Pasarela

Cunningham, el espejo de la moda

  • El fotógrafo y columnista del 'New York Times' fallece a los 87 años dejando tras de sí un amplio legado como precursor del 'street style'

Supo ver la moda más allá de los desfiles y confió en el estilo de la gente corriente mucho antes de que los blogger aterrizaran en internet. Bill Cunningham, el precursor del 'street style', deja huérfano al New York Times, un periódico en el que publicaba sus columnas y fotografías desde finales de los años 70.

El fotógrafo de la moda urbana falleció de un infarto a los 87 años, dejando tras de sí un amplio legado en forma de negativos, un preciado material que se convierte en el mejor espejo de la moda newyorkina de las cuatro últimas décadas.

Fue considerado por la New York Landmarks Conservancy como un "hito viviente" y, hace dos años, la Historial Society de Nueva York le rindió un homenaje con una exposición en la que se recogían sus 80 mejores fotos en blanco y negro. Pero a Cunningham estos homenajes le importaban lo más mínimo, como tampoco le interesaba el nombramiento que le otorgó el gobierno francés en 2008 ni mucho menos el documental sobre su vida que realizó Richard Press hace ahora cinco años y se estrenó, con notables críticas, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Cunningham fue un fotógrafo extremadamente discreto al que le gustaba pasar desapercibido y que, aunque se codeó con los más grandes del mundo de la moda, siempre quiso permanecer al margen de este mundo de excesos.

Pese a que retrató la moda desde todos los ángulos posibles, nunca sucumbió a ella y su indumentaria fue la misma durante décadas: chaqueta azul de mezclilla y pantalones beige. Pese a su edad, seguía recorriendo la Gran Manzana en bicicleta, con dos cámaras analógicas de 35 mm colgadas al cuello. Lo único que le interesaba era retratar, sin ser visto, a personas que destacaran por su forma de vestir, bien fuera por su estilo exclusivo o por su extravagancia, pero nunca quiso ser él el objetivo de sus compañeros. Por eso consideraba un fastidio la popularidad que le había reportado el documental sobre su vida.

Era un tipo raro que ni veía televisión ni iba al cine y que hasta hace pocos años seguía viviendo en el mismo apartamento de un dormitorio sin cocina ni baño propio, rodeado de decenas de archivadores en los que guardaba todos sus negativos. Para él, lo más importante era sentirse libre y por eso, cuando iba a los eventos de moda nunca aceptaba nada, ni siquiera un aperitivo, y durante años destruyó los cheques que le mandaban las revistas porque, según decía, "el dinero es lo más barato y la libertad y la autonomía, lo más caro". Seguramente por eso nunca dijo sí a un contrato a tiempo completo en una revista hasta que en 1994, después de un accdidente, terminó aceptando la oferta del New York Times, donde colaboraba de manera asidua desde finales de los años 70.

Bill Cunningham consiguió ser ser el espejo de la moda callejera de Nueva York y, como pretendía, nunca se vio reflejado en él.

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