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Día 3

Golpes con dispar efecto

  • Phelps y Ledecky evidencian su autoridad en la piscina el mismo día que las selecciones españolas de baloncesto encajan sendas derrotas y Djokovic se despide en un mar de lágrimas

 Golpe. Dícese de la acción de dar con violencia un cuerpo contra otro. Ésa es la primera de las 18 acepciones que recoge el diccionario de la Real Academia Española. Enumerar las 17 restantes sólo está al alcance de voraces lectores y académicos de la lengua castellana. Bueno, y quizá de alguno de los deportistas que se están jugando el tipo en Río de Janeiro en busca de un éxito tan selecto como escurridizo.

Una jornada olímpica da para presenciar muchos golpes, físicos y metafóricos. Golpes de los que dejan marcas en el cuerpo y cicatrices en la memoria. Golpes que aúnan la autoridad y el poderío o que evidencian el tropiezo y la desilusión. Golpes, en suma, para todos los gustos, colores y nacionalidades. 

 

Si nos ceñimos a la definición más frecuente, Samuel Carmona efectivamente golpeó con violencia -permitida- al medallista olímpico irlandés Patrick Barnes para acceder a los cuartos de final de la competición de boxeo.

 

Su triunfo fue el resultado de la concatenación de varias acciones rápidas y certeras. Para redondear la faena, recibió pocos golpes y los que encajó casi le supieron a gloria.

 

Salvando las distancias de tiempo y forma, los lances de muñeca que esquivó Carmona estuvieron cerca de acabar estampados en el rostro de los integrantes de la selección española de waterpolo. En un partido tenso y bronco, los hombres de Gabi Hernández doblegaron a Estados Unidos (9-10), que se quedó con ganas de empañar la buena nueva a sus rivales, a los que provocó hasta el pitido final. Por suerte, la sangre no llegó al río y unos y otros se despidieron deseándose la peor de las suertes en el torneo. Pero sin tocarse ni un pelo. 

 

Porque los únicos golpes que deben verse en una piscina son los que los nadadores propinan al agua cada vez que escriben una nueva página de la historia de los Juegos. Lo hizo Katie Ledecky al colgarse el oro en la final de los 400 libre. Un gesto que lo fue también de admiración y sorpresa, pues la estadounidense batió un nuevo récord del mundo y se convirtió en la primera mujer en bajar de la barrera de los 3.57 minutos en dicha prueba. 

 

Su hazaña, a buen seguro la primera de muchas de la que será testigo la pileta carioca, compartió protagonismo con la enésima demostración de fuerza de su compatriota Michael Phelps, oro en los relevos de 4x100 libre. El tiburón de Baltimore va camino de seguir haciendo historia a golpe de brazada y todo aquel que se cruce en su camino tiene visos de salir malparado.

 

Sin embargo, los amantes de las sorpresas, de los golpes de suerte o de infortunio, quizá sostengan que aún es pronto para augurar otra machada de Phelps, pues hasta los máximos favoritos pueden acusar un mal día y encajar un revés moral más doloroso que cualquier derechazo.

 

Que se lo digan Novak Djokovic, que con las lágrimas recorriéndole el rostro vio erigirse a Juan Martín del Potro en inesperado vencedor de su duelo de primera ronda. La paliza que encajó el serbio no fue física. Por eso las magulladuras que sufrió en su honor de número uno del ránking ATP no podrán ser subsanadas con apósito que valga. Y por eso el calibre de las mismas difícilmente sea cuantificable.

 

Ésa es la cruz de los Juegos, la que maldicen quienes ven esfumarse sus opciones en cuestión de horas. O para mayor crueldad, de segundos. Los que de más estuvo a punto de lamentar Maialen Chorraut, bronce en Londres 2012 en K-1 en aguas bravas y que en su primer descenso rumbo a las semifinales cayó al último puesto de la clasificación. Por suerte para la vasca, dispuso de una segunda opción que, esta vez sí, aprovechó para respirar con alivió y mantener intactas sus opciones de revalidad medalla.

 

Chorraut gozó de una segunda oportunidad por la que habría pagado Djokovic y con la que demostró que de todo tropiezo se puede extraer un valioso aprendizaje. Sirva la moraleja para varias de las selecciones españolas cuyos estrenos estuvieron lejos de despertar el entusiasmo que en torno a ellos se vaticinó.

 

Cámbiese aprender por ganar y obtendremos la máxima a seguir por la ÑBA de Pau Gasol y compañía, que claudicó ante Croacia por un ajustado 72-70. Más abultada fue la derrota de las chicas de baloncesto, arrolladas (103-63) por un combinado estadounidense que poco tiene que envidiar a Kevin Durant y al resto de satélites que orbitan a su alrededor. Y eso que no están todos los que son. Ni falta que hace.

 

Para golpe de aprendizaje el que recibió la selección española femenina de balonmano, que,  aun habiendo claudicado ante la siempre temida Noruega (24-27),  dio muestras de poder recuperarse del tropiezo antes de su próximo compromiso contra Brasil. Por algo son las guerreras y ansían cuanto menos repetir el bronce que hace cuatro años se colgaron en Londres.

 

Visto lo visto, el castellano es tan rico en palabras y acepciones como una cita olímpica en golpes, sobre todo de los que no dejan rasguño ni fractura pero marcan de por vida. Devolverlos a tiempo será la tarea a completar por muchos en los próximos días. 

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