Pasarela

"No sé si sabré ser buena matriarca"

  • La cantaora, que presenta en estos días su nuevo disco 'Autorretrato', aún se siente abatida por el trágico y repentino fallecimiento de su padre, Enrique Morente con quien trabajó mano a mano en este trabajo.

Mira a los ojos y, a pesar del paso del tiempo, lo hace con la tristeza de quien ha perdido, antes de lo debido, a uno de sus seres más queridos. Y es que hace casi dos años Estrella Morente vio cómo su padre, Enrique Morente, encontraba la muerte, según la familia ha denunciado, por una negligencia médica. Sin embargo, más allá de la desgracia, la cantaora sabe que la vida continúa y, apoyada en su marido, el torero Javier Conde, y en sus hijos, Curro y Estrella, presenta un nuevo álbum -que se distancia seis años del anterior-, reflejo musical de un alma abatida que aguarda con ilusión el futuro.

-Cuando uno se enfrenta a un Autorretrato descubre aspectos personales que hasta entonces desconocía, ¿verdad?

-Pues sí. De hecho, me he encontrado a mí misma. Una persona aficionada a la música, al arte y, sobre todo, al flamenco.

-¿Se siente libre?

-Sí. Me enseñaron a serlo.

-¿Y qué más le enseñaron? ¿Cuál es el legado emocional que le dejó su padre?

-Mucho. Teníamos una unión especial. Vivíamos en constante elaboración y fábrica de ideas y lo compartíamos todo. Era un hombre justo, honesto y trabajador. Jamás le pegaba un codazo a nadie para avanzar. Le gustaba aprender y era humilde hasta la saciedad. Esos valores son lo más importante suyo. Luego no ha habido quien haya cantado mejor que Enrique Morente. No se conformaba con salvarse a sí mismo sino que aportaba cosas a todo el mundo a su alrededor.

-Dicen que cuando una mujer es madre -y ante la experiencia de hechos traumáticos también-, la voz cambia… ¿Es así?

-Bueno, el cante tiene como instrumento las cuerdas vocales y éstas dependen de la cabeza y del cuerpo con lo que, si sufres una transformación, es lógico que algo varíe. Mi padre adoraba a mis niños y, más allá, a todos los niños. Pintaba y escribía como ellos porque toda la gente grande tiene ese punto infantil.

-¿Usted también?

-Yo aún no soy grande. Soy niña y no quiero dejar de serlo.

-¿Cómo está su madre? El disco se lo dedica a ella…

-La quiero mucho. Se lo merece. Ha sido un testigo directo de esta gestación. Nos alimentaba y hacía de nuestros descansos ese remanso de paz tan necesario para un creador. Nadie conocía a mi padre mejor y, a quien llamaba a gritos él cuando se iba, era a ella.

-¿Es ahora Estrella Morente la matriarca de los suyos?

-(Piensa) Pues no sé si estoy preparada para serlo ni tampoco sé si sabré ser una buena matriarca. Soy inconstante como un río. Sí sé que los adoro. Amo la vida e intentaré seguir ayudando a quien se pueda. Los seres humanos estamos para eso. A mí me han protegido bien y con independencia y eso querría para los demás.

-Sea como sea hay que seguir, ¿no?

-Siempre. Al futuro hay que mirar con fuerza y energía. La vida se ve cuando menos esperas. Nadie es más que nadie y ni las herencias más ricas, compensan la desaparición de un familiar. Hay que apreciar a los maestros y entender que aquí todos cuentan. ¿A quién no le ha pasado que, ante un fallecimiento, se ha quedado con algo pendiente?

-¿Eso le ha sucedido con su padre?

-No. Fui tan feliz a su lado… Me dio tanto… Lo único es que se ha ido pronto e injustamente. Nosotros proseguimos con el proceso, esperando que la justicia haga lo que tiene que hacer y halle una explicación lógica.

-¿Y después?

-La música dirá…

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