Betis-Almería | La crónica

El Betis no admite injerencias en sus fiestas caseras (3-1)

  • El equipo de Pellegrini mantiene su pleno de puntos en casa tras cinco comparecencias y recupera su plaza de Liga de Campeones

  • Dos goles de William Carvalho y otro de Borja Iglesias tumban a un Almería mejor en ataque que en defensa

Joaquín celebra con William Carvalho uno de los goles ante Borja Iglesias.

Joaquín celebra con William Carvalho uno de los goles ante Borja Iglesias. / Antonio Pizarro

El Betis de Manuel Pellegrini recuperó su poderosa zancada liguera en su reencuentro con su gente, con esos miles de béticos que convierten en una fabulosa fiesta cada partido en el sur de Sevilla, y con su victoria por 3-1 ante un alegre pero quebradizo Almería, retorna a los puestos de Champions, a la estela de los tres grandes, grandes del campeonato.

Dio otro paso más en su madurez el señor equipo que ha ahormado el Ingeniero. El hecho de mantener la firmeza como local en citas de relativo fuste apenas tres días después de la visita de la Roma distingue a un equipo realmente competitivo, donde todos los jugadores se sienten partícipes de algo único, y si un día destacan los ausentes Juanmi o Fekir, otro día lo hace Canales y otro, como fue el caso ante el Almería, lo hacen Álex Moreno, William Carvalho y Borja Iglesias.

El primero fue lo más parecido a un puñal, el segundo dio otra lección de cómo parar, templar y mandar el balón a la red dentro del área y el tercero cerró el debate, con un gol y una asistencia al portugués, cuando el Almería había empatado y se había subido a las barbas del Betis. Para barbas, las de Borja, que lleva ya siete goles en la Liga y da una lección tras otra de cómo jugar de espaldas o repartir juego desde el balcón del área.

Elche, Osasuna, Villarreal, Girona y este domingo el Almería han desfilado por el Villamarín como meros figurantes de una fiesta tras otra. Acudir al coliseo asegura el disfrute para los béticos, que si esta vez no cruzaron la envidiable cifra de 50.000 espectadores, fue porque la visita de la Roma aún está fresca, el siguiente visitante no era de los gallos de la Liga y además, algo enfría eso de salir del estadio a las once de la noche de un domingo, con el rutinario lunes al fondo.

Hasta siete jugadas de ataque peligrosas, la del gol de William Carvalho entre ellas, dibujó el lateral Álex Moreno en su primorosa primera parte. A los ocho minutos ya apareció en la línea de fondo para buscar a Borja Iglesias, esta vez bien marcado; corría el minuto 11 cuando Canales lo encontró por primera vez con una delicia de pase al espacio, el catalán se la pasó a la primera a Rodri y un defensa bloqueó el disparo del bético tras su seco recorte; a la tercera, Carvalho prendió la mecha desde atrás, Rodri adelantó a Canales y el cántabro volvió a lanzar un pase picadito a Álex Moreno, quien levantó la cabeza y aguardó a que Carvalho culminara lo que empezó, regalándole un gol ante el descuido del central Babic.

Desde el gol en el minuto 23 hasta el descanso, al lateral catalán aún le dio tiempo a chutar al lateral de la red tras rozar en un defensor (26’), a inventar un endiablado eslalon en dirección a la media luna del área que interceptó el último defensor de milagro (29’), a meter la quinta velocidad en un contragolpe que culminó de nuevo Carvalho con un tiro duro pero centrado que repelió Fernando (34’) y a colgar un caramelo desde su banda que cabeceó Borja a las manos del competente portero del Almería (38’). Todavía le dio tiempo a colgar otro centro ya menos peligroso antes del intermedio. Ocho llegadas, siete de ellas cargadas de veneno.

Es difícil recordar tal torrente ofensivo de un lateral en medio tiempo. Y tan variado: desdoblamiento para dar un pase de la muerte, penetración habilidosa en conducción, control y tiro, centro que es medio gol tras parar y templar desde la línea de fondo, larga carrera al contragolpe o centro combado desde la esquina. Un rico repertorio que distingue a un chaval que reclama a voces un hueco en la selección absoluta de España. Luis Enrique y su mundo.

También es necesario el acompañamiento para que el buen desempeño de un jugador no se lo lleve el viento. Y en el Betis, muchos siguieron la radiante estela de Álex en la primera parte: Canales, el primero. Y Borja. Y William. Y Rodri.

Canales le ha cogido el gusto a jugar de manijero. Y si nadie le pone grilletes en los tobillos, se libera, acude por todo lo ancho del terreno de juego según le aconseje su instinto y se juega a lo que él quiera. Esta vez, el Betis sí sonó a lo que solía la pasada Liga en buena parte gracias a él.

El Almería no asumió de salida su papel de víctima, claro que no. De hecho, en los primeros veinte minutos inquietó mucho por la velocidad de Ramazani por la izquierda y cierta valentía en su despliegue. Pero la velocidad que exhibió en sus salidas fue la que no tuvo en los repliegues ni a la hora de apretar en situaciones estáticas. Y eso, ante este talentoso Betis, casi equivale a la muerte.

Y el hecho de que enlazara varias jugadas de buen gusto en ataque apenas desestabilizó al Betis. La mejor acción del equipo de Rubi fue la que inició Ely al anticiparse en un saque de puerta de Rui Silva, continuó Eguaras con un pase de primeras a Melero y finalizó El Bilal cruzando el balón a la red (52’).Pellegrini reaccionó pronto al contratiempo del empate, que sobrevino después de que el Betis perdonara demasiado, y cambió las bandas: Joaquín por la derecha por Luiz Henrique, Juan Cruz por la siniestra por Rodri.

Y el portuense, en su primer ataque, volvió a encarrilarlo todo. Sabaly robó, Joaquín adelantó con torería el balón a Borja, que olió dónde estaba la miga, y el gallego soltó un violento zapatazo cruzado (64’). Juan Cruz se sumó a la fiesta por la izquierda con desparpajo y mala intención, encontrando a Álex, y a Canales le quedaba otro esfuerzo más para que Borja asistiera a William y que el 3-1 sonara a sentencia inapelable: el Benito Villamarín es plaza inasequible.

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