuerdo ahora, porque viene a pelo, que morir es siempre una cuestión de tiempo.

–Una también es leída, que en el aquelarre no faltan libros, y he de responderte, tunante, que ese mismo escritor también compuso una no muy extensa pero sabrosa novela, Del amor y otros demonios, que al mismísimo Satanás provocó el deleite de la lectura.

–Pues sí, bruja ilustrada, pero no me despistes que quiero darte razones de la maldición de la inmortalidad: el empalago de vivir más del tiempo propio en que se apuran las bondades, y los placeres, de los días, hechos estos a la medida del tiempo que se escapa.

–Entonces, que me estás poniendo la pelota para el remate y eso que no soy futbolera, la maldición de una vida eterna podría parecerse a la condena de una Feria sin fin.

–Ahí te quería ver, bruja sabia y perspicaz, porque extender formalmente el calendario de la Feria, además del anticipo que se dan los feriantes “informales”, acaso participe de esa categórica maldición de la eternidad con la anécdota de una larga semana feriada.

–Pues a muchos mortales conozco, escribiente, que me buscan como mediadora para hacerse objetores de la muerte y vivir una Feria eterna, poniendo su alma en empeño si falta hiciera para conseguir su propósito.

–Pero entonces tendrías que parecerte a esa maligna Reina Bruja que condenó al último cazador en su cruzada contra el aquelarre.

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