Julieta Serrano. Actriz

"Nunca tuve conciencia de 'llegar a ser' nada, pero sí de ser auténtica"

  • La intérprete, pieza elemental del cine y el teatro español, musa de Almodóvar, Miguel Narros, Alonso de Santos y Ventura Pons, recibió ayer la Biznaga 'Ciudad del Paraíso'.

Sentarse frente a Julieta Serrano (Barcelona, 1933) para iniciar una conversación requiere claudicar ante su serenidad socrática y sus ojos claros: cada palabra es en su voz melodiosa una conquista. No se incurriría en exageración si se afirmara que el público del teatro español del último medio siglo sabe quiénes son Shakespeare, Chéjov, Tennessee Williams, Esquilo, Anouilh, Gorki, O'Neill y Brecht gracias a ella, por no hablar del Siglo de Oro y los mejores dramaturgos de su tiempo. En el cine, su idilio con Almodóvar regaló personajes fundamentales como la Madre Superiora de Entre tinieblas (1983), pero también Jaime de Armiñán, Ventura Pons y Vicente Aranda, entre muchos otros, se han rendido a sus encantos, como antes lo habían hecho Miguel Narros y José Luis Alonso de Santos para la escena. Ayer recibió la primera Biznaga Ciudad del Paraíso que concede el Festival de Málaga. Y nadie la merece más que ella.

-¿El teatro y el cine son dos oficios distintos para una actriz?

-La interpretación es siempre lo mismo, ya sea para teatro, cine o televisión. Pero la dimensión sí es diferente. La relación con el director de cine es muy singular, porque el realizador lo controla todo, hasta el último detalle, y a veces cuando ruedo una película me entran ganas de preguntar a los directores por qué toman determinadas decisiones, aunque como soy muy disciplinada nunca lo hago. Hay una palabra mágica que me enseñó un maestro: disponibilidad. Y esto consiste en abrirse para que haya armonía, confluencia y entendimiento, para que escuches y que te escuchen. La diferencia principal con el teatro es que aquí hay unos meses de ensayos, algo que en el cine es imposible por una cuestión de medios: su precariedad no lo permite, aunque estaría bien poder ensayar antes de un rodaje. El teatro, en fin, me permite saber bien lo que estoy haciendo. Y también me permite preguntarle mis dudas al director, aunque tampoco en este caso pregunto mucho. Muchos deben creer que soy preguntona, ya que me tienen catalogada como intelectual, cosa que no soy. Pero no es así, no pregunto nada. Trato de comprender.

-Imagino que Miguel Narros, por ejemplo, le agradecería que no hiciera demasiadas preguntas.

-Sí, bueno, hay algunos directores que prefieren que no pregunten y otros todo lo contrario. Depende del carácter. Pero al final el director es el que manda, ya sea en el cine o en el teatro. Y hay que atenerse a eso, claro.

-Existe un consenso amplio a la hora de reconocer una tradición patrimonial del teatro español. ¿Estamos en condiciones de que suceda lo mismo con el cine?

-Cuando vas escogiendo una serie de películas, a lo mejor simplemente porque te gustan, te das cuenta de que hay trayectorias fabulosas dentro del cine español. Pero su principal problema es que le faltan medios. No podemos echarle todas las culpas al cine, como sector, o como industria, de lo malos o buenos que sean los guiones o lo malas o buenas que sean las películas, porque sus medios son muy limitados. Pero me parece que a veces el cine español se fija demasiado en modelos y géneros importados, sobre todo americanos, y eso genera demasiadas películas infantilizadas. La mayor parte del cine que se rueda en España va dirigido a gente muy joven, pero ¿qué pasa con el resto? Que conste, eso sí, que no tengo nada en contra de la comedia. Muy al contrario, me parece dificilísima. Lo que sucede es que he tenido poca suerte con la comedia, no me la han ofrecido mucho, ni en el cine ni en el teatro. Seguramente por mi forma de expresarme me han considerado siempre una actriz dramática, a pesar incluso de haber trabajado con Almodóvar. Aunque donde echo más de menos la comedia es en el teatro, porque ahí sí percibes cómo se ríe la gente. Cuando me preguntan qué me faltan por hacer, siempre digo lo mismo: comedia, más comedia. Pero, volviendo a lo de antes, el cine español abusa de la infantilización. A menudo se dejan a un lado los problemas reales para ahondar en líneas de cierta graciosidad, muy ligeras, con tal de conquistar a la gente más joven. Pero pensemos en una película como Amor de Michael Haneke. ¿Es una película para gente mayor o para gente joven? ¿Importa acaso la edad del público a la que va dirigida? Es una gran película, y eso es todo. El cine español necesita esa actitud.

-Tanto en la escena como en la pantalla se advierte que su escuela es la del menos es más. ¿Ha sido esto siempre una elección consciente por su parte?

-Sí, ésa es exactamente mi idea de la interpretación: decir mucho con muy poco. Trabajar desde la contención y evitar a toda costa la sobreactuación.

-Pero, ¿se podía ser contenida en aquel montaje de El rey Lear de 1967 que dirigió Narros?

-Aquel Rey Lear fue un montaje muy importante de la época. Miguel Narros hizo un trabajo abrumador, todo el mundo quedó asombrado. Ana Belén, que hacía de Cordelia, tenía 16 años. Era un amor de criatura. Y por mi parte lo hice lo mejor que pude, claro.

-¿Cuándo tuvo conciencia de que se había convertido en la actriz que siempre había querido ser?

-Esa conciencia de llegar a ser no la he tenido nunca. Sí he tenido conciencia de ser auténtica, de estar viva en el escenario, de sentir y vivir. No sólo de sentir, en realidad, sino de que haya un equilibro entre razón y corazón en el escenario, de emoción y pensamiento, para la construcción de un personaje. Una llega a eso después de mucho estudiar y mucho ensayar, y siempre es más fácil cuando tienes una buena relación con los compañeros. Mira, yo me ganaba la vida dibujando hace muchos años. Era buena copista, aunque no muy buena creativa. Después opté por el teatro, y siempre digo que mi decisión se debió a que soy muy perezosa. La gente se lleva las manos a la cabeza cuando digo esto, '¡Pero, cómo va a ser eso, si siempre estás trabajando!' Y sí, soy perezosa, pero es que he tenido la suerte de trabajar con buenos equipos en el cine y en el teatro. Y trabajar en equipo te obliga a estar al tanto, a llevar el trabajo fresco. Lo de dibujar es muy solitario. Pero trabajar en equipo, la creación de familias en cada montaje, es algo que me fascina. Aunque no siempre sea el paraíso, claro.

-¿Se siente afortunada, o le queda alguna espinita?

-He tenido más suerte de lo que pensaba. Yo era una tímida social, no hablaba, me escondía siempre en mí misma. En gran medida sigo siendo tímida, a veces me cuesta participar en eventos o saber que se fijan en mí. Los tímidos somos muy raros. Pero el teatro y el cine me han servido para sobreponerme a la timidez, para estar ahora en Málaga hablando aquí contigo. De no haber sido por esto, habría terminado como J. D. Salinger, escondida en cualquier parte. Sin dar la cara.

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