Crítica 'Congreso'

Enemigos de la sensatez

Congreso. Málaga Premiere. Argentina, Comedia, 2013. Dirección: Luis Fontal. Intérpretes: Ezequiel Tronconi, Matías Dinardo, Florencia Benítez, Sabrina Macchi, Agustina Quinci, Maximiliano Zago.

Hoy en día, hay pocos retratos absolutamente veraces de lo que representa la juventud en nuestros días. Se la suele trata con injusticia, como un reflejo de una educación permisiva y carente de valores. Es como si se hubiera tirado la toalla en este aspecto.

En Congreso se consigue, tal vez no el reflejo más veraz y general de la juventud, pero sí el de una parte de ella.

Lo que empiezan siendo los preparativos de una fiesta que se augura alucinante, acaba por contrariar las expectativas de los personajes. Sin embargo, al espectador le sorprende.

Aquí existe una brillantez que reside en la naturalidad de su expresión. Ninguna conversación nace de una pretenciosa subjetividad; todo es tan vacuo como la realidad misma. De hecho, cada personaje vive en su propia realidad, que puede estar algo inmersa en la de los demás, pero que básicamente, empieza y acaba en sí misma.

Se representan tres personajes masculinos, que adoptan roles algo radicales: uno es un guerrillero de la necesidad, del egoísmo, que defiende la anteposición del bien propio al bien que le puede aportar la sana (y santa) amistad. Su polo opuesto es un ser introvertido, que oculta una iniciativa que se aprecia con delicadeza, que se va soltando mientras le llega el alcohol a la sangre. Como punto intermedio, el tercero, es el sabio conocedor de la razón, de que la sensatez debe prevalecer a la necesidad, a la que casi sucumbe, y a la que renuncia tras hacer un breve examen de conciencia. A ellos se les asocian tres mujeres que pueden reflejar ciertos gustos del director y co-guionista Luis Fontal. Las tres flotan en una atmósfera algo onírica, más turbia para unas que para otras, de la que no salen incluso cuando ya casi está acabada la noche.

Con una eficacia sorprendente, la película relata la insensatez como algo que nace, no tanto del propio egoísmo, sino de la insensibilidad. Es la misma que Fontal trata de diseccionar para que su relato adopte más lecturas de las que a priori aparenta. No se trata de un filme pretencioso ni mucho menos, pero se las arregla para someter a juicio la indecisión y los errores de una juventud tocada por las consecuencias de su ego.

Sobria como la vida misma y natural como los que se guían a través de ella, Congreso se respira como una película agradable, una suerte de anti buddy movie que grita a pleno pulmón áquello de sensatez, no necesidad.

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