Punto de vista

Julio Diamante

Julio Diamante, entre Francisco de la Torre y Juan Antonio Vigar, en su homenaje.

Julio Diamante, entre Francisco de la Torre y Juan Antonio Vigar, en su homenaje. / Ana Belén Fernández / Festival de Málaga

Fue un instante para recordar de por vida. Esperábamos a Julio Diamante para tributarle el homenaje que se merece en vida. Aguardábamos en la bellísima plazuela que da acceso al Auditorio del Museo Picasso cuando, de repente, apareció por el callejón lateral, con gran dificultad para caminar, apoyado en su compañera.

Al instante acudieron en su ayuda el alcalde Málaga, Francisco de la Torre, y Eduardo Trías, el director del documental que repasa la historia de la Semana de Cine de Autor de Benalmádena, de la que el homenajeado fue cuerpo y alma. Escoltado por ambos entró en el Auditorio, y tras subir con dificultad al escenario, llegó el momento de tomar la palabra.

Y ahí comprobamos que la mente lúcida de Julio Diamante permanece inalterable. Con bagaje enciclopédico y su marchamo de creador insobornable, volvió a reivindicar el Festival de Benalmádena como lo que fue, un reducto de libertad en unos tiempos en los que era complicado moverse en los márgenes. El cineasta justificó la bajada de telón en el año 1989. Era mejor morir con honra que dejar que el evento se convirtiese en algo alejado de lo que le dio razón de ser.

Como muy bien apostilló Carlos F. Heredero al cierre del acto de homenaje, el caso de Julio Diamante es el del intelectual completo. Hombre de cine, de teatro y de literatura. Uno de esos nombres que salen de largo en largo, uno de esos imprescindibles de verdad a los que a España le cuesta tanto reconocer. Por eso fue tan emocionante encontrarle en la plazuela del Auditorio Picasso, y acompañarle en esa tarde de tributo. Y escucharle. Escuchar al sabio que vivió varias vidas, y que todavía hoy, transcurrida la quinta parte del siglo XXI, es memoria viva de nuestra cultura.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios