Montero Glez · Escritor

"Por amor uno no pone una bomba, en todo caso se emborracha"

  • El novelista presenta 'Pólvora negra', Premio Azorín 2008, una reconstrucción del intento de asesinato de Alfonso XIII por parte de un anarquista catalán en 1906

"Aquí no, que es muy gay", le espeta a la fotógrafa cuando ésta le invita a sentarse en el inmaculado sofá negro de diseño del hall de un hotel. "He asumido que la promoción forma parte del juego literario; trato de divertirme", dirá luego Montero Glez, el "navajero" de las letras españolas (en expresión de su amigo Raúl del Pozo), después de haber posado con los pies sobre una mesa y, en un "homenaje" a Valle-Inclán, ahuecando la manga izquierda de su chaqueta a cuadros. "Vamos, que trato de facilitar el trabajo a los periodistas. A cambio, lo único que pido es que no me cambien los términos del mensaje", añade, profundamente enfadado con una parte de la prensa, que le ha "acusado" de apología del terrorismo por unas declaraciones sobre José María Aznar. "Me he quedado con ese bocao triste, sí. Estoy en contra de que se explote a las personas con la plusvalía, así que tampoco defiendo que se les explote con dinamita".

Nacido en Madrid en 1965, exiliado en Tarifa -él sólo dice "el Sur"- desde hace más de una década, donde pasa los días "pescando y leyendo a Shakespeare", Montero Glez, autor de Sed de champán, Cuando la noche obliga y Manteca colorá, entre otros títulos, ganó el pasado marzo el Premio Azorín de Novela por la obra Pólvora negra (Planeta). Basada en hechos reales, la novela reconstruye el intento de asesinato de Alfonso XIII. Al paso de su cortejo por las calles de Madrid, tras la boda del rey con Victoria Eugenia, el anarquista catalán Mateo Morral arrojó desde el balcón de su pensión una bomba Orsini que no acabó con la pareja regia, pero sí con 23 personas que asistián al desfile regio.

Escrito por su simpatía hacia el movimiento libertario -"no hacia la violencia, faltaría más", insiste-, el libro es una suerte de "zarzuela sangrienta" en la que se mezclan, con ritmo frenético y rotunda facilidad para dibujar estampas personales y sociales, la voces barriobajeras y castizas de los estratos marginales con elementos de la tradición hard-boiled. "Pero todos los personajes existieron", aclara. "He dedicado tres años a este libro. En la Biblioteca Nacional se puede consultar el sumario del caso. Son más de 3.000 páginas. Y si en él se dice que un personaje tiene perilla cana, en la novela tiene perilla cana", dice. Concebida también como una réplica a la "Historia oficial", en la que Morral ha quedado como "un loco enamorado", Pólvora negra aspira a "demostrar que por amor uno no pone una bomba, en todo caso se emborracha", y por tanto que "había algo más" en esta historia que un "perdedor radical", dice aludiendo al ensayo sobre el terrorismo islámico de Hans Magnus Enzensberger, autor de El corto verano de la anarquía, una fascinante aproximación a Durruti en forma de collage histórico que también inspiró a Montero Glez.

En marzo, al recibir el premio, el autor declaró que su novela habría sido imposible sin las lecturas de Juan Marsé y Arturo Pérez-Reverte, el último un "maestro, capitán y hermano" que le enseñó que la historia puede no ser una "escuela de momias" y convertirse en "memoria viva del tiempo presente". Con esta idea muy clara, el autor tiró de un hilo que le llevó dos décadas atrás, cuando con 20 años, y aún en Madrid, frecuentaba el Café Gijón para ligar con las actrices. Allí, su amigo Alfonso, el cerillero del local, le contó la historia del atentado, y él tomó algunas notas que hace tres años recuperó.

Del premio, espera que amplíe sus "capillitas", pues se considera un escritor de "capillitas y lectores fieles", lo que no tiene intención de dejar de ser. Los 68.000 euros que acompañan al galardón le servirán, dice, para seguir escribiendo "sin apuros", esperando una historia que "merezca" contar. "No puedo permitirme el lujo de perder el contacto con la gente. No flipo, no voy a construirme un chalé con piscina con forma de riñón y un perro que ladre a cada persona que pase. Uno escribe para ser leído; para hacerse rico, mejor asaltar un camión blindado, ¿no?".

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