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Innovación y tecnología

La innovación, estrategia para el desarrollo

  • La innovación requiere de una fluida relación entre los tres actores principales: administraciones, centros de generación de conocimiento y empresas

José Domínguez Abascal

Secretario General de Abengoa

Entendemos por innovación cualquier cambio basado en el conocimiento que genera valor. En la economía actual, nada generará valor de una manera más prolongada y estable que el conocimiento y por tanto que la innovación. Pero la innovación, siendo un elemento clave, no es un fin en si misma, sino que tiene la finalidad de transformar la sociedad hacia un mundo mejor y sostenible, entendiendo como desarrollo sostenible aquel que implica: un desarrollo económico que se pueda mantener en el tiempo, un desarrollo que deje el planeta en unas buenas condiciones medioambientales, y un desarrollo en el que todos tengan la oportunidad de participar.

Aunque me referiré fundamentalmente a la innovación tecnológica, esto no quiere decir que actividades aparentemente alejadas de la tecnología, como la gestión, no deben ser enfocadas igualmente desde un sentido innovador permanente. Una cultura innovadora debe otorgar un gran valor al conocimiento y a la capacidad de emprender nuevas acciones, y debe implicar el asumir riesgos. El riesgo debe ser valorado como elemento que puede conducir al fracaso pero que es necesario para el éxito. El mayor riesgo es no asumir ninguno. El futuro depende de la realidad del presente, del esfuerzo y del sacrificio diario. Las raíces dan estabilidad pero no son algo en lo que podamos quedarnos sino que desde ellas debemos hacer cosas nuevas, progresar y salir al exterior.

Si la innovación está basada en el conocimiento, es evidente que deben generarse los conocimientos previamente, lo cual requiere investigación y desarrollo tecnológico. Investigación, desarrollo tecnológico e innovación son tres elementos que deben necesariamente caminar juntos y estar dirigidos hacia los mismos objetivos.

Desde la perspectiva de España, debe garantizarse que la inversión en I+D se encuentra alineada con una estrategia de desarrollo, con el modelo productivo que queremos y con las áreas en las que podemos ser competitivos. Todo ello obliga a establecer prioridades reales y descartar sectores en los que nuestras opciones sean pequeñas.

Esta asignación de recursos destinados a la generación de conocimiento resulta imprescindible no sólo en situaciones económicas favorables sino, tanto o más, en situaciones económicas de estancamiento o claramente recesivas.

La generación de conocimiento aplicable a través de la innovación requiere de una fluida e intensa relación entre los tres actores principales: administraciones, centros de generación de conocimiento como universidades e institutos de investigación, y empresas. La historia está llena de ejemplos que demuestran que para que un país pueda ser líder tecnológico a través de sus empresas, debe existir no sólo una actividad de I+D en las propias empresas sino un conjunto de universidades y laboratorios de investigación donde se formen los expertos y se lleve a cabo la investigación básica y aplicada que hace posible los desarrollos tecnológicos.

Pero no sólo es necesario desarrollar cada uno de los eslabones sino, sobre todo, hacer que cada uno juegue su papel en el proceso conjunto. Las universidades y centros públicos de investigación siendo excelentes y potenciando aquellas áreas necesarias para el desarrollo económico y de todo tipo de la sociedad que las sustenta, de manera que respondan en mayor medida a estas necesidades generales que a las de sus colectivos académicos. Deben debatir y asumir su papel de generadores de conocimiento no sólo para hacer hombres libres y cultos, que no es poco, sino también para propiciar directamente el desarrollo. Si no lo hacen, todos lo pagaremos y antes o después ese hueco será cubierto por otros, puesto que el conocimiento es el elemento más productivo de la sociedad moderna. Por su parte, las empresas deben destinar recursos a I+D y entender, que ésta no es una actividad comercial o industrial como las demás, sino que entraña unas mayores dosis de dificultad y riesgo, y que requiere una apuesta prolongada en el tiempo y una mayor tolerancia al fallo. Las administraciones deben hacer posible la actividad coordinada de los anteriores a través de la dotación de fondos y  herramientas de fomento.

Hay ejemplos, como el de las energías renovables, en los que España ejerce ya un liderazgo internacional y que sólo podrá mantenerse con una decidida apuesta nacional por la I+D y la innovación. El desarrollo y generalización de las energías renovables representa a una gran oportunidad para la reactivación económica de nuestro país y para el desarrollo sostenible que deseamos.

Existen en este momento fuentes renovables de energía que reducen muy significativamente las emisiones y que pueden ir sustituyendo progresivamente a las energías fósiles. Su precio será competitivo sin ninguna financiación pública en muy pocos años. En algunos casos la energía de origen renovable es ya competitiva sin ningún tipo de ayuda y más aún lo será cuando se deban soportar directamente los costes de emisión de gases de efecto invernadero como forma de evitar que de manera inexorable se vaya convirtiendo la atmósfera en un gran vertedero de residuos de la combustión. Con las energías renovables se genera empleo para un numero significativo de personas de nuestro entorno más cercano.

Las energías renovables no solo son necesarias sino que a su vez constituyen una gran oportunidad para un país como el nuestro, en una situación como la actual. Creo que si en España se hiciese un plan para que en 2030 el 50 por ciento de sus fuentes de energía fuesen renovables, se produciría un desarrollo industrial y tecnológico, de tal calibre, que nos sacaría de la crisis y nos colocaría en el liderazgo mundial del desarrollo de esta tecnología que guiará el siglo XXI. Además, esto nos permitiría salir de la costosísima situación de dependencia energética que padecemos. Un programa de apoyo decidido a las energías renovables permitiría la creación a corto plazo de una cantidad importante de empleos.

Nos debe animar el hecho de que, en el complejo escenario internacional en el que nos encontramos, hemos visto por primera vez como un presidente de los Estados Unidos ponía como ejemplo tecnológico a España en un campo como el de las energías renovables. El desarrollo de un amplio programa de I+D+i en este campo permitiría a España consolidarse en el liderazgo de un sector tecnológico estratégico por primera vez en su historia. Asímismo, una alta cuantía de energías renovables mejoraría sustancialmente nuestro déficit exterior, nuestra seguridad energética y por lo tanto, nuestra seguridad nacional. Todo esto constituye una gran oportunidad, aunque debemos ser conscientes de que el cambio de escenario que se requiere no puede llevarse a cabo sin un importante esfuerzo colectivo o sin vencer la resistencia de actores consolidados en la anterior situación.

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