El blanco y el negro serán los colores predominantes del próximo verano, según las propuestas lanzadas en la pasarela de París por Balmain y Loewe, que pusieron el ojo en este binomio que destacó tanto en los estilismos más clásicos como en los más futuristas. Cada uno lo incorporó a su manera: Balmain en un tono discotequero, con rayas blancas y negras en un mono de una sola pierna -la apuesta más atrevida-, pantalones tipo chándal con pata de campana, chaquetas con exageradas hombreras y vestidos cortísimos de lentejuelas.
La firma se ha rendido a la mediatización de iconos virtuales como Kim Kardashian o la modelo Bella Hadid, y no dudó en arrancar su desfile con una música de flashes de cámara y fans gritando hasta el borde del desmayo. Siguiendo su particular sueño americano, Olivier Rousteing, el joven francés que ha sacado a Balmain del clasicismo para convertirlo en una referencia pop, transmitió una nostalgia por el final de los años 90 que se transmitió en la línea.
Mallas de colores fluorescentes, chaquetas con capucha y vestidos palabra de honor ultra cortos que podrían haber vestido cantantes como Britney Spears, Christina Aguilera o Jennifer Lopez, recreadas por las modelos en pasarela y escondidas tras unas enormes gafas pantalla.
Mucho más sutil e intelectual fue la colección primavera-verano 2020 de Loewe, con la que consagró su subida al podium de las principales firmas del lujo. La clave ha sido el acertado esfuerzo de su diseñador, el norirlandés Jonathan Anderson, por aunar la artesanía de la marca española con siluetas modernas y con una fuerte personalidad, muy distinto a lo que muestran otras casas de moda. Destacó un vestido presentado en varios colores (negro, amarillo y lila) sin mangas y con la cintura marcada a modo de miriñaque en croché sobre un short deportivo y botas mosqueteras en amarillo.
Una silueta "angelical", según describió Anderson entre bambalinas, que contrastó con pantalones tipo palazzo, camisas de encaje francés traslúcidas, faldas asimétricas superpuestas entre sí o una gabardina abierta en la espalda como una cascada.
La artesanía fue especialmente minuciosa y consciente de las raíces españolas de la marca: los flecos de seda del mantón de manila dan forma a un top sensual abierto en la espalda y una estola de punto se transforma en jersey y cae sobre los hombros. "Todo está mirado al milímetro, mostrando la poesía, la emoción y tratando de ser crítico. He tenido en mente los siglos XVI y XVII, cuando la artesanía se veía en los pequeños detalles, como esa idea de poner ropa interior para estructurar la que se ve, con esos camisones de seda por debajo de los vestidos", explicó el creador a los medios.
La sala, repleta de influencers y profesionales de la industria, acogió a Anderson con una amplia ovación, que él recibió con timidez.
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