'Aire'

Contaminación atmosférica

Un momento de la película 'Aire'.

Un momento de la película 'Aire'. / M. H.

Los primeros planos de un amanecer sobre la respiración de Lucía (soberbia Julieta Zybelberg) señalan las pistas sobre las que habrá que seguir los pasos de Aire. En pocos segundos, aumenta también el ritmo de la respiración y los planos generales de Buenos Aires son cada vez más feistas. Castro Godoy transmuta en unos instantes una mañana de postal a contrapicados industriales, que acompañarán a la protagonista ya a pie de calle: del bus al colegio y de ahí al supermercado donde, trabajando sin contrato, pasa largos ratos recorriendo pasillos en busca de sus jefes. Por un momento, nos trasladamos a La ley del mercado (Stéphane Brizé, 2015) en su denuncia del individuo contra el sistema y la burocracia. Pero de quien verdaderamente es deudora la cinta es del último Ken Loach, siendo Aire más inocente a nivel de libreto, pero también visualmente más elaborada.

La puesta en escena es otro de los grandes aciertos de una película humilde, de fotografía austera, pero de intención –y logro– palpable. Ante la angustia de Lucía, resultan tan hosiles los escenarios coloridos (en el supermercado, con su hilo musical y sus coloridos reclamos publicitarios, o el colegio, con los pasillos llenos de dibujos); como los propiamente áridos: ya sea la recepción de urgencias o los diferentes medios de transporte.

Para entonces, la cámara ya ha abandonado los encuadres generales y sigue celosamente a la protagonista por ventanillas y pasillos, contextualizando a través de las emisoras de radio. Corta en su metraje, hubiera tenido un cierre majestuoso apenas unos minutos antes. “Lo que tarde en llegar dependerá del colectivo”, responde Lucía en una secuencia. Nunca la ambivalencia panhispánica tuvo tanto sentido. Terminó cogiendo un taxi.

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