Investigación

Un año de biomedicina… y de recortes

José Ferreirós Domínguez

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia. Universidad de Sevilla

El año 2011  será recordado como un momento de cambios radicales: otras contribuciones a este Anuario han recordado ya la primavera árabe, la catástrofe de Fukushima con sus implicaciones para el futuro de la tecnología nuclear, la ola de indignación que se expandió desde España, etc. El mundo de la ciencia, claro, no podrá ser ajeno a todos esos terremotos, pero aún es pronto para saber qué recordaremos con más nitidez del año que nos deja: confiemos en que no sean los recortes en la financiación de I+D+i (¡que en nuestro país acumulan ya un 25% desde 2009!), sino alguna contribución que reciba en su día el premio Nobel.

Pasar revista a las contribuciones científicas más relevantes en 2011 no es nada fácil. Abarca desde avances en nanociencia, como pueden ser la obtención de micronudos en grafeno o nuevos métodos para formar membranas de zeolitas, hasta un gran aumento en el número de exoplanetas detectados, sobre todo por la sonda Kepler. Mejora mucho nuestra capacidad técnica en la escala de las 100 micras, pero seguimos sin saber predecir efectos a gran escala como el inmenso terremoto y el tsunami de Japón; y lo que es mucho peor, tampoco se calculó bien el nivel de riesgo aconsejable para diseñar la central nuclear de Fukushima.

Durante 2011 se han producido grandes efectos mediáticos a cuenta del bosón de Higgs y de los neutrinos superlumínicos, sin que haya todavía nada suficientemente claro al respecto. Las señales detectadas del Higgs podrían perfectamente desvanecerse en estudios más refinados, y la increíble velocidad de los neutrinos detectados en Italia puede ser debida a errores en los delicadísimos cálculos relativistas. Así que no se entusiasme el lector: la ciencia vive de la crítica y la actitud escéptica, y el escepticismo domina todavía en la física. Mucho más sólida es la evidencia de que nuestros ancestros se cruzaron con los neandertales, y que nuestro DNA lleva su marca: noticia interesante para los tabloides, ya que a fin de cuentas se trata de sexo.

Pero si me preguntan qué campo científico destacó más en 2011, tanto a escala mundial como en nuestra tierra, les diré que la biomedicina. Es natural, ya que las últimas décadas han visto una apuesta inmensa por estos temas. En 2011 han echado a andar varios proyectos institucionales importantes, como el Instituto de Biomedicina (IBIS) en Sevilla, dedicado a investigación fundamental al nivel molecular o celular sobre las enfermedades más comunes, o el Centro de Genómica e Investigación Oncológica (GENYO) en Granada, que investigará la base genética de las enfermedades y la influencia de la herencia genética en la respuesta a determinados fármacos. Se trata de iniciativas mixtas, con el apoyo de universidades y hospitales, los gobiernos nacional y autonómico, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y empresas como Pfizer, que vienen a sumarse al Banco Andaluz de Células Madre y a otros laboratorios que se prevén crear en los próximos años.

La colaboración de esas instituciones busca convertir a Andalucía en una "biorregión", lo que exigiría crear un tejido empresarial importante en el sector biotecnológico, atrayendo a empresas y expertos de prestigio. Ojalá estas iniciativas logren buenos frutos, pero a nadie se le oculta que hará falta un esfuerzo serio y muy continuado, ya que son campos codiciados por todo el mundo. Entretanto, el desarrollo real de las investigaciones en este campo continúa entre avances y dificultades. En la investigación con células madre se ha llegado a hablar de que 2011 fue un año de "montaña rusa": se publicaron resultados que muestran efectos adversos de las células madre pluripotenciales (iPS cells), de las que tanto se hablaba hace unos años, a la vez que se apostó más por las células madre embrionarias (ES cells).

En Andalucía, cabe destacar el trabajo de José Luis Venero y su equipo, publicado en Nature (en colaboración con un equipo sueco liderado por B. Joseph), sobre los mecanismos moleculares que subyacen a la inflamación cerebral, proceso que acompaña a enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer y acelera su progresión. El catedrático de Bioquímica de la Universidad de Sevilla y sus colaboradores han podido demostrar que unas enzimas llamadas caspasas, implicadas en el proceso de apoptosis (muerte celular programada), controlan el proceso de activación de los macrófagos residentes en el sistema nervioso central responsables del proceso de neuroinflamación. El conocimiento de este mecanismo abre puertas al diseño de fármacos que logren reducir el daño neuronal en el desarrollo del Parkinson y el Alzheimer. Pese a todo, la comunidad andaluza sigue estando por detrás de la media española en I+D+i, muy por detrás de las comunidades punteras que son Madrid, Euskadi, Navarra y Cataluña. El gasto en investigación, desarrollo e innovación se expresa en porcentaje del PIB: Andalucía se mantuvo por debajo del 1% hasta 2007, siempre por debajo de la media española (que era entonces 1,2%); en los últimos años ha experimentado un aumento importante hasta llegar al 1,2% en 2010 (siendo la media 1,39%).

Está por ver si este efecto pico alcanzado en 2009 y 2010 podrá mantenerse, o se debió a una situación coyuntural. No es de extrañar, por tanto, que nuestras instituciones de investigación y de educación superior aparezcan muy por detrás de las catalanas en todos los rankings que miden la calidad de la investigación. El camino hacia la excelencia no será fácil.

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