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Homenajes

Gunvor Nelson: Luz que juega, luz que quema

  • El SEFF amplía miras dedicando uno de sus homenajes al cine experimental de la sueca.

Como todo el buen cine, el de Gunvor Nelson refracta los intentos de etiquetado fácil. ¿Cine experimental?; ¿de vanguardia?; ¿feminista? No sirven demasiado estos sintagmas, a no ser que uno sea capaz de marginar el exceso de sublimidad o la secreta armonía entre planos y bandas en su cine y lo tome como pretexto para discurrir convencionalmente sobre política o realidades sociales. La cineasta sueca siempre prefirió llamar a su refulgente artesanado "cine personal", y quizás sea ahí, en la conexión de lo íntimo con lo abstracto, de lo particular con lo universal, que puede establecer un arte de los intervalos como el cine donde radique buena parte del secreto de su emocionante práctica fílmica y videográfica.

El cine de Nelson nace en California, bajo la luz de dos astros: Bruce Baillie -el gran "visionario", transformador de la realidad a partir de las más primigenias potencias de la materia fílmica, cultor de haikus- y James Broughton -soñador de cosmogonías, trocador de visiones por miradas sobre el cuerpo humano, en él un médium que se recarga de virtualidades expresivas y libertades carnales y espirituales-. Nelson filmará allí entre los 60 y los 70 sus títulos más legendarios, asumiendo esta herencia y expresando sus inquietudes personales y generacionales: Schmeerguntz, My name is Oona, Kirsa Nicholina, Take Off y Moons Pool. En resumidas y precipitadas cuentas: cortometrajes reverberantes y orgullosamente impuros (los suelen trufar collages, animaciones y materiales encontrados) que parecen encerrar, entre humoradas, teoremas bellos, lógicos y eficaces (demostrando, por ejemplo, la distorsión de la femineidad que venden los media, la necesidad de reaviviar los vínculos con la naturaleza o la insaciabilidad de la mirada predadora del voyeur masculino). Y atravesando las proposiciones, el arañazo de la belleza, que en Nelson tiene que ver con la humildad de las vidas anónimas y de los cuerpos femeninos singulares; un fogonazo de real. También con la libertad que en el cine excitan los bordes de la vida: la infancia y la vejez, esplendor del movimiento y disolución.

Cine y vídeo. Las sesiones dedicadas por el SEFF a Gunvor Nelson no sólo daran a ver los títulos clásicos que rodara en 16mm. También se programa parte de la producción que la cineasta rodara a su regreso a Suecia. Entre ellas, Tree-Line (1998), la película que inaugurara su obra en vídeo.

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