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La Historia según Galeano

  • El escritor uruguayo presenta en Sevilla 'Espejos', una miscelánea "casi universal" de dudas y sospechas contada desde la óptica de "los invisibles y olvidados"

"Es verdad que la historia la escriben los vencedores; es parte del botín, quedarse con la memoria", dice Eduardo Galeano, que parece haber concebido toda su obra como una china incómoda en los zapatos de los ganadores sospechosos. Ayer, en la presentación de su última obra, Espejos. Una historia casi universal (Siglo XXI), el escritor uruguayo defendió las contradicciones como el "verdadero motor" de la vida. Más tarde, el autor de El libro de los abrazos, La venas abiertas de América Latina o Memoria del fuego -obras de gran carga moral y política, escritas desde una evidente militancia izquierdista- diría: "La literatura de izquierdas es bastante aburrida y plúmbea. Hay que rescatar el sentido del humor. Y además la realidad es más rica que los esquemas que la interpretan y tiene zonas de misterio, afortunadamente".

Galeano (Montevideo, 1940), un "hombre porfiadamente enamorado de la vida y muy preguntón desde que era pequeño", plantea en Espejos una "tentativa de viajar sin hacer caso de las fronteras del mapa y el tiempo". Así, asuntos de todo tipo, desde el libre comercio a la poesía, y personajes dispares, desde Maradona a Hernán Cortés, aparecen en una miscelánea que aspira, dice, a hablar por "los invisibles y olvidados" y a "aproximarse a posibles buenas respuestas, que son las que merecen una nueva pregunta". En el plano estético, el autor quiere ser fiel a su "maestro" Juan Carlos Onetti; es decir, "que sólo queden las palabras que son mejores que el silencio".

Escritor seguido con fervor en España en los últimos tiempos, el uruguayo "rescata" en los casi 600 relatos, sucintos y concentrados como acostumbra, historias "oídas en la esquina de mi casa o de hace 3.000 años". Galeano está seguro de que "las voces de la calle, las pequeñas historias sencillas" [como la de alguien que, viendo el mar por primer vez, preguntó qué río era aquél, con una sola orilla], son "un buen ojo de cerradura para contemplar el universo". Quizás por eso las rimas inesperadas le "fascinan": ahí está la historia de George Bush, fallecido en Nueva York en 1859, profesor de lenguas orientales, autor de la primera biografía de Mahoma publicada en Estados Unidos.

Todos los días, cada mañana, encuentra material literario en los periódicos -"en lo que está en ellos y en lo que no está", dice-. Se pregunta, por ejemplo, cuántos son de verdad los "invadidos" muertos en Iraq, "en una guerra que nació de una mentira y continúa en otra mentira". Y él, que escribe "para desatar preguntas", para "cuestionar la uniformización de la opinión" por parte de "los grandes medios de comunicación, los Estados y las grandes empresas", desea que sus lectores asuman el pacto y "ejerciten el derecho a la curiosidad y a la desconfianza".

Certezas, insiste, no tiene. Si acaso, estas tres: que "no hay nada en la vida que no merezca ser reído"; que el carácter "cartesiano" de la izquierda ha resultado contraproducente y por eso defiende el lenguaje sentipensante, como dicen unos pescadores colombianos amigos suyos; que "la palabra es sagrada", como en el guaraní, que utiliza el mismo vocablo para palabra y alma.

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