Hacía semanas que se venía especulando con la abdicación de Alberto II de Bélgica. Se dice que su entorno conocía la decisión del monarca por lo que no les ha pillado de sorpresa, y que su determinación ha sido meditada y pensada. En ningún caso de la noche a la mañana. No obstante, no deja de sorprender el anuncio de su adiós, que coincide con un momento en el que la corona belga está envuelta en la polémica.

El rey de Bélgica, que cumplió 79 años el pasado 6 de junio, se disponía a celebrar el próximo 9 de agosto sus dos décadas de reinado. Alberto II ascendió al trono en 1993, a los 59 años, tras la muerte de su hermano Balduino. Junto a su esposa, la reina Paola, tenía previsto celebrar por todo lo alto sus 20 años en el trono, una efeméride que Bélgica prepara con todo el entusiasmo. Los preparativos, en cambio, se han visto truncados por la abdicación del monarca en favor de su hijo Felipe, prevista para el próximo 21 de julio. Alberto II dijo en su discurso de despedida, transmitido por las cuatro cadenas de televisión belgas más importantes, que su edad y salud ya no le permiten llevar a cabo sus funciones, pero llama especialmente la atención que su renuncia coincida con el estallido de la polémica en torno a su familia por un escandalo fiscal relacionado con la reina Fabiola y la aparición de una supuesta hija ilegítima, nacida de una posible aventura extramatrimonial del rey con la baronesa Sybille de Seyls-Longchamps, que ha minado la imagen del soberano rodeando de controversia cada una de sus últimas apariciones públicas.

En las últimas semanas, la sociedad belga ha visto estallar la polémica en torno a la figura de su rey después de que Delphine Boël afirmarse que es hija suya. Ésta reclama al soberano una prueba de paternidad, en la que tendrán que intervenir el heredero al trono, el príncipe Felipe, y su hermana Astrid, ya que el monarca, como jefe de estado, no puede ser citado por la justicia. Boël ha solicitado que los hijos del monarca se sometan a una prueba de ADN con el fin de demostrar su parentesco. La identidad de Delphine salió a la luz en 1999 como consecuencia de la publicación de una biografía no autorizada de la reina Paola, aunque ha sido en las últimas semanas, tras la petición de las pruebas, cuando la polémica se ha intensificado. El rey Alberto nunca ha admitido oficialmente que esta mujer sea su hija, pero sí reconoció implícitamente su paternidad durante un discurso de Navidad en el que habló de una profunda crisis que sufrió su relación con la reina, con la que se casó en 1959.

El historiador Mark Van den Wijngaert ha asegurado en unas recientes declaraciones al diario De Standaard que el monarca ha contado personalmente a su círculo más íntimo sus intenciones de abdicar por esta espinosa cuestión aunque en su decisión también ha influido, tal y como él mismo ha reconocido en su alocución de despedida, algunas cuestiones de salud.

El Tribunal Civil de Bruselas ha fijado para el próximo día 3 de septiembre la audiencia en la que se reunirán los representantes legales de ambas partes para fijar el calendario del caso. Y parece que para esa fecha Alberto II quiere que su hijo Felipe ya esté familiarizado con su nuevo cargo. De ahí que la ceremonia de abdicación se esté organizando para dentro de dos semanas. Además, para el soberano, éste es el momento más idóneo pues coincide con la temporada estival, momento del año en el que la agenda oficial es menos intensa.

Alberto II se despide dejando atrás un reinado marcado por las sucesivas crisis políticas y las pérdidas familiares. Sus conciudadanos siempre han valorado mucho su papel y sus funciones, otorgándole incluso el reconocimiento del 'Belga más popular' del año 2011. Ahora, su imagen inevitablemente está ligada a la polémica. Y su marcha no hace más que alimentarla.